La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Junio 2023 Edición

Jesús, el Pan de Vida

La Eucaristía nos trae vida ahora y para siempre

Por: Mark Hart

Jesús, el Pan de Vida: La Eucaristía nos trae vida ahora y para siempre by Mark Hart

“Les aseguro que quien cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan que da vida… Les aseguro que si ustedes no comen la carne del Hijo del hombre y beben su sangre, no tendrán vida eterna. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el día último.” (Juan 6, 47-48. 53-54)

“Jaque mate”, dijo mi abuelo con una sonrisa burlona.

Mi abuelo era muchas cosas: Sabio, jovial, compasivo y alegre; pero permisivo, nunca. Él no me daba ningún descanso cuando jugábamos ajedrez. Si yo ganaba, era porque lo había logrado con mi propio esfuerzo.

Lo extraño mucho. Ya fuera en el ajedrez o en la vida, él me enseñó a ver el cuadro con mayor amplitud, a pensar hacia adelante y a comenzar con el final en mente.

Dios el Padre es bastante parecido. Nos invita a despojarnos de nuestras perspectivas terrenales y mirar hacia nuestro objetivo final: La vida eterna junto a él. El Señor nunca nos permite conformarnos con ser menos que la mejor versión de quien él quiere que seamos. Dios nos creó para ser santos, y él sabe que necesitamos su propia vida para que lo seamos. Esa es la razón por la cual nos dio la Eucaristía.

Ver hacia atrás y hacia adelante. Antes de que Jesús se refiriera a sí mismo como el Pan de Vida en el pasaje que se cita anteriormente, había alimentado a cinco mil personas (Juan 6, 1-13). Le dio a la gente la cena para que no tuvieran que hacer un viaje largo, con hambre y cansados, para conseguir alimentos. Después, ellos lo buscaron nuevamente, pero él les advirtió que no buscaran alimentos que se echan a perder sino el alimento que perdurará en la vida eterna (Juan 6, 27).

Jesús también aludió al tiempo en que su Padre alimentó a los israelitas con el maná en el desierto. ¿Por qué? El Señor quería que ellos pensaran en otro momento en que Dios alimentó a su pueblo, dándoles sustento durante su largo viaje. Jesús deseaba que vieran hacia atrás para que pudieran apreciar lo que tenían por delante. Como en el ajedrez, el Maestro siempre está varios movimientos adelante, aun si las piezas no se han acomodado todavía en su lugar.

Durante los cuarenta años en que anduvieron errantes por el desierto, los israelitas clamaron a Dios por alimentos, y como un buen Padre, él proveyó. Cada mañana, una sustancia misteriosa aparecía sobre el suelo, ellos lo llamaban maná queriendo decir: “¿Qué es esto?” Era una sustancia comestible, con apariencia como de pan y aparentemente los satisfacía. Fue en esta provisión diaria de maná que confiaron los israelitas para llegar a la Tierra Prometida (Éxodo 16, 35).

Jesús sabía que la multitud que lo había seguido a un lugar desierto necesitaría comer, y así como su Padre proveyó el maná, él proveyó para ellos. Pero también los dirigió a ver más allá del alimento físico que necesitaban y en su lugar mirar la vida eterna que debían anhelar. Jesús los invitó a cambiar su vida y su perspectiva, enfocándose menos en el pan frente a ellos (la multiplicación de los panes) y más en Jesús mismo. Como el Pan de Vida, él los alimentaría en esta vida y los resucitaría para la vida eterna (Juan 6, 54).

La vida de Jesús en nosotros. Pensamos en el alimento físico que ingerimos como lo que sustenta nuestra vida, pero, ¿alguna vez pensamos en la Eucaristía de la misma forma? La verdad es que en la Eucaristía, Jesús derrama su vida sobre nosotros. Recibimos su vida cuando fuimos bautizados, pero sabemos lo difícil que puede ser nuestra vida cotidiana. Necesitamos que la vida sobrenatural de Dios fluya en nosotros por medio de este sacramento para poder amar como él lo hace. Lo necesitamos para luchar contra la tentación y el pecado, para cuidar de los necesitados y para compartir la buena noticia. Necesitamos su gracia para sobrevivir y prosperar en este mundo.

Pero este don del Cuerpo y el Pan de Jesús no es solamente para hoy, es para la eternidad. Eso es lo que él prometió: Si comemos de este pan, viviremos para siempre. ¿Sería posible no vivir para siempre, si la propia vida de Jesús fluye en nosotros? Es su vida en nosotros lo que perdurará, y nosotros también, porque nos hemos hecho uno con él.

Ese es el gran regalo de Jesús, el Pan de Vida. La Eucaristía no es algo que podamos dar por descontado o de lo que podamos prescindir. Jesús nos pide que creamos que él es Aquel prefigurado en el Antiguo Testamento, Aquel que nos rescata de la esclavitud del pecado, así como los israelitas fueron rescatados de la esclavitud en Egipto. Jesús es Aquel que nos sustenta en nuestro camino hacia la Tierra Prometida, así como los israelitas fueron sustentados por el maná en el desierto. Es Aquel que nos recibirá el día que lleguemos a la Tierra Prometida en el cielo, y lo conoceremos, porque tenemos su vida en nosotros. ¡Ese es el futuro que él ha prometido a aquellos que creen!

Para rezar y reflexionar. Esta semana, dedica un tiempo a escribir el relato de tu relación con Dios. No tiene que ser detallado, pero intenta responder a las siguientes preguntas:

  • ¿Cómo ha crecido tu relación con Dios hasta ahora? ¿Cómo ha provisto él para ti, y cómo lo has amado y servido tú como respuesta?
  • ¿Cómo es tu relación con Dios ahora? ¿Cómo está actuando él en ti? ¿Cómo lo experimentas cuando lo recibes en la Eucaristía?
  • ¿Cómo quisieras que crezca tu relación con Dios en el futuro? ¿En qué áreas necesitas aun su gracia? ¿Cómo puedes experimentar más de su vida en ti?

Este domingo que viene, lleva las respuestas a estas preguntas ante el Señor al acercarte a recibirlo en la Sagrada Comunión. Al repasar tu relación con él, agradécele por todo lo que ha hecho en tu vida hasta ahora y pídele cualquier cosa que necesites para el futuro. Recuerda: Este es el momento en que estarás más íntimamente unido a él en esta vida.

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