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Cuaresma 2018 Edición

Un plan sencillo

Oración, ayuno, limosna. Tres claves para el crecimiento espiritual en esta Cuaresma

Un plan sencillo: Oración, ayuno, limosna. Tres claves para el crecimiento espiritual en esta Cuaresma

“Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados. Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios. Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.” (Mateo 5, 3-9)

Pensemos en toda la información que recibimos durante el día, por ejemplo, a través de la televisión, el radio, el correo electrónico, los mensajes de texto y las redes sociales como Facebook y Twitter. Es pan de cada día ver ahora a personas que, durante la cena, hablan en sus teléfonos celulares mientras navegan por Internet en sus tabletas electrónicas y al mismo tiempo tratan de ayudar a sus hijos con las tareas escolares. Cada vez nos llenamos de tantas ocupaciones que si queremos poner más atención a una tarea o actividad específica, tenemos que decidirnos a apagar el teléfono y olvidarnos de los demás aparatos electrónicos.

¡Gracias a Dios por el tiempo de la Cuaresma! Con su invitación a la oración, el ayuno y la limosna, la Cuaresma nos ofrece la oportunidad de simplificar el ajetreo de la vida moderna. Es como estar en un retiro, pero pudiendo hacer siempre las rutinas diarias. La Cuaresma nos da la oportunidad de dejar de lado todo aquello que nos demanda atención a diario para darle atención a lo único que realmente es lo más importante de todo: la Persona de Jesucristo, nuestro Señor, su muerte y su resurrección.

Pero, aunque tenemos oportunidades, éstas no cuentan mucho si no las aprovechamos, y para ello, necesitamos predisponernos mejor. Es preciso tener algo concreto a qué comprometernos, a fin de hacer el mejor uso posible de este “tiempo de retiro” que tenemos en la Cuaresma. Por lo tanto, aprovechando las prácticas tradicionales de la oración, el ayuno y la limosna, desarrollaremos un plan para ver cómo vamos a reducir toda aquella información que nos distrae, para poder así poner más atención a lo que el Señor nos quiere prodigar en este tiempo.

Oración. El primer paso es pensar en tus ocupaciones cotidianas y ver qué momento puedes dedicar a la oración personal. ¿Cuándo vas a “irte de retiro” con Jesús? La mayoría de las personas considera que la mañana es la mejor hora, antes de que las exigencias del día se amontonen y te olvides de hacer un alto para hablar con el Señor. Sea lo que sea que decidas hacer, busca un tiempo y un lugar en que las distracciones sean mínimas.

Si buscas un momento y un lugar adecuados tendrás una mejor probabilidad de percibir la presencia del Señor y su orientación para el día. También tendrás una mejor posibilidad de recordar las bendiciones del Señor durante el resto de la jornada.

Cuando te comprometas a hacer oración, recuerda las palabras de Jesús: “Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas” (Mateo 6, 5), “Y al orar no repitan ustedes palabras inútiles, como hacen los paganos” (6, 7), “cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre en secreto” (6, 6). En ninguno de estos pasajes Jesús dijo: “Si quieren orar…”, o “si deciden orar...” No, lo que dijo fue: “Cuando ustedes oren…” Es decir, el Señor da por sentado que vamos a orar. Ahora, si Jesús supone esto, es obvio que espera que lo hagamos.

En cuanto a cómo orar, hay varias maneras de hacerlo, como las siguientes:

• Practicar la lectio divina, o sea, orar y meditar con un texto bíblico
• Rezar el Vía Crucis o Estaciones de la Cruz
• Meditar con las “Siete Palabras de Cristo en la Cruz”
• Unirse a un grupo de oración en tu parroquia
• Orar con la plegaria eucarística de la Misa
• Hacer adoración eucarística frente al Santísimo Sacramento
• Practicar la oración contemplativa

Si no tienes aún una forma acostumbrada de hacer oración, consulta en tu parroquia para saber qué opciones hay. Recuerda que la oración es una parte vital de cualquier retiro, es decir, una parte decisiva si deseas aislarte un poco del estruendo mundano que día a día llega a tus oídos y tus ojos.

Ayuno. ¿Has oído hablar del experimento de las golosinas llamadas “esponjitas” o “malvaviscos” (marshmallows) de la Universidad de Stanford? Iniciado en 1960, es una serie de pruebas que involucra a un grupo de niños de corta edad. Los psicólogos de la universidad ofrecieron dos opciones a los niños: recibir una esponjita para comerla inmediatamente, o bien, esperar 15 minutos y recibir dos. Según los investigadores, apenas un tercio de los niños fueron capaces de esperar a la doble recompensa.

Lo que sucedió con estos niños sucede también con el resto de nosotros, aunque en grados diferentes. Por lo general nos gusta la gratificación inmediata, como pasarse dos o tres horas viendo televisión o quedarse hasta tarde navegando en Internet. Al igual que los niños del test de las esponjitas, nos cuesta resistir la “satisfacción instantánea”.

Contrastemos esto con el ayuno cuaresmal. Esta antigua práctica se remonta a los primeros días de la Biblia. Moisés ayunó en el Monte Sinaí cuando recibió los Diez Mandamientos (Éxodo 34, 27-28); Jesús ayunó durante 40 días en el desierto (Mateo 4, 1-11); Pablo ayunó después de su conversión (Hechos 9, 1-9); los responsables de la iglesia de Antioquía ayunaron antes de enviar a Pablo y Bernabé en su primer viaje misionero (Hechos 13, 3). Todos ellos ayunaron porque sabían que Dios bendice a sus hijos cuando nos privamos de algún tipo de satisfacción, a fin de estar mejor dispuestos para acercarnos a Jesús y fortalecer nuestra decisión de llevar una vida santa.

Victoria. Quizás la mayor bendición que proviene del ayuno es lo que podríamos llamar una “victoria”, vale decir, llegar finalmente a superar algún obstáculo o barrera emocional o espiritual que antes nos mantenía encerrados. De alguna manera, todos necesitamos avanzar en la vida espiritual, ya por tener actitudes egocéntricas o aislarnos de los demás o por querer explorar nuevas vías para llevar una vida más apacible y afectuosa.

Ahora, en la Cuaresma, haz una lista de los principales aspectos de tu vida en los que desees superar un obstáculo, sabiendo que lo puedes lograr haciendo ayuno, es decir, privándote de algo. Luego, al iniciar el ayuno con el fin que te has propuesto, pídele al Señor que te ayude a superar esa barrera.

Al ayunar, como también al orar, te convendría hacerte una guía de ayuno como la que sugerimos a continuación a modo de ejemplo:

1. Escribe lo que quieras conseguir en tu vida de fe, por ejemplo, acercarte a Jesús con más frecuencia y devoción, tener una mejor comunicación en tu matrimonio, superar la ira o la impaciencia, o cualquier otra cosa.

2. Escribe de qué te vas a privar y realmente hacerlo durante un tiempo, por ejemplo, no comer entre comidas, servirte porciones más pequeñas, no mirar televisión una noche a la semana, no decir palabras ofensivas ni obscenas, etc. Escoge algo difícil pero no imposible. La clave es tratar de hacerlo realmente y pedirle al Señor que te dé fuerzas y perseverancia.

3. Utiliza tu forma de ayuno (estómago vacío, no ver televisión, control de tus palabras) como recordatorio para concentrarte en Cristo en la oración, darle gracias por su amor y pedirle que te permita avanzar en tu vida espiritual.

4. Espera que se produzcan los resultados recordando la promesa de Jesús: “Todo lo que ustedes pidan en oración, crean que ya lo han conseguido, y lo recibirán” (Marcos 11, 24) y utiliza este versículo como recordatorio cada vez que te sientas tentado a romper el ayuno. ¡Jesús quiere bendecirte!

5. Perdónate. Si flaqueas en algún punto de esta Cuaresma, no te desanimes. Simplemente pídele al Señor que te conceda su gracia para empezar de nuevo, sabiendo que la misericordia de Dios te ayudará a superar cualquier flaqueza o defecto.

Limosna. Hay dos puntos importantes que recordar al dar limosna. El primero es condolerse de la necesidad de cuantos sufren por diversas razones. El segundo es decidirse a hacer todo lo que uno pueda para ayudar a los necesitados. S.S. el Papa Francisco nos ha dicho que la limosna es “un gesto de sincera atención a aquellos que se acercan a pedirnos ayuda” (Discurso del 9 de abril de 2016).

Entonces ¿qué se puede hacer? Aquí hay algunas sugerencias útiles:

1. Busca en tu casa toda la ropa, las herramientas y los aparatos domésticos que ya no uses, o los alimentos envasados que no pienses utilizar pronto. Reúne todo esto y dónalo a la oficina local de la Sociedad de San Vicente de Paúl o al banco de alimentos de tu parroquia o al albergue para indigentes que seguramente hay en tu ciudad.

2. Revisa tus finanzas y ve si puedes donar algo de dinero en esta Cuaresma a entidades como el Servicio Católico de Socorro (Catholic Relief Services), Caridades Católicas o una institución de caridad de donde tú vives, y haz las donaciones.

3. Hay entidades de servicio social que organizan comedores populares, centros comunitarios y albergues para personas sin hogar. Busca la manera de participar en actividades de ayuda social como éstas, aun cuando sólo sea durante la Cuaresma.

Una Cuaresma sencilla. Tratemos de simplificar nuestra forma de vida durante este período de “retiro” cuaresmal; reduzcamos el ruido y las fuentes de distracción que comúnmente tenemos. Decidámonos tener más presente en el pensamiento y el corazón a Cristo y a nuestra familia.

Lamentándose de lo difícil que resulta hacer realidad las buenas intenciones que tenemos, San Pablo dijo una vez: “Aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo” (Romanos 7, 18). ¡Cambiemos esto en la Cuaresma! Prepara una lista de acciones que te ayuden a disciplinarte en el tiempo cuaresmal. Tratemos todos juntos de simplificar la vida que llevamos para acercarnos más a Jesús en la oración, experimentar grandes avances y “tocar” a Jesús sirviendo a nuestros hermanos “más pequeños” (Mateo 25, 40).

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