Junio 2015
Carta del Editor
Por: Luis Quezada
Es común, al menos entre los católicos, que los padres, y especialmente las madres, digan a sus hijos que deben aprender a portarse bien para que un día Dios los reciba en la gloria del cielo. ¡Qué buena enseñanza! Porque inculca al pequeño un sentido de responsabilidad por sus actos y a la vez de respeto a Dios, con la esperanza de un premio espiritual que, aunque no lo comprenda aún, le augura una vida de felicidad y satisfacción en el cielo.
En esta edición de junio, mes del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, hemos decidido reflexionar sobre la verdad que plantea San Pablo en Colosenses 1, 27: “Dios quiso dar a conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en ustedes, la esperanza de la gloria.”
Esta es la revelación de que todos los que creemos en Cristo, somos bautizados y recibimos los sacramentos, hemos adquirido el privilegio inmerecido y el honor inefable de saber que Jesucristo, nuestro Señor, ha venido a habitar en el corazón de cada creyente (v. Juan 14, 23).
San Pablo dice que este misterio había estado oculto desde los siglos y generaciones, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, vale decir, la Iglesia. ¿Se imagina usted? Dios tenía un propósito misterioso, un secreto personal, que no reveló a ninguno de los patriarcas, ni reyes, ni profetas ni sacerdotes del Israel antiguo. Lo tenía reservado para el Pueblo de la Nueva Alianza, que sería sellada, a su debido tiempo, con la Sangre del Cordero de Dios. Este pueblo de la Nueva Alianza, que es la Iglesia de Jesucristo de Nazaret y de la que formamos parte tú y yo, sería la bienaventurada receptora de la revelación del misterio de Cristo en nosotros, la esperanza de la gloria. ¡Qué grande es el amor que brota del Sagrado Corazón de Jesús!
Otros temas. Nos ha parecido acertado, también, incluir en esta edición un artículo sobre la devoción favorita de S.S. el Papa Francisco: la Virgen Desatanudos. Probablemente no muchos hayan escuchado de esta devoción, porque no es tan antigua, pero ahora se ha propagado más porque el Papa Francisco ha sido devoto de ella desde hace mucho tiempo.
Se añaden, además, dos testimonios de personas que encontraron sanación emocional y libertad cuando, por las circunstancias que ellos describen, decidieron acercarse al Señor y la gracia del amor divino les sanó y les cambió la vida.
Bendiciones y paz en el amor de Cristo Jesús y de María nuestra Madre,
Luis Quezada, Director Editorial | Escriba una correo al Editor
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