Lo que Dios pide: Obediencia y fidelidad
Confesiones de una actriz que se convierte a Cristo
Aunque sufrió debido a que su padre era un hombre “mujeriego y para quien estaba primero la ‘pachanga’ que la familia”, vivió una niñez marcada por la bondad de su madre, cuenta la conocida actriz argentina Gisela Barreto. “Mi madre, María del Rosario Ricotti, fue un ángel de luz y nos enseñó a rezarle a Dios, llevándonos a Misa siempre”, explica Gisela.
Aquel sueño infantil de llegar a ser azafata o profesora de gimnasia, quedó desplazado por las oportunidades que obtenía debido a su atractivo personal. Estudió actuación y fue captada para trabajar en televisión. “En el 2003 empecé a conducir programas hasta ahora.”
Mi decisión, mi libre albedrío. “Estuve en el ambiente artístico, pero jamás hice concesión de ningún tipo para nadie, nunca (…) pero cualquier persona que te vea por internet, que te vea en la TV, en las revistas, le podés despertar cualquier tipo de deseos que son equívocos y así estamos siendo motivo de pecado.”
Su madre, dice, jamás dejó de implorar al Señor por ella. “¡Gracias Señor porque me rescataste!, gracias Señor por las oraciones de mi madre, gracias por la madre que me pusiste en la tierra, gracias”, reitera Gisela.
Sumergida en un lago de estiércol. El año 1999 fallece su madre. Tras esta pérdida ella siguió viviendo como lo había hecho por años, hasta su punto de quiebre espiritual en la Semana Santa de 2010. Por entonces, recuerda, “estaba en pecado, saliendo con una persona que no debía…” y entonces en un momento de lucidez espiritual tuvo la certeza de su error. Casada sacramentalmente, pero separada de hecho, tenía novios “y no respetaba la castidad”, reconoce. Había vivido incluso yendo a Misa y comulgando, “pero estaba en pecado y nunca confesé… Convivía con alguien y todavía no tenía nulidad matrimonial, o sea era muy fuerte.”
Dolida, confusa, sintiendo su pecado, sin claridad de qué hacer, recordó a su madre, quien creía que la Virgen María se aparecía en Medjugorje y más de una vez le aconsejó recurrir a ella. Gisela viajó entonces a ese santuario mariano en Bosnia Herzegovina. Al ingresar en la parroquia del lugar, Santiago Apóstol, se arrodilló para orar y entonces “sentí olor a estiércol. Abrí los ojos, mirando a ver quién estaba en la Iglesia. Yo, de orgullosa, miraba quién olía así y cuando abro los ojos no había nadie. Vuelvo a cerrar los ojos y siento que la Virgen me lo dice en oración: me muestra que yo estaba sumergida en ese lago de estiércol. Vuelvo a abrir los ojos y digo: ‘¡Dios mío, Dios mío!’ Yo sabía que estaba en pecado y ahí empezó el cambio”, testimonia Gisela.
Dios te pide obediencia. A su regreso en España, donde vivía por entonces, fue tomando decisiones para consolidar lo que Dios le había pedido en Medjugorje, a través de la Virgen. Terminó la relación que tenía, comenzó a dejar todo aquello que la exponía a vivir contra las enseñanzas de la Iglesia y fue ayudada, confidencia, por un “sacerdote exorcista” de Madrid. “Me explicó que cuando uno no está en obediencia, lo que casi siempre se atraen son los espíritus feos. Cuando uno está en el mundo, cree que basta con ser buena persona. Yo también decía lo mismo: Soy buena persona, no hago mal a nadie, no me drogo, no me prostituyo, trabajo, ayudo a los que quiero; pero eso no basta. Dios te pide más, Dios te pide humildad, te pide austeridad; Dios te pide obediencia, te pide fidelidad y cuando uno está en el mundo y absorto por el mundo, no es fiel a Dios; es fiel al príncipe del mundo, que es Satanás.”
Cuando hace tres años recibió la nulidad matrimonial, Gisela dice que lo vivió como un impulso para abrazar con mayor fuerza al verdadero amor de su vida: Jesús. “Hoy por hoy no pienso en un hombre, pienso en Dios y es tanta la fuerza cuando uno se entrega a Dios, y el Espíritu Santo te da una fuerza tan grande, que lo único que piensa mi cerebro, mi cabeza y mi alma es, bueno ahora qué hay que hacer, cómo hay que trabajar para Dios y utilizar las redes para evangelizar a favor de la vida.”
Dios te pide fidelidad. Asiste a Misa todos los días y disfruta luego pasar largos tiempos de intimidad ante el Santísimo, de quien habla con evidente pasión: “Es mi motor, yo no puedo estar sin Jesús, hablo todo el día con Jesús, hoy mi vida pasa por Jesús y María. Soy cristocéntrica.”
Esta experiencia de Dios le ha llevado a compartir sus dones y cualidades profesionales siendo animadora del programa “Caridad” en el canal Santa María, de Buenos Aires, y ya prepara uno nuevo cuyo nombre — “La fe mueve montañas”— señala cuáles serán sus contenidos.
Gisela invita a quienes leen su testimonio a que: “No pierdan el tiempo, vuelvan a Dios, así van a ser felices, y si les gusta la belleza, como a mí me gustaba, prometo que uno es más lindo cuando está con Dios. Hay que ser obediente a Dios. Y ¿cómo se es obediente a Dios? Siendo dócil, escuchando su voz; si uno está en oración constante y en obediencia, Dios te da esa sabiduría para discernir. No hay que dejar de alimentarse en la oración, visitando al Santísimo, acudiendo a la confesión y participando en Misa.”
Publicado en www.portaluz.org. 15 de junio de 2018. Usado con permiso.
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