San Benito
Padre del monasticismo occidental
Por: Compilado por el editor
En 1980, San Juan Pablo II nombró a San Benito (en latín Bendictus, que significa “Bendecido”) como santo Patrón de toda Europa, en el XV Centenario de su nacimiento, porque ha sido el santo que probablemente ha influido más en ese continente, por medio de la comunidad religiosa que fundó (la primera de todas), y por medio de sus maravillosos escritos y sabias enseñanzas. San Benito fue el iniciador del monasticismo en Occidente y los monasterios benedictinos se convirtieron en centros de fe y cultura.
Su gran amor y su fuerza fueron la Santa Cruz, con la que hizo muchos milagros. Fue un poderoso exorcista. Este don para someter a los espíritus malignos lo ejerció utilizando como sacramental la afamada Cruz de San Benito.
Ora et labora. San Juan Pablo II pronunció las siguientes palabras en la ciudad de Nursia, Italia, el 23 de marzo de 1980:
“San Benito supo interpretar con perspicacia y de modo certero los signos de los tiempos de su época, cuando escribió su Regla en la que la unión de la oración y el trabajo llega a ser para los que la aceptan el principio de la aspiración a la eternidad: ‘Ora et labora, ora y trabaja.’ Interpretando los signos de los tiempos, Benito vio que era necesario realizar el programa radical de la santidad evangélica de una forma ordinaria, en las dimensiones de la vida cotidiana de todos los hombres.
Llegó a ser también pionero de una nueva civilización. Por todas partes donde el trabajo humano condicionaba el desarrollo de la cultura, de la economía, de la vida social, añadía Benito el programa benedictino de la evangelización que unía el trabajo a la oración y la oración al trabajo. Si mi predecesor, Pablo VI, llamó a San Benito patrón de Europa, es porque podía ayudar en este respecto a la Iglesia y a las naciones de Europa.”
Reseña biográfica. San Benito nació en Nursia (cerca de Roma) en el año 480. De padres acomodados, fue enviado a Roma a estudiar filosofía y letras. En aquel tiempo, la población de Roma era muy mezclada: cristianos fervorosos, cristianos relajados, paganos, ateos, bárbaros y toda clase de gentes de diversos países y de variadas creencias, y el ambiente, especialmente el de la juventud, era terriblemente relajado.
Benito se dio cuenta de que si permanecía allí, en medio de esa sociedad tan desviada, iba a terminar por corromperse él mismo, y sabía muy bien que en la lucha contra el pecado y la corrupción los vencedores son los que huyen de las ocasiones de pecado y se alejan de las malas influencias. Por eso huyó a un lugar llamado Subiaco, en una región totalmente deshabitada. Allí se retiró a vivir sobre una enorme roca, como ermitaño, entre las malezas y espinos, lugar al que era dificilísimo subir. Un monje que vivía por los alrededores lo instruyó acerca de cómo ser un buen religioso.
Su barba y su cabellera crecieron de tal manera y su piel se volvió tan morena en aquella roca, que un día unos pastores que buscaban unas cabras, al encontrarlo, creyeron que era una fiera. Mas luego, al oírle hablar, se quedaron maravillados de los buenos consejos que sabía dar. Contaron la noticia y mucha gente empezó a visitarlo para pedirle que les aconsejara y enseñara.
Superior, contra su voluntad. Otros hombres, también cansados de la corrupción de la ciudad, se fueron igualmente a estos sitios deshabitados a rezar y hacer penitencia, y al darse cuenta de la gran santidad de Benito, aunque él era más joven que ellos, le rogaron que fuera el superior de todos.
El santo no quería aceptar, porque sabía que varios de ellos no eran gente dócil y porque personalmente él era muy exigente con los que querían llegar a la santidad y sospechaba que no le harían caso. Pero tanto le rogaron que al fin aceptó y asumió el cargo de superior. Con estos monjes fundó allí 12 pequeños conventos de religiosos, cada uno con un superior o abad, reteniendo él la dirección general de todo.
Pero cuando algunos de aquellos hombres se dieron cuenta de que Benito era un superior muy exigente y que no permitía “vivir prendiéndole una vela a Dios y otra al diablo”, que no permitía vivir la vida de retiro de un modo tan vicioso como en el mundo, decidieron deshacerse de él, para lo cual echaron veneno en la copa que le sirvieron; pero el santo bendijo la copa y ésta saltó por los aires hecha trizas. Entonces se dio cuenta de que su vida allí corría peligro. Renunció a su cargo y se fue a otro lugar.
Monte Casino. Con unos discípulos que le habían sido siempre fieles (San Mauro, San Plácido y otros) se dirigió a un monte escarpado, el Monte Casino (a veces escrito Montecasino o Montecassino). Allá fundaría su famosísima Comunidad de Benedictinos, en el monasterio que llegó a ser famoso por muchos siglos.
En el año 530, después de ayunar y rezar por 40 días, empezó la construcción del convento, en la cima del monte. Primero, con sus discípulos, fue evangelizando a todos los paganos que vivían en los alrededores, y luego comenzó a levantar el edificio, del cual durante los siglos han salido santos misioneros a llevar la santidad a otros pueblos y naciones.
Un día en la vida de San Benito. Se levantaba cada noche a las dos de la madrugada y se pasaba horas rezando con los salmos y meditando. Por el día, dedicaba largas horas al trabajo manual y logró que sus seguidores se convencieran de que trabajar no significa rebajarse, sino ser útil para la sociedad y un modo de imitar a Jesucristo, que fue un gran trabajador, aparte de ser un buen método para alejar las tentaciones.
Ayunaba a diario y tomaba el desayuno en horas de la tarde. Atendía a todos los que le iban a hacer consultas espirituales, que eran muchos, y de vez en cuando se iba por los pueblos de los alrededores con sus monjes a predicar y a tratar de convertir a los pecadores. Su trato con todos era extremadamente amable y de gran cortesía.
La Regla de San Benito. Inspirado por Dios, escribió un reglamento para sus monjes que llamó “Santa Regla,” documento que llegó a ser célebre en todo el mundo, y en el cual se han basado los reglamentos de prácticamente todas las demás comunidades religiosas de la Iglesia Católica. Sus principios fundamentales son los siguientes:
• La primera virtud que necesita un religioso (después de la caridad) es la humildad.
• La casa de Dios es para rezar, no para charlar.
• Todo superior debe esforzarse por ser amable, como un padre bondadoso.
• El que administre el dinero no debe humillar a nadie.
• El lema del monje debe ser: Ora et labora (trabaja y reza).
• Cada uno debe esforzarse por ser fino y agradable en su trato.
• Cada comunidad debe ser como una buena familia donde todos se aman.
• Cada uno debe evitar todo lo que sea rústico y vulgar, como lo decía San Ambrosio: “Portarse con nobleza es una gran virtud.”
La muerte de San Benito. El 21 de marzo del año 543, estaba el santo celebrando la Liturgia del Jueves Santo, cuando se sintió morir. Se apoyó en los brazos de dos de sus discípulos, y elevando sus ojos hacia el cielo cumplió una vez más lo que tanto recomendaba a sus oyentes: “Hay que tener un deseo intenso de ir al cielo”, y lanzando un suspiro como de quien obtiene aquello que tanto ha anhelado, expiró.
Dos de sus monjes, que estaban lejos de allí rezando, vieron de pronto el resplandor de una gran luz que subía a los cielos y exclamaron: “Seguramente es nuestro Padre Benito, que ha volado a la eternidad.” Era el momento preciso en el que moría el santo.
El Crucifijo de San Benito.
El Crucifijo de la Buena Muerte con la Medalla de San Benito ha sido reconocidos por la Iglesia como una ayuda para el cristiano frente a la tentación, el peligro y el mal, principalmente en la hora de la muerte. Esta cruz también ayuda a los enfermos a unir sus sufrimientos a los de Nuestro Salvador y ofrecerlos por su propia salvación y la de sus seres queridos.
La medalla de San Benito es un sacramental reconocido por la Iglesia con gran poder de exorcismo. Como todo sacramental, su poder reside no en sí misma sino en Cristo, quien lo otorga a la Iglesia, y se pone en acción por la fervorosa disposición de quién la usa.
En el frente de la medalla aparece San Benito con la Cruz en una mano y el libro de la Regla en la otra, con la oración: “A la hora de nuestra muerte seamos protegidos por su presencia”. (Oración para una buena muerte). En el reverso se ve la cruz de San Benito con las iniciales en latín:
C.S.P.B.: “Santa Cruz del Padre Benito”
C.S.S.M.L.: “La Santa Cruz sea mi luz” (crucero vertical de la cruz)
N.D.S.M.D.: “No seguiré al Dragón.” (crucero horizontal)
En círculo, comenzando por arriba hacia la derecha:
V.R.S. “Retírate, Satanás”
N.S.M.V. “No me atraerás con tus mentiras”
S.M.Q.L. “Venenosa es tu carnada”
I.V.B. “Trágala tú mismo”
PAX “Paz”.
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