La Pascua es fuente de esperanza
Carta del editor
Por: Luis E. Quezada
En nuestra edición de Pascua reflexionamos sobre la esperanza cristiana. ¿Qué es la esperanza? Dice el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica que la esperanza “es la virtud teologal por la que deseamos y esperamos de Dios la vida eterna como nuestra felicidad, confiando en las promesas de Cristo, y apoyándonos en la ayuda de la gracia del Espíritu Santo para merecerla y perseverar hasta el fin de nuestra vida terrena” (Compendio del CIC, 387).
Los teólogos también han dicho que la esperanza es una virtud teologal infusa, que capacita al hombre para tener confianza y plena certeza de conseguir la vida eterna y los medios, tanto sobrenaturales como naturales, necesarios para alcanzarla, apoyado en el auxilio omnipotente de Dios.
Pero ¿qué significa todo esto? En pocas palabras, que la esperanza es la virtud teologal por la cual confiamos en las promesas de Dios sin dudar ni cuestionarlas, porque creemos que son ciertas y verdaderas y que nunca dejarán de cumplirse. La esperanza suscita en nosotros el deseo de ir al cielo y la certeza de que, mientras nos mantengamos en gracia de Dios haciendo oración, recibiendo los sacramentos y esforzándonos por llevar una vida recta, obtendremos la salvación que Cristo ya ganó para todos los creyentes.
Precisamente para aclarar los conceptos y adentrarnos un poco más en las realidades de la vida de la gracia, la presente edición de Pascua está dedicada a la esperanza cristiana y todo lo que ella significa para la vida en el Espíritu.
Otros artículos. Como en este tiempo estamos celebrando la Pascua de la Resurrección del Señor, les ofrecemos un artículo muy interesante sobre este mismo tema que hemos tomado de una homilía pronunciada por Mons. Peter Magee, de Escocia, un maestro muy ungido de quien ya hemos publicado artículos en el pasado.
Incluimos, además, una reseña sobre el caso del joven italiano que, habiéndose enamorado de la joven Santa María Goretti, quiso pretenderla varias veces y ante las negativas de ella, intentó violarla. Como ella se resistiera con todas sus fuerzas, él la apuñaló 14 veces. María y su madre dieron un increíble testimonio de pureza y caridad cristianas que bien vale la pena leerlo. Ojalá sirva de ejemplo para las jóvenes modernas.
Haciéndonos eco de las expresiones que nos propone Mons. Magee en su artículo, bien haríamos los católicos en comenzar a saludarnos unos a otros diciéndonos: ¡Jesucristo ha resucitado! Y la respuesta: ¡En verdad ha resucitado!
Que tengan ustedes, nuestros queridos lectores, una Pascua llena de bendiciones.
Su hermano en Cristo,
Luis E. Quezada
Director Editorial
editor@la-palabra.com
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