La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Octubre 2021 Edición

Ustedes ahora son hermanos

La fe en Cristo transforma nuestras relaciones

Ustedes ahora son hermanos: La fe en Cristo transforma nuestras relaciones

Ámense unos a otros. Conocemos a San Pablo como el Apóstol de los gentiles y como un misionero valiente. Pero Pablo también fue un pastor dedicado que enseñó a las personas a vivir su fe en unidad. Les enseñó que, así como Dios había transformado la vida de las personas, también quería transformar sus relaciones personales.

Este mes, queremos estudiar la forma en que las palabras de Pablo pueden ayudarnos en nuestras propias relaciones con las demás personas. Comenzaremos con el consejo que dio a su amigo Filemón. Luego veremos cómo trató el asunto de las divisiones entre los cristianos de Galacia. Finalmente, veremos cómo exhortó a los corintios a vencer la enemistad, el escándalo y el pecado. El amor cristiano va más allá de los buenos sentimientos; es sólido, intencional y firme. ¡Que todos unidos podamos crecer en este amor!

Es uno de los libros más cortos de la Biblia, solamente tiene 335 palabras en griego original. También es el único libro cuyo énfasis es un asunto doméstico: Si un hombre rico debía admitir de vuelta a un esclavo que había escapado. Pero dentro de este drama doméstico se encuentran algunas de las declaraciones más revolucionarias de la Escritura.

Este libro es la carta de San Pablo a Filemón, y la revolución que plantea es el efecto radical que la vida en Cristo puede tener en nuestras relaciones personales. Estudiemos esta carta para ver lo complejas que eran las palabras de Pablo en ese tiempo, y cómo siguen siendo complejas para nosotros hoy en día.

El dilema de Onésimo. Según los estudiosos, Filemón probablemente era un líder de la iglesia en la ciudad de Colosas, en lo que actualmente es el suroeste de Turquía. Él y su esposa, Apia, organizaban las celebraciones eucarísticas semanales de la iglesia en su casa, y eran miembros respetados de su pequeña comunidad de fe.

Es posible que Pablo conociera a Filemón en la ciudad cercana de Éfeso, donde le predicó el evangelio (versículo 19). El mensaje de Pablo transformó la vida de Filemón, y este aceptó la fe en el Señor Jesús, y Pablo se convirtió como en un padre para él. Pero en ese momento, Pablo estaba en prisión, y Onésimo, el esclavo fugitivo de Filemón, había acudido a él para pedirle ayuda. Pareciera que Onésimo huyó, habiendo robado algo de valor que pertenecía a su dueño. Probablemente fue a ver a Pablo porque sabía lo mucho que Filemón respetaba al apóstol, y sentía temor por el problema en el cual se había metido. Onésimo esperaba que Pablo lo ayudara de alguna manera. Tal vez Pablo podría convencer a Filemón de perdonarlo o al menos disminuir el castigo.

Una petición osada. Hasta el momento, nada parece extraordinario. Desde luego, Pablo trató de convertir a Onésimo pues él siempre estaba predicando el evangelio. Pero Pablo le hizo una solicitud osada a Filemón:

Tal vez Onésimo se apartó de ti por algún tiempo para que ahora lo tengas para siempre, ya no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo: como un hermano querido. Yo lo quiero mucho, pero tú debes quererlo todavía más, no solo humanamente sino también como hermano en el Señor. (versículos 15-17)

¡Cómo habrá recibido Filemón esta petición! Como siempre ha sucedido con la esclavitud, en el Imperio romano los cautivos eran considerados propiedad de sus amos. Tenían pocos derechos, o ninguno, y el castigo por escapar podía ser severo. Pero, Pablo le estaba pidiendo a Filemón que tratara a su antiguo esclavo ¡como a un hermano! Sin castigo, sin consecuencias, probablemente también sin más esclavitud. Simplemente como un hermano en el Señor, así como él era hermano de Pablo en Jesucristo.

¡Eso era revolucionario!

Relaciones transformadas. La petición de San Pablo a Filemón en realidad revela tres giros revolucionarios que tienen que ver con la forma en que se relacionan los hermanos y hermanas en Cristo, tanto en aquel tiempo como ahora.

• Primero, la relación de Pablo y Filemón es claramente de afecto fraternal, así como de autoridad apostólica. Es evidente que Pablo considera a Filemón amigo, “compañero” en el servicio al Señor, “hermano” en Cristo (versículos 17 y 20). Se refiere a él como “querido compañero de trabajo” en la misión de proclamar el Evangelio (versículo 1). Al mismo tiempo, Pablo le dice a Filemón que “aunque en nombre de Cristo tengo derecho a ordenarte lo que debes hacer”, por el amor que le tiene a Filemón prefiere rogárselo (versículos 8-9).

Imagina lo radical que esto debe haber parecido. Pablo, el fariseo que una vez arrestaba a los cristianos, ahora consideraba a este cristiano su querido amigo y hermano. Pablo, el judío riguroso, se hizo amigo cercano, prácticamente familia, de este gentil. Había algo en su relación que superó las divisiones tradicionales y los unió en una comunión de amor y respeto.

• Segundo, la relación de Pablo y Onésimo cambió radicalmente. Antes de su conversión, Onésimo probablemente veía a Pablo como en dos “niveles” por encima suyo. Primero, estaba su amo, Filemón, y luego estaba Pablo por encima de él, a quien su amo claramente respetaba y reverenciaba. Pero, en lugar de ver a Pablo simplemente como el mentor de su amo, lo veía de la forma en que un hijo debe ver a su padre o como un hombre ve a su hermano mayor: más sabio y más maduro en el Señor, pero también como hijo de Dios.

Observa, también, cómo las mismas palabras que Pablo había utilizado para referirse a Filemón las usa ahora para describir a Onésimo. A ambos los llama “querido” (versículos 1 y 16) y ruega a Filemón que acoja a Onésimo como su “hermano”, la misma palabra que utiliza para describir su propia relación con Filemón (7, 16). En la mente de Pablo, los tres son amados por Dios, han sido redimidos por Cristo y estaban llenos del Espíritu Santo. En un mundo como el del Imperio romano, con su rígido sistema de clases y sus inamovibles estructuras sociales, las relaciones como estas eran sin duda importantes para la gente que los rodeaba.

• Finalmente, la relación de Onésimo y Filemón estaba ahora a punto de sufrir la revolución más radical de todas. Tal vez siguieron siendo esclavo y amo —eso no lo sabemos— pero la forma en que se relacionaban cambió por completo. Alguna vez, Filemón consideró a Onésimo como su propiedad, algo que él podía intercambiar o vender. Pero Pablo lo estaba enviando de vuelta para que lo tuviera “para siempre” (versículo 15). Su relación en Cristo es una relación eterna, con el cielo como su meta. Sin importar lo que suceda, ahora están unidos como hermanos y compañeros de trabajo en el Señor.

“Si me tienes por compañero” le dice Pablo a Filemón, “recíbelo [a Onésimo] como si se tratara de mí mismo” (versículo 17). Esa palabra “compañero”, resume toda su carta. El término griego es koinonon, que está estrechamente relacionado con la palabra koinonía, que significa “comunidad”, “comunión”, “hermandad”, y poner en común la vida y el corazón de cada uno. Es la misma palabra que utiliza San Juan para describir nuestra relación con Cristo: “Nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (1 Juan 1, 3).

De manera que Pablo está exhortando a Filemón a que trate a Onésimo con el mismo amor, respeto y honor que le tiene a Pablo, puesto que ¡el mismo Jesús murió por cada uno de ellos por igual! Todos son compañeros en Cristo, unidos en él. Juntos forman una hermandad que se eleva sobre todas las otras formas de ver sus relaciones. Como le dijo Pablo una vez a los cristianos de Galacia: “Ya no importa el ser judío o griego, esclavo o libre” (Gálatas 3, 28). O para ponerlo en un vocabulario contemporáneo, no existe el “nosotros” ni tampoco el “ellos” en la Iglesia; solamente existe el “nosotros”.

Aquel que nos mantiene unidos. Hay una cuarta persona además de Pablo, Filemón y Onésimo. En el trasfondo de esta carta y el más importante de todos, está el Señor Jesucristo. Su muerte y resurrección cambiaron la vida de cada uno de los discípulos y la relación que tenían entre ellos.

Pablo, Filemón y Onésimo aceptaron a Jesús como su Salvador, aquel que perdonó sus pecados y les abrió el cielo. Y esa experiencia del amor de Dios, el mismo amor ilimitado y ofrecido a cada uno de ellos, los unió en formas en que la clase, la etnia o el estatus no podrían haberlo hecho.

Esta experiencia de unidad era la misma experiencia que muchos en la Iglesia primitiva conocieron: Gentiles y judíos que se hicieron hermanos. Esclavos y amos que se convirtieron en compañeros en el Señor. Ricos y pobres que alababan a Dios juntos. Ciudadanos romanos que pertenecían a la misma familia de fe que los extranjeros que no gozaban de los privilegios de la ciudadanía. Todo esto sucedió porque Jesús los redimió a todos del pecado y les ofreció a todos la ciudadanía plena en su reino.

Relaciones regidas por el amor. Radical, revolucionario, sin precedentes: Estas son algunas de las palabras que la gente ha utilizado para describir el mensaje de la carta de San Pablo a Filemón. La división, el estatus y la clase social y el poder eran los motores que impulsaban el mundo antiguo, y lo siguen haciendo en la actualidad. Mientras el mundo se esfuerza por una inclusividad que rompa con estas barreras, esta sencilla carta personal nos muestra que la fe en Jesús y la confianza en el Espíritu Santo son lo que verdaderamente vence las divisiones y produce la unidad real. Al conocer personalmente al Señor Jesús, nuestra fe nos exhorta a transformar nuestras relaciones.

El amor de Cristo pertenece a todos, en todo lugar y en igual medida. Es el amor que perdona a un esclavo que ha huido. Es el amor que sana las relaciones dañadas. Es el amor que supera las diferencias étnicas, financieras o educativas. El amor transformador de Cristo hace a todos aquellos que lo acepten hermanos iguales de una sola familia, el pueblo de Dios.

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