La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Febrero de 2019 Edición

Sobre la vida humana

Las profecías de San Pablo VI

Por: el padre David Wells

Sobre la vida humana: Las profecías de San Pablo VI by el padre David Wells

En 1968, es decir, hace ya cincuenta años el Papa San Pablo VI, canonizado en octubre pasado, escribió una encíclica titulada Humanae Vitae. El titulo quiere decir “La vida humana.” En esta importante carta papal, Pablo VI reafirmó la enseñanza perenne de la Iglesia sobre las relaciones maritales y el uso de los anticonceptivos. Las relaciones maritales contienen en sí dos fines: la apertura a la vida y la unión de los esposos. El uso del anticonceptivo frustra los fines de dichas relaciones, y por tanto es gravemente inmoral.

La ley natural nos ayuda a entender que los fines de las relaciones conyugales son la procreación y el bienestar de los esposos. La revelación bíblica apoya lo que sabemos según la ley natural.

La unión conyugal. El primer mandamiento que Dios da a nuestros primeros padres, Adán y Eva, dice lo siguiente: “Y los bendijo Dios con estas palabras: ‘Sean fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra y sométanla’.” (Génesis 1, 28 BJ). En el matrimonio, Dios llama a los esposos a ser co-creadores con él. El matrimonio, que es permanente y exclusivo entre un hombre y una mujer, es una vocación santa en la Iglesia. Dice la Palabra de Dios: “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” (Génesis 2, 24 BJ). Este es el plan de Dios desde las primeras páginas de la Biblia y lo sigue siendo hoy en día.

El anticonceptivo es un impedimento que obstaculiza el acto más unitivo y creativo del matrimonio. En el acto más generoso y donativo de la unión matrimonial, el anticonceptivo inserta una declaración que dice “no.” Es una declaración de que mi fecundidad no te pertenece a ti, ni la tuya a mí. Esto ocasiona una falta de entrega de los esposos y por eso va en contra de la unidad conyugal, de la cual habla el segundo capítulo del Génesis: “Los dos llegan a ser una sola carne.”

Anticonceptivos y divorcio. El vínculo entre el uso de los anticonceptivos y el divorcio es indiscutible. Obviamente los anticonceptivos van en contra de la obligación de estar dispuestos a aceptar la vida, es decir, introducen una ruptura grave entre las relaciones maritales y la procreación. La voluntad de Dios es que haya un vínculo íntimo entre ambos esposos, pero el anticonceptivo los separa el uno del otro.

Las consecuencias de todo esto no son triviales. No se trata de que la Iglesia quiera inmiscuirse en los asuntos íntimos y minuciosos de la vida matrimonial. Un aspecto grave es que el anticonceptivo cambia radicalmente el significado del matrimonio, y San Pablo VI fue quien profetizó este cambio. Creo que es por sus muchos méritos y también su valentía frente al mundo actual, que tiende (tal vez inconscientemente) a causar un cambio destructivo en el matrimonio, que el Papa Francisco lo canonizó en octubre pasado.

Profecías de Pablo VI. Hay varias profecías de Pablo VI que tristemente se han concretado en la realidad debido a la amplia aceptación que tienen los anticonceptivos en la sociedad actual.

En Humanae Vitae, San Pablo VI volvió a explicar la verdad inalterable acerca de la naturaleza de las relaciones conyugales: que tienen dos fines inseparables, la procreación y educación de los hijos y la unión de los esposos. En ese tiempo, hace ya 50 años, advirtió el Papa que si la sociedad cambiara el significado de las relaciones maritales con la aceptación general del anticonceptivo, habría consecuencias que causarían graves detrimentos en la sociedad. Lamentablemente, hemos visto que en efecto la sociedad ha aceptado en forma generalizada el uso de los anticonceptivos y ahora, después de cincuenta años, parece que el papa era profeta, pues sus advertencias se han hecho realidad.

Consecuencias nefastas. Primero, advirtió que la aceptación de los anticonceptivos causaría un aumento del número de abortos. Mucha gente, tanto fuera como dentro de la Iglesia, reaccionó en contra de esta profecía porque creían que el anticonceptivo ayudaría a poner fin al aborto. Después de cincuenta años y de alrededor de 60 millones de niños abortados solo en este país, las palabras de Pablo VI resultan ser más acertadas que nunca.

Su segunda advertencia fue que el uso de los anticonceptivos traería más infidelidad matrimonial y una disminución general de las normas de moralidad. Otra vez, es casi imposible no reconocer que esta advertencia indiscutiblemente se ha cumplido en efecto. La tasa de divorcio ha aumentado precipitadamente en las últimas décadas, muchas veces debido a la infidelidad conyugal, y el nivel de conducta moral ha bajado marcadamente.

Tercero, el Papa advirtió que el uso de los anticonceptivos sería dañino para las mujeres, en directa contradicción a lo que predicaba la sociedad en esa época. Sería dañino para ellas, porque los hombres tenderían a respetarlas menos y a utilizarlas como objetos en vez de protegerlas y amarlas como personas con gran dignidad. Es una realidad indiscutible que la percepción de la mujer cambia según se acepta el anticonceptivo a nivel social. El movimiento nacional MeToo! (Yo también, https://metoomvmt.org/) es una evidencia entre muchas de la veracidad de esta profecía del Papa.

Finalmente, el Papa predijo que las naciones empezarían a manipular a la familia con esterilizaciones forzadas y limitando el número de hijos permitidos. No hace falta más que ver la historia del país de China en estas últimas décadas para ver que esta advertencia se ha hecho realidad en gran escala.

Creo que es hora de poner atención a lo que dijo San Pablo VI, que predijo hace cincuenta años cuál sería nuestra situación actual. Es hora de rescatar a la familia y la sociedad y hay que dar comienzo al proceso de obedecer la ley natural y la ley divina.

Paternidad responsable. San Pablo VI advirtió que si no se respetaba la naturaleza de la expresión sexual entre los esposos, especialmente recurriendo al uso de los anticonceptivos, las consecuencias que resultarían en el mundo serían gravemente dañinas: el aumento del número de abortos, la denigración de la mujer por el hombre hasta tratarla nada más que como objeto del placer egoísta, la infidelidad matrimonial, que lleva consigo la degradación de la moralidad general en la sociedad, y el control ilícito de la reproducción humana de parte de los gobiernos de varias naciones.

El Papa también habló de la paternidad responsable. ¿Qué quiere decir esto? Que los esposos tienen la obligación de discernir si Dios los está llamando a tener un hijo o si, por motivos serios, deben abstenerse de tratar de concebir una nueva vida. Existen momentos en la vida del matrimonio en que, por razones serias, los esposos disciernen que no deben tratar de concebir un hijo. Las razones serias para evitar un embarazo varían, por ejemplo, por dificultades económicas, problemas de salud, transiciones en la vida como un traslado a otra localidad, cambio de trabajo, etc. Lo importante es que la pareja debe discernir, con seriedad, si es conveniente que por el momento no traten de concebir un hijo.

Cuando un matrimonio está tratando de evitar un embarazo, se requiere entonces la abstinencia de la relación conyugal. Para practicar la abstinencia, los padres deben ejercer la virtud de la castidad. Es decir, tienen que dominar sus pasiones mediante el uso de las facultades superiores que todos tenemos: el intelecto y la voluntad. Todo esto es parte de la paternidad responsable de la que habla el Santo Padre.

Planificación Natural de la Familia. Pablo VI instó a promover el desarrollo más profundo de la planificación familiar natural que utiliza la ciencia y los ritmos naturales del organismo femenino para determinar los tiempos de fecundidad. Durante los últimos 50 años el entendimiento de la planificación familiar natural ha logrado grandes avances para ayudar a los esposos a entender cuándo son los periodos de fecundidad e infecundidad.

La Planificación Natural de la Familia (PNF) es parte de la espiritualidad del matrimonio, que habilita a los esposos a vivir las verdades fundamentales del matrimonio de acuerdo con el designio de Dios: la procreación y educación de los niños y la unión de los esposos.

La planificación natural utiliza las técnicas de la ciencia moderna combinadas con el conocimiento del cuerpo femenino para determinar los días fértiles de la mujer durante su ciclo. Durante los días fértiles de la mujer, el matrimonio que utiliza la planificación natural para evitar la concepción, se abstiene de las relaciones sexuales. La PNF, utilizada cuidadosamente, es tan eficaz como cualquier anticonceptivo para evitar la concepción.

Una pregunta frecuente es ¿en qué se diferencia la PNF del uso del anticonceptivo? Las diferencias son grandes. Con la planificación natural, se requiere la comunicación entre el marido y la esposa acerca del llamado de Dios para tener (o no tener) más hijos. La PNF no requiere ningún producto químico dañino, ni cirugías ni mecanismos que gravemente alteran el cuerpo de la esposa.

La actitud de la persona que utiliza los anticonceptivos es que la fecundidad es peligrosa y que se debe intervenir para controlarla. Por el contrario, el matrimonio que usa la planificación natural reconoce que la fecundidad es un gran don de Dios, que es saludable y que funciona como Dios la diseñó, así que no es necesaria ninguna intervención para impedirle que funcione. La planificación natural no maltrata el cuerpo, sino que lo respeta.

Tal vez la diferencia más grande entre el anticonceptivo y la planificación natural se revela en la tasa de divorcios. La tasa de divorcios en los Estados Unidos hoy en día es de alrededor de 50%. En los matrimonios que utilizan la Planificación Natural de la Familia el divorcio es de menos de 5%. Cuando obedecemos a Dios, incluso en los momentos difíciles, el matrimonio y la familia se fortalecen.

Es innegable que desde el principio, Dios creó no solo al hombre y la mujer, sino el matrimonio y también la familia, para que fueran las bases de la sociedad humana, y de hecho lo son. No hay nada que el ser humano pueda quitar, añadir o modificar de esa fórmula para hacerla mejor, porque ya es perfecta. Cada intento que hace el ser humano de alterar la vida que Dios creó como designio de su voluntad divina, la echa a perder e introduce al mismo tiempo nuevas formas de desobediencia a Dios, vale decir, de pecado. Reafirmemos, pues, la excelencia y la validez del matrimonio sacramental y de la familia como Dios los creó.

El padre David Wells es Vicario en la Parroquia de San Rafael, Arquidiócesis de Washington.

Comentarios