Jesús es el Señor del tiempo
Carta del editor
Por: Luis E. Quezada
Queridos lectores:
“¡Este es el día que hizo el Señor, alegrémonos y regocijémonos en él!” Esta exhortación, tomada del Salmo 118, 24, nos llega como una brisa de aire fresco, un manantial de agua pura, un rayo de luz que ilumina las espesas tinieblas que siguen cubriendo al mundo, especialmente el mundo que no conoce a Cristo o que rechaza la verdad de Dios.
Los cristianos estamos llamados a ser “luz del mundo”, portadores de esperanza y de perdón a una humanidad atribulada, enferma y decepcionada. Pero no podremos serlo a menos que día tras día renovemos nosotros mismos nuestra comunión con el Señor, nuestra vida de fe y oración, porque él es el único que nos puede levantar por encima de las circunstancias y darnos una vislumbre de la gloria celestial que espera a los que le son fieles, los que creen en su amor y su perdón. Y la mejor manera de renovar la comunión con el Señor es ejerciendo nuestra fe en él, estudiando y meditando en la Palabra de Dios, recibiendo los sacramentos que él instituyó, y sirviendo a los necesitados en la medida en que podamos hacerlo.
Las noticias que vemos por todos lados son casi exclusivamente negativas, pero nosotros, el Pueblo de Dios, tiene en sus manos la buena noticia de Jesucristo, que nos salva, nos sana, nos transforma y nos ofrece la esperanza cierta de una vida nueva, esplendorosa que jamás podríamos lograr por nuestros propios medios.
Pero, ¿cómo podemos hacerlo? La respuesta la encontraremos en los artículos principales de esta edición.
Otros escritos. Hablando de perdón y vida nueva, nos ha parecido bien incluir una reseña biográfica del Beato Padre Jean-Joseph Lataste, sacerdote francés que, en el siglo XIX, se dedicó a evangelizar y atender a las mujeres encarceladas en las frías e inhóspitas mazmorras de Cadillac, pueblo del sudoeste de Francia, que sufrían no solo por la estigmatización de la gente, sino condiciones inhumanas de abuso, abandono y enfermedad. Su apostolado, que tuvo gran oposición al principio, se mantiene hoy en Francia, los Países Bajos y los Estados Unidos, entre otros países.
Cerramos la edición con una reflexión sobre la pandemia que aqueja al mundo entero desde el año pasado, y sobre el paralelismo que podemos deducir al meditar en las consecuencias pandémicas que ha tenido el “virus del pecado” desde el principio en la historia de la humanidad.
Queridos lectores, les deseo un verano lleno de las bendiciones del Señor, bajo la protección de San José, Patrono de la Iglesia Universal.
Luis E. Quezada
Director Editorial
editor@la-palabra.com
Comentarios