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Septiembre 2024 Edición

La “apóstol de China”

La practicidad creativa de Cándida Xu

Por: Gail King

La “apóstol de China”: La practicidad creativa de Cándida Xu by Gail King

Jesús nunca encajó en el molde tradicional de un rabino judío, ¿no es cierto? Era un hombre célibe, pero viajaba junto con un grupo de discípulos que incluía mujeres (Lucas 8, 1-3). Se rodeaba de pobres y de personas consideradas impuras o de “pecadores” (Mateo 9, 9-13). Exhortaba a las personas a vender sus bienes y a vivir de manera sencilla (Lucas 12, 32-33).

Por lo tanto no debería sorprender que, conforme el evangelio se fue esparciendo alrededor del mundo, los cristianos de todas las generaciones también “rompieran el molde” de la cultura en la que vivían. Esto es especialmente cierto en lugares remotos como China, que forzaba roles muy estrictos para los hombres y las mujeres. Como cabeza de la familia, el padre era la figura de autoridad. Él interactuaba con el mundo exterior, controlaba la propiedad familiar y arreglaba los matrimonios para sus hijos. Las esposas raramente salían a la sociedad y se esperaba que obedecieran a sus esposos en todos los aspectos de su vida.

Sin embargo se dice que la Iglesia en China no habría sobrevivido sin la acción ni la labor evangelística de las mujeres. Y en esta labor sobresale una mujer en particular: Cándida Xu (1607–1680), una mujer proveniente de una familia de buena posición social que fue llamada “la Apóstol de China”.

Un matrimonio mixto. Cándida Xu nació en Shanghái en 1607. Su familia era conocida por su generosidad y su amor por el aprendizaje. Su abuelo, Xu Guangqi, un alto oficial del gobierno, fue bautizado en la fe católica en 1603. Esto condujo a la conversión de su hijo y su nuera, quienes se aseguraron de bautizar a Cándida y a sus ocho hermanos tan pronto como nacieron.

Cándida era una niña dulce que alegremente aprendió las enseñanzas, oraciones y prácticas de su fe. Rezaba el Rosario diariamente desde pequeña y desarrolló una profunda devoción a la Virgen María. Cuando tenía dieciséis años de edad, se casó con Xu Yuandu, un joven de la vecina ciudad de Songjiang. Sus apellidos se pronunciaban igual pero provenían de familias diferentes. Xu Yuandu había sido criado por su abuelo, Xu Leshan, quien conoció a los misioneros occidentales mientras servía como oficial en Beijing y fue bautizado en 1610.

Cuando Xu Yuandu y Cándida todavía eran niños, sus abuelos arreglaron su matrimonio. Xu Guangqi creyó que esta unión le aseguraría a Cándida la posibilidad de seguir practicando su fe libremente. Pero el interés de Xu Leshan en el cristianismo había disminuido. No bautizó a su nieto ni le transmitió la fe, y la familia volvió a la práctica del budismo. Debido a que estaban obligados por un contrato, Cándida y Xu Yuandu se casaron de todas maneras. En la ceremonia de la boda, Cándida hizo una reverencia delante de una imagen de Jesús mientras que Xu Yuandu se inclinó delante de una estatua de Buda. Eventualmente la pareja se mudó a Songjiang, al noroeste del país, donde Xu Yuandu enseñaba en una escuela local.

Una nueva red de fe. La adaptación a su vida con un esposo budista fue difícil para Cándida, especialmente porque Xu Yuandu trataba de impedirle que practicara su fe. Comprometida con obedecer a su esposo, Cándida solamente podía pedirle a su familia que rezara por ella. En una carta dirigida a una de sus hermanas, escribió: “Ahora vivo entre los gentiles, donde nadie cultiva los asuntos de la salvación. Lo que es peor, mi esposo me impide realizar mis santos ejercicios.” Pero mientras confiaba en la intercesión de su familia y la bondad de Dios, Cándida perseveró con paciencia. Eventualmente su esposo cedió y le permitió ejercer su devoción de nuevo.

Cuando Cándida se mudó a Songjiang, la Iglesia en ese lugar era incipiente y las reuniones se realizaban en una casa. Había muy pocos sacerdotes, por lo que las Misas eran poco frecuentes. Principalmente, los creyentes se reunían para orar, para compartir su fe y para animarse unos a otros. No fue hasta unos quince años más tarde, hacia finales de la década de 1630, que se construyó una iglesia.

Debido a que las prácticas sociales chinas no permitían que los hombres y las mujeres se reunieran juntos, ellos se reunían en momentos distintos, o las mujeres se reunían en una casa mientras los hombres iban a la iglesia. Cuando un sacerdote podía visitarlos, celebraba Misa con los hombres mientras las mujeres entonaban cánticos de oración en un lugar separado.

Pero ese fue el momento en que Cándida comenzó a romper el molde de una esposa discreta y deferente. Comenzó a recolectar todo el dinero que pudo hasta que tuvo suficiente para financiar la construcción de una pequeña iglesia para las mujeres. La llamó la Capilla de la Santa Madre. Esta capilla significó una diferencia enorme, porque permitió a las mujeres formar una red fuerte de fe.

Dificultades en el hogar. Xu Yuandu amaba profundamente a Cándida, y a través del ejemplo de ella desarrolló un interés genuino por los pobres en su región. En la década de 1630 a 1640, el noroeste de China experimentó un terrible ciclo de sequías e inundaciones que provocó la pérdida repetida de las cosechas. Conmovidos por el drama de los campesinos que pasaban hambre y los desesperados refugiados, Cándida y Xu Yuandu usaron todo el dinero que les sobraba para alimentar a tantas personas como pudieron.

En algún momento, Xu Yuandu contrajo tuberculosis, pero su sufrimiento fue aliviado —y su vida se prolongó— gracias a las habilidades de Cándida para preparar remedios con hierbas. Sin embargo, en 1651, su situación empeoró súbitamente y finalmente accedió a ser bautizado. Xu Yuandu murió dos años más tarde.

En los siguientes tres años, el dolor de Cándida se vio agravado por la muerte de su hija mayor, su segundo hijo, una nieta y la esposa de su tercer hijo. En su dolor por todas estas pérdidas, Cándida acudió al Señor para pedir su fortaleza y consuelo. También comenzó a meditar en cómo podía servir al Señor y a su Iglesia más directamente en vista de que ya no tenía un esposo al cual cuidar.

Mujer de negocios y evangelista. La respuesta surgió rápidamente. Los misioneros jesuitas en China carecían de fondos así que, para ayudarlos, Cándida decidió vender objetos finamente bordados que ella había hecho durante años. Ella era una habilidosa bordadora, y algunas de sus piezas competían con pinturas en su belleza y detalle. Pero en lugar de donar la gran cantidad de dinero que recolectó, invirtió ese dinero en la economía local del río Yangzi inferior.

Cándida demostró ser una astuta mujer de negocios. Adquirió una fortuna producto de sus inversiones y lo utilizó para desarrollar una gran cantidad de proyectos evangelísticos y de construcción para la Iglesia. De una forma u otra, influyó en cada iglesia, capilla y misión en el país. Apoyó a los misioneros, financió treinta y nueve edificios y la publicación de libros y panfletos católicos.

Cándida también continuó con su compromiso de ayudar a los pobres de una forma personal. Después de la muerte de su esposo, ella se mudó a las habitaciones para las mujeres en la casa de su hijo mayor, Xu Zuanzeng. Como era la costumbre, no había ventanas ni puertas hacia el exterior en esta parte de la casa, y las mujeres no tenían permitido abrir la puerta del frente. Así que pagó para hacer una entrada separada de las habitaciones de las mujeres. Ahí podía encontrarse con los necesitados, ofrecerles alimento y abrigo, rezar con ellos y predicarles el evangelio.

En otros momentos, actuó como una facilitadora. Por ejemplo, inició un proyecto para enseñar sobre Jesús a los narradores ciegos para que ellos pudieran ganarse la vida contando historias cristianas. También auspició a un grupo de mujeres jóvenes que repartieron alimentos, medicinas y publicaciones católicas en su comunidad. ¡No dejó ni una sola piedra sin mover!

“¿Está tu alma en paz?” Cándida no dudó en aprovechar la devoción que su hijo le tenía y la posición que él ocupaba como alto oficial del gobierno para que le ayudara con sus proyectos. Un día en que él la visitó, ella le preguntó: “Tú, hijo, fuiste gobernador de la provincia de Yunnan por más de un año. Dime, ¿a cuántos les diste vida en ese tiempo? ¿Cuántas veces mostraste simpatía? ¿Está tu alma en paz?” Después de haber conmovido con éxito su consciencia, ella le sugirió que la ayudara a abrir un orfanato.

Xu Zuanzeng se puso a trabajar y consiguió la ayuda de los ricos y poderosos del área. Donó una casa que poseía para que fuera el orfanato y, con muchos de los fondos provistos por su madre, contrató sirvientes, nodrizas y médicos para que cuidaran de los niños. En los primeros veinte años de existencia, este orfanato rescató a cerca de cinco mil bebés.

Una guía para el camino. Desearíamos saber mucho más sobre Cándida Xu: Detalles personales, historias y sus propias palabras sobre su vida y su fe. Pero sabemos las cosas importantes: Que hasta su muerte en 1680, vivió con sencillez y compartió todo lo que tenía, y que era fiel a sus responsabilidades y que era plenamente devota a Dios.

En una sociedad en la que las mujeres fueron separadas y excluidas, Cándida encontró formas tanto creativas como prácticas de vivir su fe y compartirla con las personas que la rodeaban. Y al hacerlo, no solo edificó la Iglesia en China; también abrió el camino para que muchas otras mujeres en su país asumieran un papel activo en la labor evangelizadora.

Gail King escribe desde Utah. Su libro, “A Model for All Christian Women: Candida Xu, a Chinese Christian Woman of the Seventeenth Century”, se encuentra disponible en Kindle.

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