Impulsados por el amor de Dios
Queridos hermanos:
Todos conocemos el sentimiento de tener que hacer algo por obligación que no deseamos hacer. Los niños, por ejemplo, reclaman cuando tienen que hacer los deberes de la escuela; es algo que sencillamente no quieren hacer pero lo hacen porque saben que deben.
En esta edición, nos centraremos en una clase de obligación muy diferente. Jesús vino a la tierra con una misión: Hacer la voluntad del Padre. Y Jesús deseaba por sobre todas las cosas, cumplir con la voluntad de su Padre, aun cuando sabía perfectamente cuál era el costo que esto implicaba.
Cuando Jesús le dijo a María y a José “tengo que estar en la casa de mi Padre” (Lucas 2, 49) no se refería a algo a lo que estaba siendo forzado, sino al enorme deseo que tenía de estar en el templo. Jesús deseaba cumplir con la misión que su Padre le había encomendado.
Jesús era plenamente libre y sin embargo se sintió en la necesidad de seguir el camino que el Padre había puesto delante de él. Durante su ministerio, amó a las personas de la forma en que su Padre le pidió que las amara. Todos los días, las sirvió y cuidó de ellas con la misma compasión y el mismo amor que el Padre tenía por ellas. Durante su ministerio, Jesús entregó su vida a los demás hasta sacrificarse en la cruz por nuestra salvación. Con todo lo que hizo durante su vida, reflejó las palabras que les dijo a sus padres aquel día en el templo: “En los negocios de mi Padre me es necesario estar” (Lucas 2, 49; Reina-Valera).
Del mismo modo, Dios tiene una misión para cada uno de nosotros. Ya sea que te corresponda realizarla “en lo secreto” (Mateo 6, 6) o que por el contrario te encomiende realizar una misión pública, lo que hagas es importante para él. Lo que sea que estés haciendo le ayuda al Padre a extender su Reino en la tierra.
En la sección de atrás encontrarán la historia de Cándida Xu, una mujer de China cuya familia se había convertido al catolicismo y quien sintió este impulso de llevar a cabo la misión que Dios le había encomendado. Cándida tuvo la valentía de ocuparse de “los negocios” del Padre y puso manos a la obra para extender el Reino de Dios aun cuando las circunstancias parecían estar en su contra.
Hermano, hermana, ¿cuál es la misión que tu Padre celestial te ha encomendado? ¿Qué estás haciendo para extender el Reino de Dios aquí en la tierra? ¿Cómo te estás ocupando de los negocios de tu Padre?
Rezo para que con la edición de este mes nuestro Padre celestial nos anime y nos impulse a realizar nuestra misión. Pidamos al Hijo la valentía para extender el Reino de Dios con la fuerza y la sabiduría que proceden del Espíritu Santo.
María Vargas
Directora Editorial
editor@la-palabra.com
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