Junio 2016
Carta del Editor
Por: Luis Quezada
Queridos hermanos en Cristo:
Esta edición está dedicada a la Sagrada Eucaristía, presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en todas las Misas que se celebran a diario en todo el mundo y en todos los sagrarios de los miles de iglesias católicas que existen en el mundo. De esta forma se cumple a cabalidad la promesa del Señor: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28, 20). El Señor está efectivamente presente con nosotros mediante su presencia eucarística. ¡Alabado sea el Señor!
Un congreso eucarístico. Durante la semana del 24 al 31 de enero pasado, católicos de todo el mundo participaron en el 51º Congreso Eucarístico Internacional celebrado en las Filipinas. Peregrinos de más de 70 países llegaron a la isla de Cebú, al sudeste de Manila, donde asistieron a conferencias, momentos de adoración eucarística y Misas multitudinarias. Unos cinco mil niños recibieron la Primera Comunión en una emocionante ceremonia al aire libre. Sin embargo, el momento cumbre del Congreso fue la impresionante Procesión Eucarística, que reunió a dos millones de personas en las calles de Cebú y ya es considerada como la más grande de la historia.
¿Por qué tanto revuelo por un Congreso Eucarístico? Porque así como, hace dos mil años, las multitudes se apiñaban para ver, escuchar y ojalá tocar a Jesucristo que caminaba por las calles de Israel y ciudades aledañas esperando ser bendecidas y curadas de sus enfermedades, así también los fieles de hoy reconocemos que el Señor está realmente presente en Persona en el Santísimo Sacramento del Altar y también esperamos ser renovados y sanados. Él es quien puede y quiere resolver los problemas de los corazones humanos, porque él es Dios verdadero y Hombre verdadero.
Año Santo de la Misericordia. También incluimos un artículo sobre cómo celebrar el Jubileo Extraordinario de la Misericordia de Dios, siguiendo la pauta de unos libritos publicados por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización denominada Misericordiosos como el Padre.
El amor de Dios es clemente, compasivo y generoso en extremo, como lo demuestra un artículo de sanación milagrosa ocurrido en Italia por intercesión del primer matrimonio santo de la historia canonizado por el Papa Francisco en octubre pasado. La fe y la oración son las claves que abren las compuertas para que se derrame el amor misericordioso de nuestro Dios.
Aprovechemos, hermanos, esta bienaventurada oportunidad que nos concede la Iglesia de valernos de las bendiciones que trae consigo la celebración del Año Santo de la Misericordia.
Que Dios los bendiga con abundancia de dones espirituales. Su hermano en Cristo,
Luis Quezada, Director Editorial | Escriba una correo al Editor
Comentarios