Virtudes para el regreso a la escuela
Sugerencias para que tu hijo triunfe en la escuela y en la vida
Por: Luisa Perrotta
Cuando el entusiasmo está bien orientado, ¡es un regalo! Todo educador eficaz lo tiene y todo alumno lo necesita. Pues bien, mientras nos preparamos para iniciar el nuevo año académico, ¿por qué no usamos un poco de entusiasmo para mejorar la instrucción que nuestros hijos recibirán? Me refiero a la “escuela de virtudes”, que todos tenemos en casa y que sienta las bases para el buen logro académico.
¿Qué quiere decir esto? Que la formación moral y espiritual de nuestros hijos va de la mano con su desarrollo intelectual, que también empieza en casa y luego se desarrolla fuera de ella, con la asistencia de los maestros y los sistemas escolares. El psicólogo y educador católico Thomas Lickona dice que la educación siempre ha tenido dos grandes objetivos: “Ayudar a las personas a ser inteligentes y a ser buenos.”
De hecho, ayudar a los niños a ser buenos les ayuda a ser inteligentes. Tal vez tú no te des cuenta ahora, pero el hecho de insistir en que tu pequeña Lori haga bien sus quehaceres en casa le enseña mucho más que solo limpiar el cuarto de baño. Ella aprende a ser meticulosa, esforzada, perseverante y responsable, virtudes que le van a servir mucho dentro de unos años cuando esté escribiendo su tesis doctoral o preparando presentaciones audiovisuales para el presidente de la empresa.
Cuando los maestros estén completando los planes de los cursos, ¿por qué no hacer un poco de planificación en el hogar? Habla con tu marido o tu esposa acerca de las virtudes que te gustaría fomentar especialmente en tu familia este año. Pídele al Espíritu Santo que te guíe para escoger uno o dos rasgos de carácter que quieras cultivar; tal vez alguna de las tres virtudes que se plantean a continuación, que son especialmente pertinentes para el éxito académico: respeto, honestidad y responsabilidad.
Sea cual sea la virtud que escojas, espera que el Espíritu te enseñe a ti también. Cuando se trata de crecer en alguna virtud, ¡todos podemos aprender! También puedes confiar en que el Señor te dotará de lo necesario para que cumplas el papel de principal educador. Pídele que te muestre lo que necesitas, incluso un renovado entusiasmo y una visión clara.
Respeto. El respeto es una virtud fundamental que adopta diversas formas, tales como el respeto a uno mismo y a los demás, a la vida en todas sus formas, a la autoridad legítima y a los derechos de las personas. Su fundamento es el respeto a la vida humana, que es sagrado.
Interiormente, sabemos que se trata de la dignidad innata de la persona. Por eso nos impresiona cuando oímos que un vecino le grita “¡Mocoso maleducado!” a su hijo. O cuando Juanito, a sus diez años de edad, pone los ojos en blanco en señal de aburrimiento y dice “¡Bah!” cuando su madre le dice que haga algo. Ninguna de estas expresiones y actitudes reflejan el trato respetuoso que los demás merecen.
Para fomentar el respeto, piensa en preguntas como estas:
• ¿Tratas tú con respeto a tus hijos? Estos pequeños, que Dios ha confiado a tu cuidado, son personas por derecho propio, personas que tienen derechos, libre albedrío, una personalidad única y diversas aptitudes. ¿Se aprecia esta verdad en la manera en que tú los tratas? ¿Los tratas como personas? ¿Eres imparcial y justo con ellos? Considerando la edad de cada uno, ¿procuras explicarles por qué no estás de acuerdo con ellos? ¿Escuchas sus opiniones? ¿Les pides que compartan sus ideas? ¿Comunica respeto tu tono de voz, así como tus palabras?
• ¿Exiges a tus hijos que sean respetuosos? ¿Les enseñas que le tengan respeto a Dios? Piensa, por ejemplo, en su comportamiento en la iglesia, su respeto al nombre de Dios, a los ministros consagrados al servicio divino, como los sacerdotes. ¿Les inculcas el respeto a la autoridad legítima? ¿Has intentado diversas formas para enseñarles a ser corteses, especialmente con los mayores? ¿La consideración por los demás? ¿Los modales? ¿Y también “Honrar padre y madre”? Si tus hijos te faltan el respeto, ¿se lo dejas pasar o los corriges?
Sobre este último punto, la mejor solución para el uso de expresiones y conductas irrespetuosas con los padres es la tolerancia cero. Si ignoramos o excusamos la falta de respeto en nuestros hijos solo lograremos aumentar su mala actitud hacia otros adultos, como lo están experimentando ahora las escuelas en todas partes. “Los alumnos no tienen respeto a los profesores y sus actitudes groseras aumentan” decía un reciente titular en un periódico de Misuri.
Citando a profesores y administradores de la enseñanza media, el artículo afirma que los estudiantes de hoy son cada vez más rebeldes, groseros, insolentes y es más difícil enseñarles, pues ante el maestro tienen una actitud que dice “usted no me puede obligar a hacer eso”, lo que menoscaba el entorno escolar. Esta actitud de irrespeto es insidiosa y se va infiltrando incluso en las mejores escuelas. ¿Qué hacer al respecto? La mejor prevención es la formación que los padres dan a sus hijos en el hogar y mientras más pequeños, mejor.
Ahora bien, ten cuidado de que tú también estés demostrando respeto, recomienda una consejera de una escuela secundaria católica. No fomentes tú la falta de respeto a los maestros haciendo comentarios como: “Oh, esa tarea es ridícula.” Si te parece que hay un problema, díselo a la maestra y cuídate de los comentarios que haces en casa. Así les ayudarás a tus hijos a aprender bien y no ser de los que siempre critican porque no quieren darse el trabajo de estudiar.
Honestidad. En su esencia, ser honesto significa vivir según la verdad. Tratamos de inculcar la honestidad en nuestros hijos, porque queremos que lleguen a ser personas de bien, íntegras, que no mientan, engañen ni roben. Para decirlo de otro modo, deseamos que el “Espíritu de verdad” viva en ellos en la medida de lo posible, y que los lleve “a toda la verdad” (Juan 14, 17; 16, 13).
En muchos sentidos, la sociedad actual les da a nuestros hijos el cínico mensaje de que no hay problema con mentir y engañar, y muchos lo aceptan. Cabe considerar, por ejemplo, un estudio de 2004 sobre la ética de la juventud americana, publicado por el Instituto Josephson de Ética con sede en California, en el que se encuestaron a 25.000 estudiantes de secundaria de todo el país. El estudio concluye que casi dos tercios de los alumnos hacen trampa en los exámenes, más de uno de cada cuatro robó algo en una tienda y el 82% mintió a sus padres sobre algo importante en los últimos doce meses. (La estadística puede en realidad ser peor ya que el 29% admitió haber mentido en una o más preguntas de la encuesta).
En el aula, la tecnología ofrece a los alumnos más opciones para engañar. Muchos estudiantes copian información de la internet sin el menor reparo por infringir el derecho de autor. Incluso, hay sitios web que venden composiciones escolares (term papers). Es fácil hacer trampa en los exámenes mediante el uso de calculadoras, teléfonos móviles, tabletas y otros aparatos electrónicos manuales.
Una maestra de escuela católica me dijo: “Es difícil mantenerse al día con la tecnología. Y cuando sorprendemos a un alumno que está copiando, el chico o la chica suele decir que no ve nada malo con eso, porque ‘todo el mundo lo hace’ y quiere sacarse buenas notas.” Por eso, ella aconseja a los padres de familia: “Comiencen temprano a hablar con sus hijos y explíquenles qué es la honestidad; qué es robar. Dígales que eso incluye copiar de otros compañeros, tomar las ideas y respuestas de otras personas. Háblenles de la integridad académica desde el principio.”
Si queremos cultivar la honestidad en nuestros hijos, debemos analizar bien el ejemplo que les estamos dando. La máxima de “practica lo que predicas” debe ir de la mano de “predica lo que practicas”, dice el educador Thomas Lickona en su libro Raising Good Children (Criemos hijos buenos). Es preciso ”enseñar hablando”, para formar la conciencia de los menores a través de la instrucción moral directa y explicar por qué algunas cosas son correctas y otras incorrectas. Al respecto escribe:
“Enseñe a sus hijos que tener una reputación de honestidad es uno de los bienes más valiosos que pueden tener. Ayúdeles a pensar con claridad acerca de la violación de la honestidad. ¿Por qué es malo mentir o incumplir una promesa? Porque eso traiciona la confianza y la confianza es esencial en cualquier relación.
“¿Por qué es malo copiar o hacer trampa en la escuela? Porque el engaño es una mentira (da una idea falsa de lo que saben); es una violación de la confianza que el maestro te tiene, y es injusto para todos los que no mienten ni hacen trampa. ¿Por qué es malo robar? Porque detrás del objeto robado hay una persona y el robo perjudica a esa persona.”
Tal vez te sea útil consultar las secciones del Catecismo de la Iglesia Católica que tratan sobre los delitos contra el séptimo y el octavo mandamientos (especialmente los párrafos 2401-2412, 2450-2454, 2464-2492). Y no dejes de enseñar a tus hijos cómo reconciliarse con Dios y con los demás, valiéndose del Sacramento de la Confesión y devolviendo los bienes robados.
Responsabilidad. Las personas responsables toman buenas decisiones. Cuando cometen errores, aceptan las consecuencias y tratan de resolverlos sin hacer sufrir o perjudicar a otros. Si quieres que tus hijos sean responsables, encárgales que hagan algo de lo que sean responsables. Asígnales tareas, felicítalos y corrígelos cuando sea necesario y no permitas que se escabullan. Una manera de ayudar a nuestros hijos a ser responsables es facilitarles espacio y tiempo para que hagan sus tareas escolares y luego ver que las hagan bien.
Ya sea la responsabilidad, la honestidad, el respeto o alguna otra virtud que desees promover en tu “escuela de virtudes” este semestre, ¡ten ánimo! El Señor estará contigo mientras ayudas a tus hijos a ser inteligentes y buenos.
Tomemos todos la pauta que nos dio San Juan Pablo II, cuyo entusiasmo por la juventud quedó en evidencia por más de un cuarto de siglo, cuando les decía a los jóvenes: “Ustedes son el futuro del mundo. Ustedes tienen un inmenso potencial de bien y de posibilidades creativas.” Tratemos nosotros de apoyarlos de esa manera también.
Luisa Perrotta es ex editora y colaboradora de La Palabra Entre Nosotros.
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