Peregrinación a Cracovia
La Jornada Mundial de la Juventud 2016
Por: el padre Javier Santaballa
Cada dos o tres años el Papa convoca a los jóvenes del mundo a la Jornada Mundial de la Juventud para darles una palabra de amor, de aliento y de ánimo.
El Papa sabe muy bien que hoy en día los jóvenes sufren muchísimo la presión de un entorno difícil, duro y de tanto padecimiento en la familia, en la escuela y con las amistades.
San Juan Pablo II inició la Jornada Mundial de la Juventud. Siempre fue un hombre de una gran visión, especialmente de cara a ayudar a la familia y a los jóvenes. La primera Jornada se realizó en Roma en el año 1984. Después ha habido una Jornada cada dos o tres años, hasta el día de hoy, en diferentes continentes, países y ciudades del mundo. Juan Pablo II vio la necesidad de llegar al corazón de los jóvenes de hoy. Su visión ha sido fundamental para la esperanza y el futuro de la Iglesia.
La Jornada de Cracovia. El Papa Francisco ha querido convocar a los jóvenes del mundo entero a reunirse en 2016 en la ciudad de Cracovia, en Polonia. Los días culmen de la Jornada fueron la tarde-noche del sábado 30 de julio y la mañana del domingo 31 de julio, donde más de dos millones de jóvenes se congregaron en el Campo de la Misericordia.
Hay algunas cosas que han hecho que esta peregrinación sea especial. El Papa Francisco declaró que el año 2016 fuese dedicado a la misericordia. Estábamos en un Año Santo, que hace que llueva del cielo un sinfín de gracias: En primer lugar la manifestación del poder de Dios con su misericordia, el perdón, el amor, a través de la Puerta Santa que se abría en cada catedral y basílica en las diócesis por donde pasaban los peregrinos, las indulgencias plenarias, etc. En segundo lugar, el Papa quiso que este año la Jornada Mundial de la Juventud tuviera lugar en Polonia, de donde provienen dos grandes santos de la Misericordia: San Juan Pablo II y Santa Faustina Kowalska. Esto le ha dado a la peregrinación un toque muy especial para los jóvenes.
Todos sabemos muy bien que la sociedad está cambiando rápidamente: el uso de los medios de comunicación, la vida y el núcleo familiar, el matrimonio, los hijos en general, y lo difícil que es hoy en día pasar la fe a los propios hijos... Es aquí donde debemos parar un momento y preguntarnos: ¿Qué es la fe? ¿Qué es una peregrinación? ¿Por qué una peregrinación?
Peregrinar en busca de Dios. Para esto podemos hacer una reflexión sobre por qué tanta gente —hombres y mujeres, peregrinos de todo tipo— iba en peregrinación hacia los lugares santos asignados por la Iglesia ya desde los primeros siglos: Jerusalén en Tierra Santa, Roma en Italia y Santiago de Compostela en España. Los peregrinos dejaban todo atrás para encontrarse con Dios. Dejaban atrás familia, casas, bienes, amigos, todo. Arriesgaban incluso la vida (algunos no regresaban) para cortar con el pecado. Antes de salir, los peregrinos se despedían de sus seres queridos, se reconciliaban con sus enemigos, pagaban sus deudas y se preparaban espiritualmente para el viaje, para encontrarse con Dios, con su perdón, con su misericordia.
Cuando iban caminando por las calles, cuando pedían posada en las casas o en las iglesias por donde pasaban parecían vagabundos, pero no lo eran. Un vagabundo anda errante, no sabe a dónde va, no sabe por qué ni para qué vive. El peregrino sabía muy bien a dónde iba (tenía una meta bien definida), sabía de dónde venía y por supuesto sabía para qué vivía: para encontrarse con Dios, el Ser Supremo que le podía dar las respuestas a las preguntas más profundas de su existencia: la muerte, la vida, el más allá, la vida eterna. Estas respuestas le ayudarían a saber cómo vivir aquí en la tierra, teniendo a Dios como centro y pilar de la misma.
Los jóvenes de hoy tienen las mismas preguntas y buscan las mismas respuestas que los adultos de hoy y que las personas que vivían hace dos mil años. El problema con que se enfrentan hoy en día nuestros jóvenes es el ruido ensordecedor en el que están inmersos. Aquí es donde nos tenemos que centrar con los jóvenes de hoy: hay que encontrar una manera de hacerles salir, de desintoxicarles de ese ruido, para que puedan escuchar otras voces, la de Jesucristo, la de la Palabra de Dios, la de los santos. Una palabra que les hable de misericordia, de perdón hacia sí mismos y hacia otros, de que no sientan vergüenza de sí mismos y alcen la cabeza. Esa es la misión que tiene la peregrinación: sacar a los jóvenes de donde están y llevarles a que tengan un encuentro con Cristo, que les ama tantísimo, hasta haber dado su sangre por cada uno de ellos.
Mi experiencia personal. La primera Jornada Mundial de la Juventud en la que participé fue en el año 1989, donde el Papa San Juan Pablo II reunió a cientos de miles de jóvenes en el Monte del Gozo de la ciudad de Santiago de Compostela, en el norte de España. Tenía entonces 18 años y fui con los jóvenes de mi parroquia desde Madrid, donde he vivido mi niñez y mi adolescencia hasta los 21 años de edad. He asistido a un total de ocho Jornadas Mundiales de la Juventud y cada una de ellas ha ido dando una respuesta concreta a las preguntas de mi vida en cada momento.
En el verano pasado tuve la gracia de poder acompañar a 50 jóvenes peregrinos de la zona de Washington D.C. que viajaron a Cracovia para encontrarse con el Papa Francisco, el Vicario de Cristo. Íbamos en varios autobuses, y allí, en Cracovia, nos reunimos con más de dos millones de peregrinos en el Campo de la Misericordia. En mi autobús, aparte de los jóvenes, me acompañaban otro sacerdote y algunos catequistas adultos. Como he dicho anteriormente, el fin de esta peregrinación era poder sacar a estos jóvenes del ambiente difícil y lleno de ruido donde se encuentran (situación familiar, escuela, calle, amistades peligrosas) para que pudieran tener un encuentro con Dios y consigo mismos, de no tener miedo a encontrarse con la realidad en la que viven, y que pudiéramos presentarles un nuevo panorama de vida, un nuevo horizonte lleno de esperanza.
Les hemos hablado seriamente de la importancia de la familia, los valores de la casa, la escuela, el noviazgo cristiano, la sexualidad, el respeto, el matrimonio, el sacerdocio, la vida religiosa y muchas cosas más. Ha sido realmente “una gozada” el haber sido testigo de cómo el poder de Dios actuaba en medio de estos jóvenes poco a poco, a través de los sacramentos, la palabra de Dios, las catequesis que les dábamos, las visitas a los lugares santos y las palabras acertadísimas del Papa Francisco, tanto en la Vigilia como en la Misa de clausura.
Visitas adicionales. Nuestro autobús hizo un itinerario fantástico. Volamos a Roma y ahí estuvimos dos días. Visitamos la Ciudad del Vaticano, la Basílica de San Pedro, entramos por la Puerta Santa y rezamos enfrente de la tumba de San Pedro y San Juan Pablo II. Pasamos por la localidad de Neptuno, donde se encuentra la casa de Santa María Goretti, niña de 12 años que por defender su virginidad fue asesinada por Alessandro. Allí hablamos a los jóvenes, chicos y chicas acerca de la sexualidad, la virginidad, la castidad, la pureza; del perdonarse a sí mismos y de perdonar a aquellos que nos hayan hecho cualquier tipo de daño, como lo hizo María Goretti con Alessandro.
También pasamos por Florencia, Verona, Austria, los Alpes, Viena y Praga. En Polonia visitamos bastantes lugares. Los que más ayudaron a los jóvenes fueron el campo de concentración de Auschwitz, donde tuvimos la celebración del Sacramento de la Penitencia y del Perdón de nuestros pecados, y también vimos el santuario de la Divina Misericordia, donde se les invita a los jóvenes a confiar en Jesucristo y en su misericordia.
Antes del viaje, los jóvenes trabajaron muchísimo en diversas actividades para recolectar el dinero que necesitaban para poder ir. Todo el esfuerzo que hicieron les ayudó a prepararse mejor de cara a la peregrinación. Los frutos obtenidos fueron muchísimos, entre los cuales puedo añadir que algunos de los jóvenes peregrinos han decidido dejar a la novia o al novio porque veían que les llevaba a pecar y a separarse de Dios; un chico manifestó su deseo de ser sacerdote y dos chicas el de ir a un monasterio para iniciar la vida religiosa.
El Papa Francisco concluyó la Misa de clausura dando cita a todos los jóvenes presentes para reunirse nuevamente en Panamá, donde tendrá lugar la próxima Jornada Mundial de la Juventud en el año 2019. Nuestros jóvenes ya se han puesto a trabajar para estar presentes en esa cita con el Papa.
El padre Javier Santaballa pertenece a la Arquidiócesis de Washington.
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