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Agosto 2015 Edición

La Asunción de la Virgen María

Uno de los dogmas de fe de la Iglesia Católica

La Asunción de la Virgen María: Uno de los dogmas de fe de la Iglesia Católica

“. . . Al cielo vais, Señora, y allá os reciben con alegre canto. ¡Oh quién pudiera ahora asirse a vuestro manto, para subir con vos al monte santo!. . .”

La Iglesia celebra esta fiesta en honor de la Virgen María desde el siglo VI en Oriente y desde el siglo VII en Occidente. La festividad se celebra el 15 de agosto.

¿Qué dice la Iglesia? Este glorioso acontecimiento de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María fue definido como dogma de fe por el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus en los siguientes términos:

“Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo.”

Ahora bien, ¿por qué es importante que los católicos recordemos el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen María y profundicemos en su conocimiento? El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica responde de la siguiente manera:

“La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos” (CIC 966).

La importancia de la Asunción para nosotros, hombres y mujeres de comienzos del Tercer Milenio de la Era Cristiana, radica en la relación que hay entre la Resurrección de Cristo y la nuestra. La presencia de María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se halla en cuerpo y alma ya glorificada en el cielo, es eso: una anticipación de nuestra propia resurrección.

Todos los cristianos, y en efecto toda la humanidad, debe creer y aceptar el dogma de la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo precisamente porque fue expresamente definido por el Papa Pío XII hablando “ex cathedra”.

El Catecismo de la Iglesia Católica (966) lo explica citando la Constitución Lumen Gentium (59), que a la vez cita la Bula de Proclamación del Dogma: “Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del Cielo y elevada al Trono del Señor como Reina del Universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte”.

El Papa San Juan Pablo II, en sus catequesis sobre la Asunción (julio y agosto de 1997), lo explica en los siguientes términos:

“El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio.”

“Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a la humanidad: Después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los cuerpos.”

Y añade San Juan Pablo II: “María Santísima nos muestra el destino final de quienes ‘oyen la Palabra de Dios y la cumplen’ (Lucas 11, 28). Nos estimula a elevar nuestra mirada a las alturas, donde se encuentra Cristo, sentado a la derecha del Padre, y donde está también la humilde esclava de Nazaret, ya en la gloria celestial.”

Significado para nosotros. Los hombres y mujeres de hoy vivimos pendientes del enigma de la muerte. Aunque lo enfoquemos de diversas formas, según la cultura y las creencias que tengamos, aunque tratemos de evadirlo en el pensamiento, aunque tratemos de prolongar por todos los medios a nuestro alcance nuestros días en la tierra, todos tenemos una necesidad grande de esa esperanza cierta de inmortalidad contenida en la promesa de Cristo sobre nuestra futura resurrección.

El misterio de la Asunción de la Santísima Virgen María al cielo nos invita a hacer una pausa en la agitada vida que llevamos para reflexionar sobre el sentido de nuestra vida aquí en la tierra, sobre nuestro fin último: la Vida Eterna, junto con la Santísima Trinidad, la Santísima Virgen María y los ángeles y los santos del cielo. El saber que María ya está en el cielo gloriosa en cuerpo y alma, como se nos ha prometido a aquéllos que hagamos la santa voluntad de Dios, renueva la esperanza en nuestra futura inmortalidad y felicidad perfecta para siempre.

La creencia en la asunción del cuerpo de María se funda en antiquísimos escritos apócrifos, como De Obitu S. Dominae atribuido a San Juan (siglo IV o V). Entre los autores de Oriente, este insigne acontecimiento se menciona en diversos sermones, como los de San Andrés de Creta, San Modesto de Jerusalén y San Juan Damasceno, que formula así la tradición de la Iglesia de Jerusalén:

“San Juvenal, Obispo de Jerusalén, en el Concilio de Calcedonia (451), hace saber al Emperador Marciano y a Santa Pulqueria, que reclamaban el cuerpo de la Madre de Dios, que María murió en presencia de todos los Apóstoles, pero que su tumba, cuando fue abierta, a pedido de Santo Tomás, fue hallada vacía. De esa forma los apóstoles concluyeron que el cuerpo fue llevado al cielo.”

Hoy, la creencia en la Asunción de María es universal, tanto en Oriente como en Occidente. Según el Papa Emérito Benedicto XIV “es una opinión probable, cuya negación es impía y blasfema” (De Festis B.V.M., I, viii, 18).

“… De ángeles sois llevada de quien servida sois desde la cuna, de estrellas coronada: ¡Tal Reina habrá ninguna, pues os calza los pies la blanca luna!...” (Fray Luis de León, 1527-1591).

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¿Qué es un dogma? Un dogma de fe es una doctrina que la Iglesia propone como formalmente revelada por Dios, por lo que los fieles la han de creer firmemente y sin lugar a duda. Los dogmas pertenecen al depósito de la fe de una manera irreversible.

La infalibilidad del Papa El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables. (Constitución dogmática Pastor Aeternus, capítulo 4).

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Otros dogmas sobre la Virgen María

El dogma de la Maternidad Divina afirma que la Virgen María es verdadera Madre de Dios. Este dogma fue definido solemnemente por el Concilio de Éfeso (año 431) y luego proclamado por los Concilios de Calcedonia y Constantinopla. El Concilio de Éfeso, año 431, siendo Papa San Clementino I (422-432) declaró:

“Desde un comienzo la Iglesia enseña que en Cristo hay una sola Persona, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. María no es sólo madre de la naturaleza, del cuerpo, pero también de la Persona, quien es Dios desde toda la eternidad. Cuando María dio a luz a Jesús, dio a luz en el tiempo a quien desde toda la eternidad era Dios. Así como toda madre humana, no es solamente madre del cuerpo humano sino de la persona, así María dio a luz a la Persona, Jesucristo, quien es Dios y hombre, entonces ella es la Madre de Dios.”

El dogma de la Perpetua Virginidad. Se refiere a que María fue Virgen antes, durante y perpetuamente después del parto.

“La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre. En efecto, el nacimiento de Cristo “lejos de disminuir consagró la integridad virginal” de su madre. La liturgia de la Iglesia celebra a María como la Aeiparthenos, la ‘Siempre-Virgen’.” (CIC 499).

El dogma de la Inmaculada Concepción. Establece que María fue concebida sin mancha de pecado original. El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la Bula Ineffabilis Deus.

“Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles.”

Texto compilado y adaptado por el editor. Fuentes: Aciprensa.com, Wikipedia.com, Catholic.net, Forosdelavirgen.org.

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