La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Septiembre 2017 Edición

La Adoración Eucarística

La contemplación de nuestro Señor en Persona

La Adoración Eucarística: La contemplación de nuestro Señor en Persona

La razón y la lógica humanas son regalos maravillosos que Dios ha dado al ser humano. Sin ellas, no podríamos sobrevivir, y el Señor quiere que desarrollemos esos dones tal como todos los otros regalos que nos ha dado.

En efecto, él se complace cuando razonamos claramente para saber cómo hacer frente a los diversos aspectos de la vida: la familia, el trabajo, incluso la fe. Y quiere que aprendamos a “razonar según la fe” tomando las verdades que él nos ha revelado y aplicarlas a las circunstancias de nuestra vida y a las decisiones que debemos tomar cada día.

Pero al mismo tiempo, el Señor sabe que el razonamiento humano es a veces un factor muy limitante. Por ejemplo, es muy difícil para la lógica humana aceptar que un simple pedazo de pan y un poco de vino se puedan transformar en el Cuerpo y la Sangre de Cristo y que la hostia consagrada permanezca para siempre transformada en Cristo, aun cuando esté guardada en el tabernáculo o sea presentada en una custodia para adorarla.

Por eso, Dios nos pide someter la lógica a las verdades reveladas de la fe, a fin de que, creyendo con más fuerza en la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento, recibamos las bendiciones, el gozo y la gracia de Dios cada vez vayamos, con fe y devoción, a hacer adoración eucarística.

Presencia divina irrefutable. Una mañana del año 750, mientras celebraba la santa Misa, un monje y sacerdote de la Orden de San Basilio en Lanciano, Italia, era atacado fuertemente por la duda y después de haber pronunciado las solemnes palabras de la consagración, vio como la Santa Hostia se convertía en un círculo de carne y el vino en sangre visible. Estaba ante un fenómeno sobrenatural que él podía ver claramente, por lo que comenzó a temblar y llorar incontrolablemente de gozo y agradecimiento.

Estuvo de pie por un largo rato de espaldas a los fieles, como era la Misa en ese tiempo. Después, se volteó lentamente y les dijo: “¡Oh, afortunados testigos, a quienes el Santísimo Dios, para destruir mi falta de fe, ha querido revelárseles él mismo en este bendito Sacramento y hacerse visible ante nuestros ojos! Vengan, hermanos y maravíllense ante nuestro Dios tan cerca de nosotros. ¡He aquí el Cuerpo y la Sangre de nuestro amado Jesucristo!”

Tras reiteradas y completas investigaciones realizadas por el año 1970, los científicos concluyeron que la carne y la sangre presenciadas en este milagro pertenecen efectivamente a la especie humana. Más específicamente, al tejido del miocardio (músculo del corazón), que la sangre es verdaderamente humana y que tanto la carne como la sangre, pertenecen al grupo sanguíneo AB, el mismo que se encuentra en la Sábana Santa de Turín. El milagro sucedió hace ya más de 1300 años, pero tanto la carne como la sangre permanecen intactas hasta el día de hoy y pueden verse en la Iglesia de San Francisco, en Lanciano.

Otro milagro. Más de 500 años más tarde, en 1263, un sacerdote alemán, el padre Pedro de Praga, decidió realizar una peregrinación a Roma, también para pedirle una fe más profunda a Dios. Por el camino, se detuvo en el pueblo de Bolsena, en Italia, donde celebró la Misa. Pero aquello que comenzó como una liturgia normal, entró a la dimensión milagrosa cuando el padre elevó la hostia que acababa de consagrar y vio que de ella empezaba a gotear sangre verdadera, que le corrió por las manos y cayó sobre el altar.

Luego de un año de cuidadosas investigaciones y verificaciones, el milagro fue corroborado y el corporal manchado de sangre fue llevado a la iglesia en Orvieto, ciudad en la que el Papa Urbano IV vivía en aquella época. El corporal se encuentra aún allí en exhibición hoy día, más de 700 años después, y es motivo de atracción para los millares de peregrinos adoradores que llegan cada año. Se ha dicho que este milagro fue el que llevó al Papa Urbano IV a instituir, un año después, la Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, conocida como Corpus Christi.

A veces Dios nos hace presenciar hechos milagrosos como éstos para fortalecer nuestra fe en sus promesas. Cuando Jesús caminaba por Galilea, dijo que su Cuerpo y su Sangre serían comida y bebida verdaderas. Más aún, prometió que cuantos comieran de su Cuerpo y bebieran de su Sangre tendrían la vida eterna. De manera que estos milagros, y muchos otros similares, existen para estimularnos a creer y ayudarnos a convencernos de que la Sagrada Eucaristía es realmente Jesús en Persona, que nos alimenta y nos fortalece para vivir de un modo santo y aceptable a Dios. Es realmente Jesús en Persona, que nos fortalece y nos renueva con su amor, su alegría y su paz. Es realmente Jesús en Persona que nos da fuerzas para dar frutos para su gloria.

Por qué hacer adoración eucarística. La Basílica de Orvieto y la iglesia de Lanciano son hoy día lugares de peregrinación muy frecuentados. En ambos casos, se exhiben elementos milagrosos y los creyentes vienen de todo el mundo a orar y adorar a Cristo en su presencia eucarística. Vienen porque desean estar cerca de Jesús y percibir su amor incondicional; quieren tener siempre presente lo que el Señor hizo por todos en la cruz, y recibir curación y respuestas a sus oraciones. Quieren escuchar lo que el Espíritu Santo quiera decirles.

Pero no se necesita ir a Italia ni a otros lugares donde han ocurrido milagros parecidos para llegar a la presencia verdadera de Cristo Jesús, porque el propio Señor quiere darse a conocer a todos sus fieles.

Estos milagros —y las devociones que han surgido a causa de ellos— demuestran que si deseamos experimentar la presencia de Jesús de este modo más íntimo y directo no podemos limitarnos solamente a asistir a la Misa dominical. El Papa San Juan Pablo II nos instaba diciendo que “la adoración que se ofrenda a la Santísima Trinidad… debe llenar nuestras iglesias fuera de los horarios de las Misas.” Y añadía que “la adoración a Jesucristo en este Sacramento del amor se debe poder expresar en las diversas formas de devoción eucarística… seamos generosos con el tiempo que dedicamos a encontrarnos con el Señor en la adoración y en una contemplación llena de fe” (Dominicae Cenae, 3).

De modo similar, San Alfonso de Ligorio transmitía su propia experiencia de la adoración eucarística en sus escritos: “Cosa gratísima es el hallarse cada uno en compañía de un amigo querido; ¿y no ha de sernos deleitable en este valle de lágrimas estar en compañía del mejor Amigo que tenemos, que puede darnos todo bien, que nos ama apasionadamente y por eso de continuo se halla con nosotros? Aquí, en el Santísimo Sacramento, podemos hablar con Jesús cuando queramos, abrirle nuestro corazón, exponerle nuestras necesidades y pedirle mercedes; podemos, en suma, tratar con el Rey del Cielo en este misterio, sin encogimiento y con toda confianza” (Visitas al Santísimo Sacramento, 19).

“Vengan y vean”. Leemos en el Evangelio que cuando Felipe invitó a Natanael a ir con él a conocer a Jesús, también le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en los libros de la ley, y de quien también escribieron los profetas. Es Jesús, el hijo de José, el de Nazaret.” Cuando Natanael le preguntó burlonamente: “¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?”, Felipe se limitó a contestar: “Ven y lo verás.” Natanael fue a ver y en los primeros momentos de su conversación con Jesús, declaró: “Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel!” (Juan 1, 45-46.49).

Lo que le sucedió a Natanael puede sucedernos a nosotros también. Cuando “vamos a ver” a Jesús en el Santísimo Sacramento, el Señor nos convencerá de que él es el Hijo de Dios, nuestro Salvador y nuestro Señor. El mismo Jesús, que transformó a Natanael, puede cambiar nuestra vida, si dedicamos tiempo a adorarlo en su presencia eucarística.

Pero esto no sucederá por arte de magia. Naturalmente, Dios nos bendecirá si nos limitamos a sentarnos en contemplación pasiva ante el Sagrario, pero hay bendiciones mucho más grandes que nos esperan y que podemos recibir. Como dijimos al principio, a Dios le agrada que usemos la inteligencia y la lógica humanas; pero le complace más aún cuando usamos el intelecto en la oración, reafirmando las verdades de la presencia de Cristo y teniendo una esperanza firme de que Jesús nos toque y nos enseñe. El Señor nos ha prometido que “la voluntad de mi Padre es que todos los que miren al Hijo de Dios y crean en él, tengan vida eterna” (Juan 6, 40 – énfasis añadido). Este convencimiento firme es lo que nos llevará a entrar en contacto con Jesús, y abrirá las compuertas de sus bendiciones y de su amor.

Así pues, hermano, cuando tú vayas a visitar al Señor en el Santísimo Sacramento, pídele que ilumine tu lógica humana y te llene de la lógica del amor divino. Pídale también que te permita “ver” su presencia y escuchar la voz dulce y suave con la que te hablará al corazón. Después de todo, la oración es una conversación con Dios, y el Señor se complace de conversar con nosotros y llenarnos de su amor.

Milagros eucarísticos nuevos

Pero no todos los milagros eucarísticos ocurrieron hace muchos siglos. Recientemente se han registrado otros hechos milagrosos en torno a hostias consagradas, como los que se produjeron en Argentina y Polonia hace poco.

Argentina. En 1996 se produjo el llamado “Milagro eucarístico de Buenos Aires”, en el cual una hostia consagrada se transformó en carne y sangre. Informado el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, a la sazón Arzobispo de Buenos Aires y actualmente el Papa Francisco, ordenó tomar fotos y realizar una investigación de laboratorio lo más completa posible. El estudio fue organizado por el conocido Dr. Ricardo Castañón, ex ateo, que se convirtió al catolicismo tras las observaciones realizadas.

Los estudios mostraron que la hostia se había transformado en una parte del ventrículo izquierdo del músculo del corazón, de una persona de aproximadamente 30 años. El tejido contiene glóbulos rojos, glóbulos blancos, y células que palpitan y laten (cosa que es física y médicamente imposible), y al clavarle una jeringa salió sangre. La sangre es del grupo AB y el tejido muestra evidencias de haber padecido violentos maltratos.

Además, los científicos que hicieron el estudio no sabían que se trataba de una hostia consagrada, y cuando lo supieron luego de los análisis, quedaron asombrados, ya que se trataba de tejido vivo.

Polonia. El Obispo de la diócesis de Legnica, Mons. Zbigniew Kiernikowski, aprobó el 17 de abril de 2016, la veneración de una hostia sangrante que “tiene las características distintivas de un milagro eucarístico.”

Según el comunicado del obispado, en la Navidad de 2013, una hostia consagrada cayó al piso en la parroquia de San Jacinto y tras ser recogida fue colocada en un recipiente con agua. Poco después, aparecieron manchas rojas sobre la Eucaristía.

Mons. Esteban Cichy, entonces Obispo de Legnica, creó una comisión para vigilar la hostia. En febrero de 2014, un pequeño fragmento fue colocado sobre un corporal y pasó por pruebas de varios institutos.

El comunicado médico final del Departamento de Medicina Forense encontró que “en la imagen histopatológica, se encontró que los fragmentos son de un músculo estriado transversal, similar al del corazón.” Las pruebas también determinaron que el tejido era de origen humano, y hallaron que presentaba señales de maltrato.

En abril pasado, y de acuerdo con las recomendaciones de la Santa Sede, el prelado pidió al párroco de San Jacinto, el padre Andrés Ziombrze, que preparara “un lugar adecuado para las reliquias, de tal forma que los fieles puedan venerarlas.”

Fuentes consultadas: www.aciprensa.com y www.forosdelavirgen.org

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