Una Misión Monumental
El "Evangelio según San Pablo"
Por: el P. Lorenzo Boadt, CSP
Quiero llevarlos en un recorrido por los escritos de San Pablo, lo que significa que haremos dos cosas: Primero, estudiaremos los Hechos de los Apóstoles, para tener una idea del trabajo misionero de San Pablo y de la aceptación y el rechazo con que lo recibieron judíos y gentiles por igual.
Segundo, consideraremos algunas de las cartas de San Pablo, para ver cómo lidiaba él mismo con las dificultades que encontraba en su apostolado, especialmente con la oposición de varios grupos que no aprobaban el Evangelio que él proclamaba. Empezaremos, pues, con los Hechos para tener ciertos antecedentes.
La crisis de la Cruz. Para los primeros discípulos, la muerte de Jesús fue una enorme crisis. Muchos de ellos esperaban que Cristo fuera el gran jefe militar que expulsaría a los romanos, o al menos que fuera el gran maestro que buscaban los judíos: el profeta Elías o Jeremías, o el gran profeta anónimo del que se habla en Deuteronomio 18. Pero al parecer Jesús no calzaba en ninguno de estos moldes, porque los judíos lo rechazaron y murió crucificado por los romanos. Por eso los discípulos pensaban que todo lo que habían esperado y deseado se había desvanecido.
Luego llegaron los rumores de una resurrección. María Magdalena y Pedro habían ido al sepulcro y lo habían encontrado vacío. Otros decían que habían visto al Señor ese mismo día y los discípulos de Emaús volvieron diciendo que habían comido con Él. La noticia corrió y todos empezaron a preguntarse qué estaba sucediendo. Unas semanas más tarde, llegó el día de Pentecostés y allí vieron de una vez por todas que la cruz no había impedido que Jesús siguiera actuando. ¡Seguía presente entre ellos a través del Espíritu Santo! La obra de Dios, que se había manifestado cuando Jesús estaba vivo, continuaba su marcha, pero ahora a través de ellos mismos. Así pues, los Hechos de los Apóstoles presentan la forma en que el Espíritu Santo tomó en sus manos el timón de la Iglesia.
La misión de San Pablo. La primera vez que vemos a Saulo, como se llamaba en ese momento, lo conocemos como perseguidor y enemigo de la Iglesia, incluso presenciando y aprobando el martirio de San Esteban, el primer mártir de la Iglesia. No es el mejor aspecto de la vida de Pablo, pero esto prepara la escena para su extraordinaria conversión. Tanto es así que San Lucas, autor de los Hechos, relata tres veces lo que sucedió en los capítulos 9, 22 y 26, y al parecer lo hace para dejar bien en claro que este fue el acontecimiento más importante de la Iglesia primitiva.
Resulta significativo que cuando San Lucas repite la conversión de San Pablo por tercera vez, anuncia cuatro cosas que el Señor realizaría a través del nuevo apóstol: Primero, sacar a los que se encontraban en la oscuridad y llevarlos a la luz; segundo, liberar a los que vivían dominados por el maligno; tercero, predicar el perdón de los pecados, y finalmente, incorporar a los fieles al ámbito de "los santos" que forman la Iglesia.
¿Había escuchado usted estas palabras antes? Claro que sí. ¡Cuando se da el Bautismo a una persona! Estas son las cuatro cosas que suceden cuando uno recibe el Bautismo, y San Pablo está aquí poniéndolas por obra en todos sus viajes misioneros.
Una vocación mundial. Así pues, San Lucas nos presenta a San Pablo con esta misión monumental, una misión que lo llevará no sólo a la comunidad judía, sino a todo el mundo. También lo presenta como un apóstol totalmente decidido a cumplir esta importantísima misión, aunque tuviera que soportar oposiciones y rechazos.
El trabajo de San Pablo comienza realmente en Hechos 13, cuando él y su compañero Bernabé inician su primer viaje misionero. Visitan la ciudad de Antioquía de Pisidia y, como buenos judíos, van a la sinagoga el día sábado para orar con los demás. Después de la lectura de la ley y los profetas, los jefes de la sinagoga invitan a Pablo y Bernabé a predicar, como era la costumbre. Se ve que inicialmente reconocieron a Pablo como maestro de la ley y también aceptaron su mensaje, pero no pasó mucho tiempo antes de que esta aceptación se convirtiera en oposición.
Lo que Pablo decía era tan convincente que casi toda la ciudad vino a escucharlo el sábado siguiente (Hechos 13,44), pero los principales de la sinagoga se pusieron celosos y algunos de ellos empezaron a contradecirlo públicamente, despertando tanta hostilidad que los apóstoles tuvieron que irse de la ciudad.
Veamos cómo reaccionó Pablo. ¿Trató de cambiar su mensaje para que sus críticos lo aceptaran? No, por el contrario, les dijo: "Teníamos la obligación de anunciar el mensaje de Dios en primer lugar a ustedes, que son judíos; pero ya que ustedes lo rechazan y no se consideran dignos de la vida eterna, nos iremos a los que no son judíos" (Hechos 13,46).
Es claro que desde el principio este apóstol experimentó dificultades, pero nunca estuvo dispuesto a modificar su mensaje. Lo que más quería era inculcar la palabra de Dios al pueblo judío, para que ellos fueran capaces de proyectar la luz hacia los gentiles, o sea los no judíos. Pero cuando la oposición creció demasiado, prefirió separarse de sus hermanos judíos antes que alterar el Evangelio que Dios le había mandado proclamar.
Poder, sabiduría y esperanza. En el capítulo 17 de los Hechos podemos leer cómo fue la experiencia de San Pablo entre los gentiles. En otro viaje misionero llegó a Atenas (en Grecia) y allí encontró un lugar donde se reunían los sabios y filósofos, el Areópago. En la ciudad también vio un templo dedicado "Al Dios desconocido."
Cuando consiguió hablar con los filósofos les dijo: "Ustedes adoran a muchos dioses, pero tienen este Dios desconocido que es mucho más de lo que ustedes creen. Él es el Dios de los dioses, el que manda a todos los demás dioses." Y citó frases de los respetados filósofos griegos para demostrar su mensaje. Los oyentes parecieron fascinados, hasta el punto en que Pablo dijo que este Dios desconocido envió a su Hijo a morir en la cruz. De repente los filósofos perdieron el interés y le dijeron "Ya es tarde, Pablo. Te veremos la próxima semana." Naturalmente, no volvieron.
Pablo habló entre los griegos con la misma claridad y decisión con que hablaba con los judíos: el mensaje del Evangelio no es algo que se pueda adaptar a gusto para acomodarlo a lo que la gente quiera oír. Por el contrario, el Evangelio tiene su propio poder y San Pablo entendió claramente que nunca nadie podría descubrir el poder del Espíritu Santo tratando de acomodar la obra de Cristo a las expectativas humanas.
Judíos y gentiles; aceptación y rechazo. De modo que San Pablo encontró aceptación y rechazo entre los judíos y los gentiles, pero llegó un punto en que debió finalmente responder a las objeciones que se le hacían. Así lo leemos en el capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles.
Pablo y Bernabé habían regresado a Antioquía tras un exitoso viaje misionero, pero el éxito queda empañado por la controversia surgida de si era necesario que todos los cristianos no judíos se circuncidaran y observaran la Ley de Moisés. Algunos cristianos judíos habían llegado a Antioquía desde Jerusalén y decían que esto era absolutamente necesario. Incluso algunos de ellos pensaban que los cristianos gentiles eran inferiores o menos dignos del Evangelio, porque no formaban parte del pueblo escogido de Dios.
El dilema se agudizó tanto que Pablo viajó a Jerusalén y se reunió con los principales de la Iglesia. Después de discutir el asunto, Juan, Santiago y Pedro llegaron a la conclusión de que Pablo podía continuar predicando a los gentiles, exigiéndoles solamente que guardaran ciertas reglas de la práctica judía que no iban contra el Evangelio. Antes de que Pablo regresara, escribieron una carta de recomendación respaldando a Pablo y su trabajo (Hechos 15,1-35).
El desacuerdo en las cartas de San Pablo. Al parecer, todo se había resuelto sin problemas. Sin embargo, cuando leemos el comienzo de la carta de San Pablo a los Gálatas percibimos que la situación no era tan fácil. Recordemos que en los Hechos de los Apóstoles, Pedro y Santiago se ven muy amables con Pablo, porque su autor, San Lucas, quería presentar todos los acuerdos de la Iglesia dentro de un marco de gran armonía. Pero cuando leemos lo que dice San Pablo en su carta a los gálatas, vemos que la reunión fue bastante más conflictiva e incluso con ciertas consecuencias desagradables.
Parecería que dondequiera que fuera Pablo encontraba conflicto y controversia, pero cualesquiera fueran las razones de las controversias, el apóstol perseveraba. Jamás dejó de defender las verdades esenciales de su Evangelio y, de hecho, jamás dejó de anunciar el mismo mensaje que experimentaron los primeros cristianos aquel primer Viernes Santo y el Domingo de Pentecostés. Incluso cuando se trataba de resolver problemas específicos en iglesias distintas, Pablo tenía la respuesta en su Evangelio. Y fueron precisamente estos problemas, como veremos cuando nos concentremos en algunas de sus cartas, los que le obligaron explicar más claramente el evangelio que predicaba.
Comentarios