La voz del Episcopado Latinoamericano desde el Santuario de Aparecida, Brasil
Mensaje final de los obispos al pueblo católico latinoamericano
La Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe se llevó a cabo en la ciudad brasileña de Aparecida del 13 al 31 de Mayo de 2007.
En esta conferencia, como anteriormente en Rio de Janeiro, Medellín, Puebla y Santo Domingo, los obispos latinoamericanos y caribeños señalan el rumbo que perciben que el Espíritu Santo quiere dar a la Iglesia Católica en nuestro continente. En una próxima edición de La Palabra Entre Nosotros tocaremos este tema más a fondo, pero por el momento citamos algunos párrafos destacados del Mensaje Final de los obispos al pueblo católico latinoamericano:
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 14,6). Ante los desafíos que nos plantea esta nueva época en la que estamos inmersos, renovamos nuestra fe, proclamando con alegría a todos los hombres y mujeres de nuestro continente: Somos amados y redimidos en Jesús, Hijo de Dios, el Resucitado vivo en medio de nosotros; por Él podemos ser libres del pecado, de toda esclavitud y vivir en justicia y fraternidad. ¡Jesús es el camino que nos permite descubrir la verdad y lograr la plena realización de nuestra vida!
Como fermento en la masa. Seamos misioneros del Evangelio no sólo con la palabra sino sobre todo con nuestra propia vida, entregándola en el servicio, inclusive hasta el martirio. Jesús comenzó su misión formando una comunidad de discípulos misioneros, la Iglesia, que es el inicio del Reino. Su comunidad también fue parte de su anuncio. Insertos en la sociedad, hagamos visible nuestro amor y solidaridad fraterna (Juan 13,35) y promovamos el diálogo con los diferentes actores sociales y religiosos. En una sociedad cada vez más plural, seamos integradores de fuerzas en la construcción de un mundo más justo, reconciliado y solidario.
Discipulado misionero al servicio de la vida. Desde el cenáculo de Aparecida nos disponemos a emprender una nueva etapa de nuestro caminar pastoral declarándonos en misión permanente. Con el fuego del Espíritu vamos a inflamar de amor nuestro Continente: “Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre Ustedes, y serán mis testigos . . . hasta los confines de la tierra” (Hechos 1,8).
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