“¡Oh, ven, Emmanuel!”
El corazón de nuestra oración de Adviento
Este es probablemente uno de los himnos más conocidos que cantamos en las Misas durante el Adviento; pero ¿sabía usted que este himno fue compuesto hace muchos siglos, y que está basado en las llamadas Antífonas de la O?
Se han encontrado menciones de las Antífonas de la O desde el siglo VI d.C. y de que ya se usaban normalmente en las celebraciones litúrgicas en Roma antes del siglo VIII. Cada antífona está basada en un título diferente que se le daban al Mesías en el Antiguo Testamento, como Emmanuel (tomado de Isaías 7, 14), Clave o Llave de David, Sol Naciente y Sabiduría. Cuando se reúnen estos títulos en un cántico, como lo están en este himno, pareciera resonar a lo lejos el eco del profundo deseo que tenían los hebreos de apresurar la venida del Mesías prometido, y también el de nuestro propio anhelo de que Jesucristo venga pronto, tanto en la Navidad como en su Segunda Venida.
Este año, cuando cantes el “Oh ven, oh ven Emmanuel”, piensa en los diferentes títulos que se le dan al Señor y trata de considerar lo que cada uno significa. Piensa, también, que cada vez que cantes este himno, te estarás uniendo a los millones y millones de cristianos que han deseado y esperado la venida del Señor a través de los siglos. Y no sólo eso, también te estarás uniendo a las oraciones de innumerables judíos fieles, que hasta el día de hoy esperan con gran ilusión el cumplimiento de las promesas de Dios.
El tema principal de las Antífonas de la O es la esperanza y el anhelo de que Jesús venga pronto; por eso, al leerlas, vamos a dirigir la mirada a la persona de nuestro Señor. Confiamos que, al leer y recitar estos versículos, crecerá nuestra propia expectativa, y que esa expectativa será recompensada cuando invitemos a Jesús a venir y nacer de nuevo en nuestro corazón en esta Navidad.
El clamor del corazón humano. Las Antífonas de la O nos ayudan a prepararnos para la Navidad y lo hacen de tres modos principales. En primer lugar, la simple palabra “Oh” enfatiza el sentido de deseo profundo y hasta respetuoso temor que colorea estas plegarias. No estamos simplemente pidiéndole un favor al Señor, sino expresándole el sentido deseo que llevamos en lo profundo del alma de encontrarnos con él, y de que, pase lo que pase, lo primero y más importante para nosotros en la vida es que Jesús habite en nuestro corazón. Ya sea que estemos enfermos o sanos, que la vida nos sonría o pasemos por grandes tribulaciones, necesitamos al Señor, ya que sin él no tenemos esperanza alguna. Por eso, del alma surge la exclamación llena de fe y confianza: “¡Oh, ven, Señor Jesús!”
Segundo, las Antífonas de la O hacen resaltar los diversos títulos que se le dan al Mesías y nos ayudan a abrir los ojos para ver quién es realmente Cristo: nos dicen que Jesús es Dios y hombre; que el Señor tiene todo el poder sobre el cielo y la tierra, y que Cristo es la sabiduría de Dios y el anhelo más profundo del corazón humano.
Finalmente, cada antífona concluye con una súplica de que el Señor realice una obra poderosa en nuestra vida cuando realmente venga. Por ejemplo, en la primera antífona se le pide a Jesús que venga a enseñarnos “el camino de la salvación.” En la segunda: “ven a librarnos con el poder de tu brazo.” O sea, le pedimos al Señor no sólo que venga, sino que nos lleve más profundamente a la libertad que él ganó para nosotros cuando vino por primera vez hace dos mil años.
Las Antífonas de la O están escritas en forma de oraciones, pero fácilmente pueden usarse para organizar ciertas actividades que tú y tu familia pueden realizar como preparación para la Navidad. A continuación ofrecemos algunas sugerencias de cómo se pueden usar estos sencillos versos para que todos en la familia se dispongan a abrir el corazón para recibir a nuestro Salvador cuando venga en la Nochebuena.
Cómo rezar con las Antífonas de la O. A partir del 17 de diciembre, fija una hora para reflexionar en la antífona de cada día y comienza tal vez rezando el Padre Nuestro o cantando un verso del himno “Oh ven, Oh ven Emmanuel” de acuerdo con la antífona del día. Luego, haz un silencio y lee en oración la antífona de ese día y uno o dos pasajes relacionados de la Escritura (como los que figuran en el recuadro de las páginas 14 y 15). A continuación, disfruta realizando alguna de las actividades que se proponen más abajo con tu familia, con amigos o solo como oración personal.
17 de diciembre Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo. Trata de recordar cuáles fueron las mejores y peores decisiones que hayas tomado en tu vida. Aunque a todos nos agradan los resultados de nuestras mejores decisiones, probablemente fueron los peores errores los que nos comunicaron más prudencia. Luego, procura definir y entender la sabiduría que el Señor te ha permitido adquirir en tus decisiones y pídele a los demás que cuenten cómo la gracia de Dios les ha servido para adquirir más sabiduría también.
18 de diciembre Oh, Adonai, Pastor de la casa de Israel. Enciende una vela y lee el pasaje de la zarza ardiente que aparece en Éxodo 3. Deja que la llama de la vela te haga recordar la manera en que Dios se reveló a Moisés por primera vez en el Monte Sinaí, y también en el día en que el Señor le dio los Diez Mandamientos en medio de una nube, con gran despliegue de majestad y poder. Lee los Diez Mandamientos y proponte cumplirlos cada vez mejor. Luego comparte con tus familiares o amigos un poco de pastel de frutas, sidra de manzana o alguna otra bebida o golosinas preferida para celebrar la ocasión.
19 de diciembre Oh, Renuevo del tronco de Jesé. Dice la leyenda que una muchacha mexicana llamada María estaba muy triste porque era demasiado pobre para comprar flores y ofrecérselas al Niño Jesús en Nochebuena. Esa noche, caminando hacia la iglesia con mucho pesar en el corazón, vio a un ángel que le dijo que recogiera algunas yerbas de las que había al borde del camino y se las llevara al Niño. Así lo hizo y cuando las colocó junto al pesebre en la iglesia, se transformaron en hermosas flores navideñas de color rojo, las llamadas “flores de Nochebuena” o poinsettias.
Cuando te reúnas con tus familiares, comparte esta leyenda acerca de la flor de Nochebuena y anima a los presentes a compartir algo sobre la manera en que esta flor y todas las plantas crecen y florecen con ayuda del agua y la luz del sol. Luego, invita a cada uno a compartir de qué manera el Señor le ha ayudado a crecer y prosperar durante el año transcurrido.
20 de diciembre Oh, Clave (Llave) de David. Esta es una excelente oportunidad para rezar por todos los presos. Haz algo que les ayude a los demás a pensar en lo que significa estar encerrado y luego ser liberado. Por ejemplo, entra con todos los demás en un cuarto oscuro y cierra la puerta. Diles a todos se giren sobre sí mismos de modo que pierdan el sentido de orientación y luego se verá quién puede encontrar la puerta y salir primero pero ¡sin tropezar ni caer! Después, invita a cada persona a compartir sobre alguna situación “como de prisión” en la que se encuentre y de la que quiera salir, tal vez una condición de mal genio, impaciencia, resentimiento, pereza o alguna otra situación que le haga sentirse “aprisionado”. ¡El Señor realmente quiere librarnos de todo lo que nos ata!
21 de diciembre Oh, Sol naciente. Sal a dar un paseo esta noche y observa las luces de Navidad que decoran las casas y los edificios de tu barrio o vecindario. Cuando veas las más hermosas e impresionantes, que obviamente exigieron mucho trabajo, esfuerzo y gasto, recuerda todo el trabajo, sacrificio y dedicación que Dios puso en la preparación del día en que él mismo bajaría al mundo en la persona de Cristo Jesús para traer su luz divina a los hombres. También, eleva la vista hacia el firmamento nocturno y observa fijamente las estrellas; admira la magnificencia de estas luminarias celestiales y piensa que la luz esplendorosa de la presencia de Jesús es mucho más brillante y mucho más gloriosa que la de los astros del cielo.
22 de diciembre Oh, Rey de las naciones. Reúne a la familia y entre todos horneen un pastel o bizcocho en forma de corona, con decoraciones navideñas y dedíquenlo a Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En esta antífona también se le llama “Piedra angular” al Señor, por lo que se puede construir una estructura como los cimientos de un templo con bloques de juguete, Legos o arcilla de modelar. Y naturalmente compartan ideas sobre lo que significa que Jesús sea el fundamento, la Piedra angular de su familia y de todo el universo.
23 de diciembre Oh, Emmanuel. Comenta con los demás que el nombre “Emmanuel” significa “Dios con nosotros” y dado que Jesucristo está “con nosotros” de un modo especial en el Santísimo Sacramento, vayan todos en familia a pasar un rato en la iglesia haciendo oración y contemplando a Cristo en el sagrario. Si en tu parroquia hay adoración eucarística, vayan y póstrense en adoración delante del Señor que está presente en la sagrada Hostia. Aprovecha esta ocasión para decirle a Jesús cuánto le amas y pídele a tus familiares que te acompañen y anoten tres o más peticiones que quieran presentarle al Señor. Luego, dale gracias a Jesús por venir a tu corazón en el día de Navidad y dile que tú quieres darle la bienvenida en tu corazón y en tu hogar.
Ero Cras. Los que compilaron las Antífonas de la O lo hicieron en forma de poema porque claramente quisieron darle la importancia que merece su profundo significado, pero también lo hicieron de un modo agradable. Si tomamos la letra inicial de cada antífona en latín, desde la última hasta la primera, es decir desde el día 23 hasta el 17 de diciembre, que son Emmanuel, Rex, Oriens, Clavis, Radix, Adonai, Sapientia, se obtiene una frase interesante: ERO CRAS que en latín significa: “¡Vengo mañana!”, es decir en la Nochebuena del 24 de diciembre.
Si rezas las Antífonas de la O con tu familia en la última semana del Adviento, descubrirás que el mismo cántico suplicante lleno de amor y esperanza brota de tu propio corazón: “¡Ven pronto, Señor Jesús!” Jesucristo ya está casi por llegar y tú y tu familia estarán listos y preparados para recibirlo dignamente.
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