Toda de Dios
La santidad de la beata sor María Romero, Patrona de la JMJ
Por: María Vargas
—María, ¿dónde está el vestido que estrenaste hace solo unos días?, preguntó doña Anita.
—Se lo di a la niña pobre que pasó esta mañana por la casa.
—¿Regalaste tu vestido nuevo?
—Sí, mamá, el que ella traía estaba viejo y todo remendado. Como es de mi tamaño, pensé que el mío le quedaría mejor. ¡A los pobres se les da siempre lo mejor! ¿No es cierto?
Doña Anita se quedó sin argumentos. Ella y su esposo Félix, con la ayuda de la abuela, criaban a sus 14 hijos inculcándoles el valor de la generosidad por los más necesitados. Y aunque tuvo que explicarle a María que no podía regalar todos sus vestidos a cada niña pobre que tocara a su puerta, se sentía orgullosa de la sensibilidad que su hija tenía con los desamparados.
María nació el 13 de enero de 1902 en Granada, Nicaragua, en el seno de una familia acomodada. Cuando tenía nueve años, llegaron a Nicaragua las Hijas de María Auxiliadora, religiosas que fundaron un colegio al cual ella asistió. Desde niña tuvo una sensibilidad especial a la guía del Espíritu Santo; y la pobreza y la amabilidad de las misioneras inspiradas por San Juan Bosco fue lo que el Señor utilizó para llamarla a entregarse del todo a él.
Respuesta al llamado. A los 18 años, María partió a El Salvador como postulante. Separarse de sus padres y hermanos y de su tierra natal fue doloroso para ella, pero era obediente y estaba decidida a cumplir con la voluntad perfecta que Dios tenía para ella. Por su talento musical fue asignada como maestra de música de las aspirantes y en 1921 se convirtió en novicia. Sus votos perpetuos los profesó el 6 de enero de 1929, en el Colegio de María Auxiliadora en Granada, Nicaragua.
En ese tiempo, María decide portar una libreta para anotar sus oraciones, sus pensamientos y sentimientos y también los pensamientos de los santos que tuvieron gran resonancia en su vida, como San Juan de la Cruz, San Agustín y Santa Catalina de Siena. “Toda para todos, porque soy toda de Dios”, decía pues estaba decidida a entregarse a los demás, sin importarle el costo.
En 1931, su congregación la envió a San José de Costa Rica y allí, durante 46 años, se dedicó a cumplir su obra: dedicada a los más pobres y necesitados. Entre sus muchas obras, abrió consultorios médicos para aquellos que carecían de seguro social, fundó la Casa María Auxiliadora, un internado para muchachas sin hogar, capacitó a muchas mujeres en oficios como la cocina y la costura, construyó viviendas para familias que vivían en situación de pobreza extrema, entregaba ropa ya fuera a precios mínimos o de forma gratuita y diariamente repartía canastas de alimentos.
Pero su mayor preocupación al llegar al país fue descubrir la gran pobreza espiritual que allí había. Los marginados no recibían atención de ningún tipo. Fue así que comenzó a establecer oratorios, llegando a abrir más de 50 en todo el territorio costarricense.
Apostolado de servicio. En San José trabajó como educadora de música en el Colegio María Auxiliadora. Como imponer disciplina entre sus estudiantes no era su principal talento, con frecuencia la frustración la llevaba a las lágrimas; sin embargo, las hermanas jamás escucharon ni una sola queja salir de su boca.
Sor María Romero demostró varias cualidades que le ayudaron a enseñar a los jóvenes a ser discípulos de Jesús. Por ejemplo, no caer en el consumismo ni el materialismo, y practicar el desprendimiento. La educación que ella recibió, y a su vez trasmitió a los demás, le permitió abrir su corazón y sus ojos para descubrir a Jesús en los pobres. Un pasaje del Evangelio que se cumplió a cabalidad en su vida es: Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron (Mateo 25, 40).
Se preocupaba por los enfermos y los marginados y enseñaba a los jóvenes cuál debe ser la actitud frente al servicio y la ayuda, pues ella siempre estaba dispuesta a servir a los demás y entregarse por completo a cuantos la rodeaban y a Dios.
Sin embargo, las dos enseñanzas más importantes que sor María nos dejó a todos fueron su fe viva en Jesucristo y su devoción a la santísima Virgen María. Junto con su fe inquebrantable, María Romero amaba a la Virgen con todo su corazón. Reconocía en ella a una madre que cuida de sus hijos, y sabía que podía acudir a Nuestra Señora en cualquier momento y circunstancia, teniendo la fe de que, por medio de su intercesión, el Señor le concedería todo lo que ella necesitara.
Sor María siempre buscó la voluntad del Señor y procuró obedecerla siempre, sin fijarse en las consecuencias que esto implicara. Desde pequeña supo que quería entregar toda su vida a Dios y no titubeó en responder al llamamiento del Señor.
Fama de obradora de milagros. Cuando iba a Nicaragua, muchos creyentes peregrinaban a Granada para verla, conversar con ella y pedir algún milagro, especialmente curación física.
Con frecuencia compraba cosas para los pobres, pero a la hora de pagar, no tenía dinero, por lo que acudía inmediatamente a María Auxiliadora y con la intercesión de ella obtenía el dinero que necesitaba. Así, por ejemplo, sucedió una vez cuando un hombre, que deseaba vender su fábrica, le solicitó a sor María su intercesión y a cambio le prometió donar a los pobres un porcentaje de la venta. El hombre logró vender su fábrica y cumplió su promesa, donándole a sor María la cantidad exacta que ella necesitaba para cubrir una deuda.
Actualmente, muchos fieles que necesitan vender, por ejemplo, un auto o una propiedad, hacen con sor María el mismo “trato”: piden su intercesión y le ofrecen donar una parte de la ganancia a los pobres que son atendidos en las obras de sor María Romero. ¡Lo que desean vender, se vende de inmediato!
También, en cierta ocasión, sor María acudió a la Virgen para solicitarle agua bendita y milagrosa como la de Lourdes. Le parecía que no era justo que el agua sanadora se encontrara tan lejos de sus tierras latinoamericanas. Su petición fue concedida y con el agua que sacó del grifo sanaron varios enfermos. Luego, decidió hacer su propio pozo y con el agua que de ahí se obtiene, se han realizado numerosos milagros, los cuales han sido documentados como parte de su proceso de beatificación. También se documentó la sanación de una joven de quince años que padecía de leucemia.
Muchos son los milagros y fenómenos sobrenaturales que se cuentan de ella. Por ejemplo, el rosal que, mientras ella lo regaba, se inclinó para acariciarla; también, el caso de una hermana que una tarde presenció cómo sor María levitaba mientras rezaba en la capilla, y la ex alumna que telefoneó desde Granada a Costa Rica para pedir su ayuda y ¡conversó con ella!… unas horas después de que sor María había fallecido en Nicaragua. Incluso, llegó a predecir el terremoto que destruyó la ciudad de Managua en diciembre de 1972. En ocasiones hubo testigos de estos acontecimientos, pero ella les pidió que no contaran nada de lo que habían visto hasta que ella hubiera muerto.
Sor María Romero falleció el 7 de julio de 1977, a los 75 años de edad, mientras dormía apaciblemente en una casa donde la habían llevado a vacacionar y renovar fuerzas. Sus restos descansan en Costa Rica, país que ella consideró su segunda patria, aunque nunca renunció a su nacionalidad nicaragüense. Su fama trascendió las fronteras centroamericanas y se extendió hasta los Estados Unidos y a países de América del Sur. A finales del siglo XX, fue declarada personaje célebre de Granada del Siglo y del Milenio. El 14 de abril de 2002 fue beatificada por San Juan Pablo II.
Santos Patronos. Cada tres años, desde 1985, el Papa convoca a los jóvenes de todo el mundo a participar en un encuentro con él. Fue San Juan Pablo II quien, por su amor a los jóvenes y por considerarlos la esperanza de la Iglesia, inició estos encuentros, a los cuales llamó Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Estas jornadas se han realizado en diferentes países y los han seguido celebrando tanto el Papa Emérito Benedicto XVI como el Papa Francisco.
En 2019, la JMJ se celebra en Panamá, del 22 al 27 de enero, acontecimiento que ha tenido una gran acogida en Centroamérica, donde miles de jóvenes se preparan para encontrarse con Cristo y tener un tiempo de renovación espiritual.
La Jornada Mundial de la Juventud cuenta con varios santos patronos, escogidos por ser modelos de santidad, virtud y obediencia para la juventud, como la beata sor María Romero, el propio San Juan Pablo II, San Juan Bosco, San Óscar Romero, San Joselito (José Luis Sánchez del Río), beato Pier Giorgio Frassati, San Juan Diego, Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres.
Hermano que lees, te animo a unirte en oración con la Iglesia por los jóvenes peregrinos de todo el mundo que se congregan en Panamá. Pidamos al Señor que su encuentro con el Papa reavive la llama de su fe en Cristo Jesús y sea el inicio de una gran renovación en la Iglesia. Que el Señor conceda a estos jóvenes seguir el ejemplo de sor María Romero y abrir el corazón para servir a los más pobres, no solo a quienes carecen de bienes materiales, sino también a quienes necesitan encontrar y experimentar en su propia vida el amor de Cristo Salvador.
María Vargas es colaboradora de La Palabra Entre Nosotros y reside en San José, Costa Rica.
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