Si no te lavo. . .
Jesús no vino a ser servido, vino a servir
Pedro pensó que ya lo había visto todo. El tiempo que había pasado con Jesús le había ampliado mucho sus horizontes, pero ¡esto era otra cosa! ¡Era simplemente demasiado! Jesús, el hombre a quien él había llamado “el Santo de Dios” (Juan 6, 69), quería lavarle los pies. ¿Cómo iba a dejar que su Maestro hiciera eso? De hecho, pensaba que si alguien tenía que lavar los pies, sería él, Pedro, y por eso protestó: “¡Jamás me lavarás los pies!” (13, 8).
Tal vez nos parezca cómica esta reacción de Pedro y pensaríamos: “¡Otra vez! El precipitado pescador que siempre actúa antes de pensar.”...
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