Un nuevo feminismo
¡Cuánto bien trae la verdad!
Por: Pablo J. Ginés
Rebeca Bowers-Greene es hoy una conocida activista que defiende el valor de la vida; una católica que vive su fe, que promueve la regulación natural de la fertilidad, la “Teología del Cuerpo” de San Juan Pablo II y un feminismo que protege la vida, la familia y la complementariedad del hombre y la mujer. Pero ella no siempre vivió estas verdades.
Antes era una feminista agnóstica, pro-aborto, defensora de los anticonceptivos y del “matrimonio homosexual”. Para ella, Cristo era un mito. Hasta que el Señor se le puso por delante…Entonces, se bautizó en 2001, en Phoenix, Arizona.
Sin educación ni experiencia de Dios. “No me educaron en ninguna religión, y aunque nunca nadie me animó a ser antirreligiosa, di por hecho que, al no practicar ninguna fe, yo debía ser hostil a la religión en general”, explica Rebeca en entrevista con Religión en Libertad al recordar su infancia y juventud. Y continúa: “Yo pensaba que la religión era sólo una muleta que los hipócritas usaban para excusar sus acciones juzgando y señalando con el dedo a los demás. Yo no era atea, pero sí una agnóstica orgullosa. Siempre sentí que debía existir un Dios, pero me burlaba de la idea de que a Dios le interesase nuestra vida. Me parecía ridículo que la gente rezase antes de un partido, cuando en África la gente pasaba hambre o había niños que morían de leucemia.”
Sin ninguna formación cristiana, ella pensaba que Cristo era un invento, que todo lo que se decía de él, en la Biblia y los testimonios de siglos posteriores o descubrimientos arqueológicos que confirman lo señalado por los evangelios eran falsedades.
Feminista, abortista, pero con novio católico. A los 20 años era una feminista en un país desarrollado, “pro-choice” (defensora del aborto) que desde luego “no pensaba dedicar ni un segundo a considerar que la anticoncepción tuviese nada de malo.”
Pero le pasó algo que no es infrecuente… la conquistó un novio creyente, un joven católico que se tomaba muy en serio la fe. Tan en serio, que ya la primera vez que salieron juntos, él le dijo que iba a entrar al seminario, para discernir una posible vocación sacerdotal. Pero que de todas formas le proponía verse, conocerla, mientras llegaba el momento. Rebeca quedó muy intrigada y quiso conocerlo mejor, entenderlo y para eso, se dijo, tendría que entender esa fe que tanto lo emocionaba a él.
Rebeca, que era una chica estudiosa, se apuntó entonces al curso del Rito de Iniciación Cristiana para Adultos que es común en las parroquias de los Estados Unidos. Así, mientras él entraba al seminario, ella estudiaba la fe. Leyó varios libros de C.S. Lewis, especialmente el titulado “Mero Cristianismo”, que le abrió los ojos, reconoce. Se dio cuenta de que tenía 24 años y no sabía casi nada de ética, moral y menos aún de Dios y su voluntad.
Además, comenta: “Empecé a conocer más y más gente inteligente, amable, bondadosa y realmente creyente.” De niña sólo había conocido malos cristianos, malos ejemplos, pero las personas que conocía ahora le impactaban. La Escritura, la tradición, la ley moral natural... todo parecía encajar bien en la Iglesia Católica y, sintiéndose unida a Cristo, se preparó para bautizarse en la Vigilia Pascual de 2001. Pero no pudo ser.
La prueba y un fuerte enfado. El Jueves Santo, dos días antes del gran momento, su padre murió de un ataque al corazón, justo cuando se preparaba para acudir al bautismo de su hija. “En el día en que se suponía que yo debía entrar en la Iglesia, me encontraba eligiendo el ataúd para mi padre. Odié a Dios y a la Iglesia. A mi padre, mi primer amor, se lo había llevado la muerte, y a mi novio se lo había llevado Dios al seminario. Estaba enfadada y me dije que nunca perdonaría a Dios por esto.”
Pero pasaron los días y entendió una cosa: “La muerte de mi padre habría sido en vano, porque él murió viniendo a ver mi bautizo, y yo lo había dejado. Aún enfadada, decidí recibir los sacramentos unos meses después”. Luego, para su alegría, su novio dejó el seminario y los dos retomaron la relación. Los dos habían cambiado, tenían que aprender a conocerse de nuevo.
Regulación natural, coherencia católica. En la preparación para el matrimonio, tomaron un curso de regulación natural de la fertilidad. Eso, recuerda Rebeca, les ayudó a fortalecer su relación y fe. Además, dice, fue un paso para profundizar y redescubrir la visión católica de la vida. Pero seguía enfadada con Dios y durante nueve meses no fue a comulgar. No se fiaba de Dios ni de sus intenciones, aunque no podía dejar de reconocer que le fascinaba la enseñanza de la Iglesia, de la fe, de su moral hermosa y exigente. “También su defensa de la vida, de la mujer y de los más débiles.” Sus heridas fueron sanando y finalmente se reconcilió con el Señor.
“Hoy sé lo que es el verdadero feminismo: asumir la femineidad y el designio con que Dios me creó. Es estar casada con alguien que lo honra y lo respeta, educar a los hijos para que entiendan cuál es la dignidad de la persona.”
Rebeca y su marido tienen cinco hijos, cuatro en su hogar y un bebé en el cielo. “Hablamos a novios y matrimonios sobre la Teología del Cuerpo, la enseñanza de la Iglesia sobre la vida, la familia y la fecundidad; escribo y doy charlas en el Movimiento Pro Vida. Y es para mí un honor presentar esta verdad a tanta gente que nunca la ha escuchado.”
Antes, Rebeca era pro-aborto, agnóstica y decía que Cristo era un mito, hasta que lo conoció personalmente. Ahora,propone un nuevo feminismo, que defienda a los hombres, las mujeres y los niños. La Teología del Cuerpo y la regulación natural de la fertilidad son las herramientas que cambiarán la cultura.
Publicado en www.religionenlibertad.com en 2013 y en www.portaluz.com en 2016. Usado con permiso.
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