La Iglesia nos llama a todos a la santidad
Carta del editor
Por: Luis E. Quezada
Queridos lectores:
En este mes de septiembre, en el que la Iglesia nos presenta a tantos santos beatificados y canonizados, parece apropiado dedicar la presente edición a la santidad en el Pueblo de Dios.
Pero los santos no son solamente aquellos que han sido canonizados oficialmente por la Iglesia y cuyos nombres aparecen en el santoral; hay muchísimos otros que han sido y son ejemplos de santidad en medio de las vicisitudes de la vida cotidiana sin que nadie o casi nadie los reconozca. Es muy posible, pues, que muchos de nosotros conozcamos o hayamos conocido a fieles católicos o no católicos cuya amabilidad, honestidad y sencillez de vida calzan en el molde de la santidad.
En este contexto, los artículos de esta edición están basados en la exhortación apostólica Gaudete et Exsultate que publicó el Santo Padre el Papa Francisco en marzo de 2018 sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, un documento emblemático de la Iglesia que a todos nos convendría leer y estudiar con atención.
Pensando en las oscuras realidades de violencia, corrupción y deshonestidad que se ve en las sociedades actuales, el llamado a la santidad parece una flecha disparada al vacío. ¿Quién la escuchará? ¿Tendrá una respuesta positiva? Pero la Palabra de Dios nos anima a mantener firme la esperanza, pues la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no pueden apagarla (v. Juan 1, 5).
Otra situación de oscuridad y sufrimiento es, naturalmente, el siniestro paso de la pandemia que vino dejando una terrible estela de enfermedad, dolor, muerte y miseria. Ante esto, los fieles creyentes en la Majestad de Jesús, nuestro Señor, podemos aferrarnos a sus promesas, que son indefectibles: “No tengas miedo a los peligros nocturnos… ni a las plagas que llegan con la oscuridad, ni a las que destruyen a pleno sol; pues mil caerán a tu izquierda y diez mil a tu derecha, pero a ti nada te pasará” (Salmo 91, 5-7).
Fe y santidad. Como dice el Santo Padre, todos estamos llamados a la santidad, es decir, a vivir separados del mundo y dedicados a Dios, para su gloria y alabanza. Y todos lo podemos hacer, pero no solo esforzándonos más, sino con la gracia del Espíritu Santo, que es el Santificador del Pueblo de Dios. Quiera el Señor que, leyendo estos artículos y la encíclica del Papa, todos demos unos pasos más hacia la santidad que el Señor nos pide.
Les deseo, queridos lectores, todas las bendiciones que el Señor tiene reservadas para ustedes y sus seres queridos.
Luis E. Quezada
Director Editorial
editor@la-palabra.com
Comentarios