La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Octubre 2014 Edición

Un matrimonio misionero

Una pareja encuentra a Dios en su vida matrimonial

Por: Humberto Díaz e Isabel Botía

Un matrimonio misionero: Una pareja encuentra a Dios en su vida matrimonial by Humberto Díaz e Isabel Botía

Nos casamos el 15 de agosto de 1980, día de la Asunción de la Virgen María, sin imaginarnos en absoluto todo lo que el Señor tenía previsto para nosotros.

Lo único que teníamos bien claro era el gran amor que nos unía y los sueños que teníamos de construir juntos una familia.

Algo que se nos quedó grabado en la mente y el corazón fue el texto del Evangelio (Mateo 5, 13-16) que se proclamó en la liturgia que presidió Mons. Julio Botía, hermano de Isabel, y que nos hablaba de ser “sal de la tierra y luz de este mundo”. Aunque en ese momento no comprendíamos la dimensión de esta afirmación, con el correr de los años nos dimos cuenta de la grandeza que encierra y del gran compromiso que implica, de tal forma que se convirtió en un punto de referencia para lo que fue la construcción de nuestra familia y el desarrollo de nuestro ministerio como esposos.

Tras las dificultades, un nuevo comenzar. Durante los tres primeros años de nuestro matrimonio, ya habiendo nacido nuestros dos hijos mayores, tuvimos una buena relación de pareja. Pero nos vimos enfrentados a una de las peores crisis que vivimos en nuestro matrimonio, que amenazó con destruir el proyecto de vida que estábamos construyendo. Llevábamos una vida que considerábamos normal, pero nos hacía falta superar, de una forma adecuada, la etapa de acoplamiento que deben tener todas las parejas. Vino un período de alejamiento en donde se generaron heridas que pusieron en peligro la estabilidad de nuestro naciente hogar.

Fueron momentos difíciles ocasionados por mis llegadas tarde a la casa, y la mutua falta de atención del uno hacia el otro. Aunado a lo anterior, los conflictos derivados de la excesiva dedicación al trabajo, la prioridad exagerada a compromisos laborales y a los amigos, algunas interferencias de las familias políticas en nuestra intimidad y en la construcción de nuestro propio estilo de vida y, sobre todo, porque no teníamos suficiente claridad en algunos temas claves de la relación.

Entre tantas voces que nos llegaban, comenzaron a escucharse también las provenientes del mundo, que nos decían que no había esperanza, que lo mejor era la separación y que cada uno hiciera su propia vida. Pero entre esas voces, también estaba la de Dios, a través de personas que nos hablaron de diálogo, de perdón, de restauración. Así fue como asistimos a un “Encuentro Matrimonial”, en donde se nos presentó una nueva oportunidad.

Todavía recuerdo la actitud de mi esposa, cuando en un momento de tristeza e incertidumbre, me tomó de la mano y mirándome con mucho amor me dijo: “Juntos vamos a salir adelante.” Nos pedimos perdón y en ese momento experimentamos la misericordia de Dios, cuando cada uno escuchó de los labios del otro “Yo te perdono.”

Así fue que nuestra unión evolucionó de la desilusión al júbilo y nos encontramos con un amor maduro, probado en el fuego y sobre todo descubrimos la misión, el plan que Dios tenía para nosotros. Fue el primer y definitivo paso en el caminar de una vida de servicio a parejas necesitadas, que nos ha permitido unirnos cada vez más, recibir la bendición de otros dos hijos, tener la oportunidad de hablar del amor de Dios a hombres, mujeres, parejas y familias y dejarnos guiar por él para que muchas familias encuentren el camino de la felicidad.

El haber recibido ayuda de parte de personas que ni conocíamos, nos hizo pensar en tantos matrimonios que pasan por situaciones de crisis y que, por no tener quién les muestre una luz, se pierden por el camino y se destruyen, dejando heridas profundas e hijos que crecen en medio de las deficiencias que ocasionan la separación de sus padres. Entonces, decidimos unirnos a aquellos que, sin esperar nada a cambio, trabajan por la restauración y la unidad de la familia.

Un nuevo horizonte. A finales de la década de los ochenta, ocurrió un hecho que marcó un nuevo rumbo en nuestro camino. Monseñor Julio Botía fue nombrado Director de las Obras Misionales Pontificias en Colombia, y él nos invitó a compartir un sueño que poco después se hizo realidad. Luego de un proceso de oración, comenzamos a tener una serie de reuniones y encuentros con otros movimientos, hasta que surgió el apostolado “Familia Misionera”, constituyéndose esta iniciativa como pionera al hacer eco a la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, que recientemente había publicado el Papa Juan Pablo II.

Se constituyó un equipo animador del proceso de familia y en el año 1996 sentimos el llamado a iniciar un nuevo proyecto. Con el padre Diego Jaramillo, presidente de la organización Minuto de Dios, formamos parte del equipo fundador del apostolado “Hombres y Mujeres de Futuro”, un movimiento que trabaja por la reconciliación de la familia, haciendo énfasis en promover la presencia de muchos hombres comprometidos en nuestra Iglesia Católica.

La obra del Espíritu Santo. Por esos días, Isabel asistió a un Seminario de Vida en el Espíritu de la Renovación Carismática Católica, en donde recibió enseñanzas acerca del actuar del Espíritu Santo, que luego me compartió con gran entusiasmo. Seguimos recibiendo enseñanzas de diferentes fuentes, que nos daban a conocer la grandeza de la acción del Espíritu Santo en la vida de una persona, una familia, una comunidad y en la Iglesia en general.

Desde ese mismo día se abrió para nosotros una nueva puerta y comenzó el descubrimiento de ese ser maravilloso, de esa Tercera Persona de la Santísima Trinidad, prometido por Jesucristo para todos nosotros. Descubrimos otras dimensiones de la oración y se abrió aún más nuestro corazón para acercarnos a la fuente de vida que se encuentra en las Sagradas Escrituras y en la Eucaristía. De esa manera comenzamos a conocer lo maravilloso que es vivir conforme al Espíritu Santo de Dios.

Esta etapa de nuestra vida, que se ha desarrollado en la Renovación Carismática Católica, nos ha llevado por sendas que nos han permitido recoger nuestra experiencia de vida que ha quedado plasmada en los libros “Dame tu mano toma la mía. Claves para un Matrimonio Feliz” y “Familias Victoriosas”, de los cuales somos autores.

Apostolado internacional. Uno de los hechos más significativos para nuestra vida, es que, como una inmensa gracia de Dios y debido a la postulación que de nuestros nombres hizo la Conferencia Episcopal Colombiana, fuimos nombrados miembros del Pontificio Consejo para la Familia.

Reconocemos de manera especial que todo ha sido posible gracias a Dios y a los aportes de muchas personas que a lo largo de nuestra vida han dejado huellas imborrables. Les pedimos a todos que nos acompañen con sus oraciones y a Dios que nos dé mucha vida para seguir sembrando semillas de reconciliación a donde él nos indique.

Los esposos Isabel Botía y Humberto Díaz son autores de varias publicaciones relacionadas con temas familiares y han sido invitados a dirigir encuentros y dar conferencias en los Estados Unidos y en varios países de Latinoamérica y Europa.

uienes deseen ponerse en contacto con ellos les pueden escribir a: humbertodiazv@gmail.com o isabelbotia@gmail.com.

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