La oración más fácil: Mirar hacia atrás para avanzar
Por el Rev. James Martin, SJ
Este es el primer artículo de una serie de tres que escribió el Padre James Martin sobre la oración. Los otros dos aparecerán en las ediciones siguientes de "La Palabra Entre Nosotros".
Muchos católicos piensan que no saben orar, o que no rezan bien, o incluso que para otros es más fácil orar.
Teniendo esto presente, quisiera presentarles una modalidad de oración que todos pueden hacer. Ya sea que usted haya participado en docenas de retiros o que esté recién adoptando el hábito de orar en su vida diaria, “el examen de conciencia” puede ser un medio maravilloso y fácil para emprender la vida espiritual.
Los católicos han venido usando esta forma de oración durante siglos, la cual finalmente llegó a relacionarse con San Ignacio de Loyola, el fundador de la Orden Jesuita en el siglo XVI, que la hizo popular. Además de la Misa, San Ignacio solía decir que el examen de conciencia es la oración que ningún jesuita debiera omitir en su diaria devoción. Muchos otros cristianos también la consideran valiosa en su propia vida con el Señor.
Cinco pasos sencillos. En esencia, esta oración es una reflexión sobre el día que se ha vivido, y puede hacerse una vez (generalmente antes de acostarse) o dos veces al día (al mediodía y en la noche). Tradicionalmente, esta oración consta de cinco pasos que son muy simples:
En primer lugar, como sucede con cualquier oración, le pides a Dios que te conceda la gracia necesaria para rezar.
En segundo lugar, recuerda aquellas cosas del día por las cuales te sientes agradecido. Pueden ser cosas importantes, como la conversación con un amigo que te haya ayudado a sanar alguna herida, un momento de intimidad con tu cónyuge, un nuevo proyecto muy interesante en el trabajo y cosas por el estilo. O bien, cosas tan sencillas como sentir en tu piel la agradable calidez del sol o bien la brisa fresca de la tarde, un suceso divertido ocurrido en el trabajo, etc. Recuerda estas cosas y, como decía San Ignacio, “saboréalas”. Por eso, le das gracias a Dios.
En tercer lugar, recuerda los hechos que sucedieron durante el día, como si fueran una película que se proyecta en tu cabeza y te preguntas: ¿Cuándo experimenté la presencia de Dios y acepté su invitación? ¿En qué me resistí a Dios y seguí mi propio camino?
En cuarto lugar, le pides perdón al Señor. Seguramente en el tercer paso caerás en cuenta de que habías cometido algunas faltas (¡a menos que seas perfecto!), y le pides a Dios que te perdone. También puedes decidir si tienes que pedirle perdón a alguien, o hacerte el propósito de confesarte sacramentalmente en cuanto puedas.
Quinto, le pides la gracia de vivir el día siguiente en el amor de Dios. Y San Ignacio dice que está bien concluir el examen de conciencia rezando el Padre Nuestro.
Eso es todo; cinco pasos sencillos. Normalmente, el examen de conciencia demora solo de quince a veinte minutos, de manera que es una oración que todos pueden hacer.
Beneficios de la mirada retrospectiva. Esencialmente, esta es una oración que nos permite ver dónde estuvo presente Dios en el día vivido. Es por lo general más fácil tratar de reconocer su acción en el pasado que en el presente, ya que por lo general estamos muy distraídos y ocupados con nuestras tareas cotidianas.
En el Antiguo Testamento, Dios le dijo a Moisés: “No podrás ver mi rostro.” ¡Cuántas veces nos pasa lo mismo a nosotros! Cuando se van produciendo los acontecimientos del día, a veces también nos sentimos incapaces de ver a Dios, pero fue Dios mismo quien poco después se dejó ver por Moisés (véase Éxodo 33,20-23).
Un modo de entender este pasaje de la Biblia es considerarlo como un recordatorio de que a veces es más fácil ver a Dios retrospectivamente que en el momento presente, y con el examen de conciencia lo podemos hacer al final de cada día. Esto nos anima a reflexionar en oración sobre cómo nos comunica Dios su presencia en la vida diaria. El teólogo jesuita Walter Burghardt escribió una vez que la oración es “una detenida y cariñosa mirada hacia la realidad”. Se podría decir que el examen de conciencia ofrece esa mirada como si fuera un espejo retrovisor.
Con el tiempo, esta mirada al pasado puede revelar ciertos hábitos de conducta. Tal vez uno se puede dar cuenta, por ejemplo, de que siempre le da gracias a Dios por una persona determinada. Y, con el paso de los días y las semanas, quizá se empiece a dar cuenta de la bendición que ha sido esa persona para uno, lo que posiblemente lo lleve a pensar: “¡Nunca me había dado cuenta de esto!” Finalmente, es posible que el examen de conciencia le haga reconocer lo mucho que hace esa persona y comience a apreciarla más en el presente.
También es posible que uno encuentre “respuestas” a oraciones que ya había pensado que quedarían sin contestar. A menudo rezamos por algo y, si no recibimos de inmediato lo que pedimos, nos desalentamos. Pero el examen nos permite ver más fácilmente las muchas cosas que Dios nos da, pero que se manifiestan después de días, semanas, meses y hasta años. Un amigo mío dice que Dios se parece a un maestro carpintero que vive en una aldea. Si usted necesita un trabajo de carpintería, todos le dirán: “Hay uno solo que te conviene. ¡Es el mejor carpintero de la ciudad, pero se demora mucho!”
Conforme usted empiece a ver más claramente la realidad, tal vez se sienta inspirado a dar gracias por lo que hay en su vida. Al final de un día agotador o de mucha frustración, a veces me siento a hacer mi examen de conciencia y de repente recuerdo algún momento de consolación o alegría que tuve: un comentario bondadoso que recibí o una buena noticia que me llegó; entonces me doy el tiempo necesario para saborear el momento y sentirme agradecido. El examen de conciencia en sí mismo viene a ser una bendición de Dios.
Entonces, ¿te cuesta encontrar a Dios? Intenta el examen de conciencia. Tal vez no seas capaz de ver dónde está Dios ahora mismo, pero sin duda podrás ver dónde ha estado en tu vida.
El P. James Martin, SJ, es sacerdote jesuita y autor del libro Mi Vida con los Santos (Loyola Press).
Éste es el primer artículo de la serie de tres escritos por el Padre James Martin, S.J. Para leer los dos artículos siguientes visite:
Parte 2: La iluminación de la imaginación: El camino de la contemplación
Parte 3: Leer, meditar, rezar, actuar: La lectio divina en cuatro pasos fáciles
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