Pintando con el pincel de las palabras
Cómo presenta San Lucas el nacimiento de Cristo
De vez en cuando todos vamos a un museo o una galería de arte. ¿Cuál fue la última vez que tú fuiste a un museo y admiraste cuadros famosos y esculturas modernas o antiguas?
Quizás al mirar una marina muy bien captada te hizo recordar unas vacaciones muy especiales que pasaste con tu familia en la playa, o tal vez al ver un cuadro de la Roma antigua se te ha ocurrido pensar cómo sería haber vivido allí hace dos mil años. ¿No es cierto que el contemplar detenidamente estas obras maestras de arte es como entrar de repente en otra dimensión, en una época y un lugar muy diferentes?
Pensando en esto, el Adviento tiene cierto parecido a cuando uno va a una buena galería de arte. En las próximas cuatro semanas se nos presentará una y otra imagen del plan de salvación que nos trajo nuestro Señor: la Anunciación a la Virgen María, los sueños de José, el nacimiento de Juan el Bautista y por supuesto la tierna escena navideña del pesebre con el Niño Jesús, María, José y los pastores, los ángeles y los animales.
Podría decirse que el Adviento nos presenta, en realidad, no sólo una serie de acontecimientos que hay que recordar, sino una serie de cuadros, como retratos, que Dios nos invita a contemplar usando la imaginación iluminada por el Espíritu. En ninguna parte de la Escritura se ve esto con mayor claridad que en los dos primeros capítulos del Evangelio de San Lucas. Así pues, al comenzar esta temporada de gracia y bendición especial, daremos una mirada a estos capítulos. Pidámosle al Espíritu Santo que abra los ojos de nuestro espíritu para que veamos al Niño Jesús bajo una nueva luz y así podamos crecer en la fe y el amor.
San Lucas, artista. Antes de comenzar a reflexionar sobre las narraciones del nacimiento, detengámonos a pensar un poco sobre el evangelista. La tradición dice que Lucas era médico y pintor, pues a él se le atribuye una pintura muy antigua de María que hay en las catacumbas de Priscila, en Roma. Por eso decimos que al escribir su Evangelio, lo hizo como si pintara un cuadro usando el pincel de las palabras. En efecto, vemos el toque del artista en la gran cantidad de detalles con que adorna sus narraciones. Cada suceso queda descrito con una riqueza y profundidad de conocimiento y revelación que nos lleva a imaginarnos que estamos allí mismo, absorbiendo ávidamente todo lo que Dios quiere decirnos, mientras se despliega una escena tras otra.
Pensemos, por ejemplo, en la forma en que el evangelista presenta la Anunciación, describiendo la conversación entre el ángel Gabriel y la joven María; así lograremos vislumbrar algo de lo que pudo haber pasado por la mente de la Virgen. Apreciemos también la decisión y la firmeza con que ella pronuncia su “sí” al plan de Dios, a pesar de todo el torbellino de complicaciones que sin duda ella sospechó que iba suceder (Lucas 1,26-38). O consideremos el elocuente diálogo que 12 años más tarde sostiene María con el Niño Jesús cuando al cabo de tres días ella lo encuentra en el Templo (2,48-52). Al principio, María está afligida y tal vez molesta con su Hijo, pero la respuesta de Jesús la desconcierta y se pone a ponderar todo lo que estaba sucediendo. No lo entendía cabalmente, pero sabía que eran acontecimientos especiales y quería tratar de entenderlos.
En realidad, estamos endeudados con Lucas por todos los detalles que nos prodiga, detalles que ningún otro Evangelio nos ofrece. Pensemos, por ejemplo: si no fuera por San Lucas, ¡no tendríamos siquiera los Misterios Gozosos del Rosario!
Compartir la fe. Pero aparte de artista, Lucas también fue el primer historiador cristiano, y como escribía para la Iglesia, lo hace como hombre de fe; no como un mero cronista, que se limita a informar lo sucedido. Sus narraciones de la infancia de Jesús son obra de un creyente que se esfuerza por edificar la Iglesia, actuando para la gloria de Jesús y evangelizando a muchos para el Señor. En el entendimiento de Lucas, Jesús no era otra figura más entre muchos personajes históricos, sino el Mesías de Dios, el Autor de la salvación, y esto significa que para leer las narraciones de la infancia de Cristo que Lucas escribe es preciso hacerlo con los ojos de fe del evangelista, porque la historia que nos relata es un reflejo de su propia experiencia y de su fe en el Señor. En cierto sentido, en estos capítulos Lucas nos invita a ver a Jesús tal como él había aprendido a verlo.
Al leer cada escena de la infancia de Jesús, se puede entrever que Lucas no quería sólo relatar el nacimiento de un niño muy especial, sino describir el nacimiento del Salvador del mundo de una manera que se pudiera aplicar a nuestra vida práctica. Es obvio, pues, que esta narración no es solamente algo interesante de escuchar, sino algo que bien vale la pena creer y atesorar.
De hecho, Lucas desea que todos recibamos la misma revelación que llenó su corazón: que Jesús es el Mesías, el Salvador del mundo y el Señor de toda la creación. Y la única manera de lograrlo es leyendo estos pasajes de la misma manera en que Lucas los escribió: sometiendo el corazón a la gracia del Espíritu Santo.
Escrito muchos años después. Finalmente, cabe señalar que Lucas escribió su Evangelio alrededor del año 80 de la era cristiana, es decir, casi 50 años después de la muerte y la resurrección de Jesús. En sus primeros párrafos, dice claramente que nunca conoció personalmente a Cristo y que su narración se basa en testimonios fidedignos, pero no en encuentros personales. Lucas no formó parte de la primera comunidad cristiana; se convirtió más tarde y llegó a ser ministro del Evangelio habiendo “investigado todo con cuidado desde el principio” para poder escribir “estas cosas ordenadamente” (Lucas 1,3).
De modo que cuando leemos la narración de Lucas sobre el nacimiento de Jesús, conviene saber que el relato se fue desarrollando durante muchos años y fue el resultado de la oración y la experiencia de muchas personas, no sólo de Lucas. El evangelista fue sin duda el que puso el relato en su forma final, pero utilizó como fuentes de información lo que muchas otras personas le fueron contando.
Por ejemplo, podemos imaginarnos que dedicó mucho tiempo a conversar con la Virgen María para enterarse no sólo de todo lo que había sucedido, sino de cómo lo interpretaba ella. Después de todo, María conoció a Jesús mejor que nadie, pero también era una mujer de profunda oración, es decir, que estaba dispuesta a recibir las inspiraciones del Espíritu Santo y todo lo que Él le revelara acerca de Jesús y de la misión que su Hijo tendría que cumplir. Podría pensarse que Lucas recogía los recuerdos de María y, cuando redactaba sus narraciones, iba añadiendo lo que entendía que ella le había dicho. También podemos imaginarnos que hacía algo similar luego de hablar con los otros apóstoles y todas aquellas personas que fueron testigos oculares de Jesús y de su obra.
Una estructura inspirada. La mano de Lucas puede verse especialmente en la estructura de su relato, ya que incluye varios “eventos paralelos”, como el nacimiento de Juan Bautista, que lo sitúa junto al nacimiento de Jesús. Por ejemplo, Lucas comienza su Evangelio con la visita del ángel a Zacarías, pero luego pasa de repente a la visita del ángel a la virgen María. En ambas escenas, el mensajero celestial anuncia un nacimiento milagroso, comunica el nombre que ha de tener uno y otro niño y predice grandes cosas que sucederán en la vida de ellos.
Al situar estos dos acontecimientos en forma paralela, el evangelista pone el nacimiento de Juan en un nivel, y el nacimiento de Jesús en un plano superior. Por ejemplo, quien anuncia el nacimiento del Bautista es su padre, Zacarías, mientras que, en el caso del nacimiento de Jesús, quienes lo anuncian son un grupo de ángeles.
Lucas pone en boca de Juan Bautista, que era más que un profeta (Lucas 7,26), la declaración de que Jesús es más importante que él. Luego añade que Juan fue escogido por Dios para hacer que la gente regresara a la fe en su Creador, pero que Jesús fue enviado para traernos un nuevo reino, un reino que no tendrá fin. De modo que, si Juan fue escogido para preparar a Israel para la venida del Mesías, Jesús en persona es el cumplimiento de todo lo que se anunciaba del Mesías en las Escrituras.
Todos estos acontecimientos paralelos se encuentran puntualizados por numerosos eventos adicionales, en los cuales se ve que la singularidad de Jesús resplandece más aún: la criatura que Isabel tenía en su vientre salta de gozo cuando María —que llevaba en su seno a Jesús— llega a visitarla. El Niño Jesús nace en una cueva, anunciada por ángeles y visitada por pastores y reyes, como manera de expresar su misión universal tanto a los grandes como a los pequeños. También vemos al Niño Jesús en el templo dos veces: cuando fue presentado y cuando tiene 12 años de edad, y cada uno de estos episodios hace resaltar más aún la misión única que Cristo cumplió en el plan de Dios.
Clave para entender a Lucas: la oración. Como teólogo talentoso, Lucas quería enseñar a sus lectores acerca de Dios y su plan de salvación. Si estuviera vivo el día de hoy, nos diría que el verdadero secreto para llegar a Dios y profundizar la fe y amor está en buscarlo diariamente en la oración y la meditación.
Así pues, utilizaremos los cuadros que Lucas pinta en sus narraciones de la infancia de Cristo para ayudarnos a comprender mejor esta feliz ocasión. Leamos los relatos con la misma fe con que los escribió Lucas, de manera que podamos aprovechar mejor esta temporada de Adviento. Sigamos también los pasos de Lucas y tratemos de hacer oración con más profundidad y frecuencia, tal vez leyendo y meditando acerca de estas narraciones durante todo este tiempo de gracia.
Procure leer una escena diferente de la infancia de Jesús cada día, medite en ella y tome ciertas notas. Escriba lo que le parece que Dios le dice acerca de la Persona y el sacrificio de Jesús y cómo Él quiere que usted viva. En realidad no cuesta nada hacerlo y lo mejor de todo es que el Espíritu Santo puede vivificar estos episodios para su beneficio, porque quiere hacerle ver cómo fue que Jesucristo, el Hijo eterno de Dios, llegó a ser uno de nosotros y así todos podamos ser resucitados a semejanza de Dios.
Prepárese pues para encontrarse con Cristo Jesús en el día de Navidad; pero no se limite sólo a leer el Evangelio; elévese por encima de las palabras, para ver el cuadro que Lucas va pintando, para que estos cuadros le revelen mejor a Jesús y usted crezca en la fe.
Comentarios