La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Julio/Agosto 2013 Edición

Un misterio envuelto en un cuerpo humano

Reflexiones sobre la Virgen María

Por: Catalina Doherty

Un misterio envuelto en un cuerpo humano: Reflexiones sobre la Virgen María by Catalina Doherty

El 15 de agosto se celebra la fiesta de la Asunción de la Virgen María. Es una oportunidad en la que podemos recordar y alegrarnos por el hecho de que Dios preservó a María del pecado y de la oscuridad de la sepultura.

Es también una especial oportunidad para reflexionar en que María fue un ser humano como nosotros, que ya disfruta del glorioso futuro que nos pertenecerá gracias al poder de la Resurrección de Cristo. Consideremos a la Virgen María tal como ella es. Por supuesto ella está glorificada, es la Madre de Dios. Es cierto que ella está elevada en los cielos, pero también es una persona como nosotros, y esto es lo que quisiera exponer ahora.

María se casó con un carpintero. No era una mujer influyente en Nazaret, ciudad muy pequeña. José tampoco era una persona influyente. María atendía a su marido y a su hijo, especialmente cuando éste era pequeño. Cocinaba, fregaba, lavaba la ropa, tejía, cuidaba el huerto y ponía la casa en orden. Me encanta su normalidad, porque ella parece tan común y corriente y al mismo tiempo tan extraordinaria.

Su hogar era un hogar ordinario, y esto es lo más fantástico. ¡Nuestro Señor escogió a una mujer trabajadora para que fuera su madre! Me maravillo viendo todas las cosas que le sucedieron sin que pareciera que nada sucedía.

Madre de Dios, Madre de todos. ¿Quién es Nuestra Señora? Es casi imposible explicarlo.

Ella es madre y atrae a todas las madres. Es virgen y atrae a todas las jóvenes. También atrae a los mayores. Se levantaba muy de mañana y algunos días iba a lavar la ropa a la fuente. Las mujeres de Nazaret deben habérsele acercado constantemente por lo que ella era, y seguramente mantenía dulces y caramelos en casa, aquellos caramelos del Medio Oriente que son tan buenos, de manera que sin duda los niños venían a verla.

Cuando pienso en ella lo hago en términos muy realistas, pero también pienso que era una mujer con el poder de mantenerse en silencio de pie bajo la cruz de su hijo. Y de una manera increíble, darse cuenta en ese momento de que ella era la escogida para ser la Madre de todos los hombres y mujeres por las cuales él había muerto. Ella es la mujer de la palabra y del silencio. Ella es más fuerte que un ejército en condición de combate y es tan débil como solo una mujer puede ser con Dios. Ella sacudía y limpiaba, cocinaba y sabía cómo tejer. Su vida era un mar de cosas pequeñas, tan insignificantes que casi no vale la pena mencionarlas. Había que moler el maíz, barrer la casa, preparar la comida; día tras día la Madre de Dios hacía estas cosas.

De ella podemos aprender la cualidad de saber escuchar y recibir adecuadamente las palabras humanas y también las palabras de Dios, y guardarlas en el corazón hasta que el Espíritu Santo las abra y nos dé la respuesta a nosotros como se la dio a ella.

Si no conoces a nuestra Señora, nunca conocerás a su Hijo, porque el inmenso misterio de nuestra fe es que Dios escogió a esta muchacha del pueblo para que fuera su Madre. ¿Puedes ver la figura? El Dios inmenso e infinito se inclinó sobre una adolescente y le preguntó si ella quería ser la Madre de su Hijo. Ella le dijo que si, el sí que nosotros no queremos dar.

Conversar con María. ¿Quién es nuestra Señora? Una mujer como tú y yo. Es alguien que llevo en el corazón día tras día y que está conmigo como amiga, y a quien le puedo hablar. Todos deberíamos conversar con ella acerca de su Hijo. Porque, si ustedes lo piensan, ella le cambiaba los pañales y él tomaba su leche; y ella besaba sus pequeñas heridas como cualquier madre con su hijo pequeño. Él se hacía una herida, y ella se la llenaba de besos. Él caía y se levantaba, y probablemente ella le decía: “Come el cereal” y “Ponte las sandalias porque está mojado.”

¿Qué otra persona ha vivido con Dios como lo hizo María? ¿A quién más podemos preguntarle para saber que él es realmente un hombre? ¿A quién mejor preguntarle que a la mujer que lo llevó durante nueve meses en su seno virginal?

No es sorprendente que sepas tan poco acerca de ella si piensas que María es principalmente la Reina de los ángeles o la Reina de todo el universo, porque, si te das cuenta, Dios fue carpintero y ella fue dueña de casa. Y Dios está en el cielo y todavía tiene sus manos endurecidas en su cuerpo glorificado. Y a ella, que también ha sido asunta al cielo y ahora tiene un cuerpo glorificado, se ve en sus manos que ella era una mujer trabajadora.

Así empezamos a vislumbrar un misterio envuelto en un cuerpo humano, nacido de una madre y un padre humanos, san Joaquín y santa Ana. Ella fue engendrada por dos personas tal como tú y yo fuimos engendrados por dos personas. Ella fue precisamente una criatura humana ordinaria.

¿Cómo no amarla? ¿Cómo no ir corriendo hacia ella? Ella posee el secreto de todas las cosas, ahora que está donde está. Y cuando tú te preocupas acerca de algún tipo de misterio o tienes alguna dificultad con algún asunto espiritual, ¿por qué no vas a ella? Ella te dirá: “Oh, cálmate. He conocido el secreto durante siglos. Pero ahora te lo entrego, es tuyo. Sentémonos a conversar.”

¡Qué realidad más extraña que Dios la haya escogido a ella para que fuera la puerta a través de la cual él viniera al mundo! Pero allí está ella, como una puerta abierta para que entremos todos nosotros. 


Extractado del libro Bogoroditza: She Who Gave Birth to God. (www.madonnahouse.org/publications). Traducido y adaptado con permiso.

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