La Sangre de la Nueva Alianza
Carta del editor
Por: Luis E. Quezada
Queridos hermanos:
En la vida actual rara vez se ve que dos personas hagan un “pacto de sangre”. Yo recuerdo que, en mi niñez, hice algún “pacto de sangre” con un hermano o amigo, cuyas razones no recuerdo ninguna, pero uno se hacía un pequeño corte en un dedo o la mano y luego se juntaba la sangre con la del otro, simbolizando una unión definitiva e indisoluble. Esto era, naturalmente, “cosa de niños”.
Pero, como vemos en los artículos de esta revista, la idea y la intención de los pactos de sangre son en realidad antiquísimos. Pero, ¿qué era un pacto de sangre? Era una alianza, un contrato solemne, un acuerdo inviolable que se ratificaba con el derramamiento de sangre, lo cual naturalmente implicaba degollar un animal para luego ofrecer la sangre. ¿Las razones? Podían ser tan variadas como lo son ahora los tratados que celebran las naciones, los contratos entre empresas o los convenios entre personas, con el fin de intercambiar bienes o promesas de protección y beneficios de común acuerdo.
Ahora creo que ya no se hacen pactos de sangre; pero sí alianzas, convenios y tratados. Para nosotros, los católicos, una de las alianzas más semejantes a un pacto de sangre vendría siendo el Sacramento del Matrimonio, en el cual, aun cuando las partes no intercambian gotas de sangre, ni propia ni ajena, sí prometen solemnemente cumplir ciertos votos matrimoniales que implican compartir la vida entera y sin reservas con la otra persona “en las buenas y en las malas”.
Ahora bien, los artículos del frente de esta revista se refieren a la Nueva Alianza sellada con la Sangre preciosa de Cristo, mediante la cual Dios se comprometió definitivamente con su nuevo Pueblo Escogido, vale decir, la Iglesia, y ésta se compromete a cumplir sus obligaciones libremente asumidas bajo dicha Alianza. Esta es la razón por la cual, en mi entendimiento, San Pablo habla de la similitud entre el matrimonio cristiano y la alianza de Cristo con la Iglesia, como lo dice en Efesios 5, 31-32.
Ahora, en Cuaresma, leamos los artículos de esta revista y también este pasaje de Efesios, y meditemos en el sentido profundo de la Alianza y las palabras de San Pablo.
Otros artículos. En la parte posterior de la revista, también encontrarán varios artículos muy interesantes sobre María Magdalena, el don de la amistad y el amor de Dios en la prisión.
Les deseo a todos ustedes, estimados lectores, y a sus seres queridos una muy bendecida y fructífera Cuaresma. Atentamente en Cristo,
Luis E. Quezada
Director Editorial
editor@la-palabra.com
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