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Noviembre 2017 Edición

Guiados por la corriente de gracia

Lo que viví en el Jubileo de la Renovación Carismática Católica

Por: María Paula Arce

Guiados por la corriente de gracia: Lo que viví en el Jubileo de la Renovación Carismática Católica by María Paula Arce

En el Circo Massimo de Roma, bajo un cielo azul, junto a 30.000 cristianos de más de 120 países y con la presencia del Papa Francisco, estuve orando, recordando y reviviendo el fabuloso evento de Pentecostés. No era un escenario que me habría podido imaginar en el momento en que compré mi boleto para asistir al Jubileo de Oro de la Renovación Carismática Católica.

Lo recalcó el Papa y me impactó sobremanera entender que yo estaba allí, viviendo junto a tantas personas, el momento del nacimiento de la Iglesia, en ese lugar donde tantos cristianos fueron martirizados para diversión de grandes multitudes.

El Jubileo tuvo lugar en la ciudad de Roma, del 31 de mayo al 4 de junio de este año, y Dios me dio la bendición de participar en él. Además de la vigilia de Pentecostés, el Jubileo contó con simposios, talleres, festivales y conciertos. Pero, ¿qué fue lo que sucedió hace 50 años que nos permitió a mí y tantos otros ver la ciudad de Roma llena de fieles católicos que se movían por toda la ciudad para celebrar esta gran fiesta?

Los orígenes. Antes que nada ¿qué fue lo que sucedió hace más de dos mil años? “Cuando llegó la fiesta de Pentecostés, todos los creyentes se encontraban reunidos en un mismo lugar. De repente, un gran ruido que venía del cielo, como de un viento fuerte, resonó en toda la casa donde ellos estaban. Y se les aparecieron lenguas como de fuego que se repartieron, y sobre cada uno de ellos se asentó una. Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu hacía que hablaran” (Hechos 2, 1-4). Todos hemos escuchado estos versículos, pero por muchos años esto fue solo una historia de los primeros cristianos.

El Papa San Juan XXIII, al convocar al Concilio Vaticano II en 1961, pidió a todos los católicos que oraran por “un nuevo Pentecostés en nuestra era y una renovación de la fe, con signos y prodigios.” La Renovación Carismática Católica es sin duda una de las muchas y maravillosas respuestas de Dios a esa oración.

En la Iglesia Católica, esta renovación se inició en 1967. Durante un retiro conformado por dos profesores y unos 25 estudiantes en Estados Unidos, el Espíritu Santo empezó a manifestarse de manera espontánea en muchos de los participantes. Sin ningún diseño humano, el movimiento pentecostal católico había comenzado.

En los años setenta, la renovación se esparció a muchos otros países. Los seminarios de vida en el espíritu fueron uno de los medios más eficaces de catequesis e iniciación en la vida cristiana. Fue en esa década que la Renovación Carismática Católica empezó a ser reconocida por las autoridades y teólogos de la Iglesia, principalmente gracias al Cardenal Josef Suenens, de Bélgica. Él presidió, en 1975, la primera conferencia carismática en Roma, donde el Papa Pablo VI dio su bendición al movimiento.

En 1977, 10 años después, más de 50.000 personas de 12 confesiones cristianas diferentes se reunieron en Kansas City, Misuri, en la primera conferencia carismática ecuménica.

Bruce Yocum, uno de los pioneros de la Renovación Carismática, hablando en la hermosa Catedral de San Juan de Letrán, contó que en la primera asamblea de oración carismática a la que asistió había 12 personas y que en cuatro meses el número había crecido a 300. ¡Qué grande la obra del Espíritu! Así estaba respondiendo el Señor a ese llamado que hizo el Papa San Juan XXIII.

Mi caso personal. Yo, personalmente, doy gracias a Dios por esta obra a nivel mundial, por el nacimiento de muchos movimientos que evangelizaron a tantas personas, entre las cuales se encuentran mis padres, quienes también fueron fieles y me educaron en la fe.

Gracias a su respuesta, yo he sido parte de esta corriente de gracia. Nací dentro de un movimiento ecuménico de comunidades, que surgió gracias a la renovación y que trata de vivir bajo la guía del Espíritu Santo. Siendo católica, siempre he agradecido ser parte de este movimiento, ya que he podido experimentar de cerca el poder del Espíritu Santo. Ahora, cuando llegué a Roma, entendí que esto que he tenido toda mi vida es lo que el Señor quiere para toda su Iglesia.

Como mencioné, yo supe del Señor desde muy joven. Mis padres me hablaron de él, me llevaron a la Iglesia, me enseñaron a orar. Escuché del Señor, así como los discípulos hablaron con Jesús o como muchos de los primeros cristianos escucharon hablar de él, pero al igual que aquéllos, no fue sino hasta que experimenté el poder del Espíritu Santo que dejé de “mirar al cielo” y me puse a trabajar en la misión del Señor.

Impresiones del Papa Francisco. Durante la vigilia de Pentecostés, el Papa Francisco expresó: “Estamos reunidos aquí. . . celebrando la obra soberana del Espíritu Santo en la Iglesia, que comenzó hace 50 años y dio comienzo… ¿a una institución? No. ¿A una organización? No. A una corriente de gracia, a la corriente de gracia de la Renovación Carismática Católica.”

Y añadió: “Esta corriente de gracia es para toda la Iglesia, no solo para algunos y ninguno de nosotros es el ‘patrón’ y los demás los siervos. No. Todos somos siervos de esta corriente de gracia… la venida del Espíritu Santo convierte a hombres encerrados por miedo, en testigos valientes de Jesús.”

“Ustedes han de compartir con todos en la Iglesia el Bautismo en el Espíritu Santo, alabar al Señor sin cesar, caminar juntos con los cristianos de diferentes Iglesias y comunidades cristianas en la oración y la acción por los que más lo necesitan. Servir a los más pobres y enfermos, eso espera la Iglesia y el Papa de vosotros, Renovación Carismática Católica, también de todos vosotros: todos, todos los que habéis entrado en esta corriente de gracia.”

Mis impresiones. Así fue para mí. El Espíritu nos da el valor que necesitamos para ir a la misión que nos encomendó Jesús, una misión que nos encomendó a todos. Dos cosas fueron las que más me impactaron durante el jubileo. Primero, el llamado del Señor a dejarme llevar de nuevo por esta corriente de gracia: confiar en él, salir de mi zona de comodidad y dejarme guiar por el Espíritu, como en un río, sin poner yo mis condiciones: “A la corriente no se le pueden poner diques, ni se puede encerrar al Espíritu Santo en una jaula” (Papa Francisco, 2017).

A mis 26 años y aún dentro del ambiente carismático en que he crecido, pienso que milagros como los que leemos en las Escrituras se ven muy poco hoy en día, ¿Por qué? ¿Será que estamos limitando al Espíritu Santo? El Señor es el mismo y no podemos nosotros, en nuestra humanidad, ponerle barreras y no dejarlo actuar.

Mencionaba el Papa que al llegar a los 50 años de edad, las fuerzas comienzan a decaer, y yo agrego que después de años de vivir junto al Señor, nos acomodamos a cierta forma de vivir. Pero decía el Papa que debe ser, más bien, un momento para reflexionar, para detenerse, pero solo para ver el gran llamado que el Señor nos ha hecho.

Los católicos de hoy somos los viñadores que el Señor llama a responder, porque la mies es mucha, y también nos llama, como a los primeros cristianos, a clamar todos los días por el poder del Espíritu para ver milagros y obras grandes en medio de su Iglesia. Es fácil quedarnos mirando al cielo, pero el Señor nos llama a actuar.

Diversidad reconciliada. El segundo llamado fuerte que sentí del Señor, y que creo que fue claro para muchos de los presentes, fue un llamado a la unidad; un llamado a una “diversidad reconciliada.”

Como lo dijo el Papa: “No es fácil demostrar al mundo actual que la paz es posible, pero en el nombre de Jesús podemos demostrar, con nuestro testimonio, que la paz es posible; es posible si nosotros estamos en paz unos con otros. Si acentuamos las diferencias, estamos en guerra entre unos y otros y no podemos anunciar la paz. La paz es posible a partir de nuestra confesión de que Jesús es el Señor y de nuestra evangelización por este camino. Sí es posible. Aun mostrando que tenemos diferencias, pues es obvio que tenemos diferencias, queremos ser una diversidad reconciliada. Esta palabra no es mía, no es mía. Es de un hermano luterano: ‘Diversidad reconciliada’.” (Papa Francisco, 2017)

Una costarricense que también asistió al Jubileo, Carmen Ginette Valverde, me comentaba que lo que más le impactó fue “que Dios nos habla de vivir el llamado de la unidad en la diversidad, el perdón, la reconciliación, el respeto, la misericordia y el amor en la acogida a los hermanos de otras vivencias cristianas.”

Jesús no fue excluyente, él nos llamó a todos a ser parte de su Iglesia, y nos llama a todos a dar fruto en medio de este mundo, que cada vez vive más en la oscuridad. ¡Unidos la luz es más fuerte!

Cada quién brillando según su llamado: “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo…” (1 Corintios 12, 4-5), pero hacerlo, como decía Bruce Yocum, viviendo nuestro llamado

“. . . con una fe expectante, buscando la palabra de Dios, la intervención de Dios, el poder milagroso de Dios.”

Personalmente, desde donde yo estoy, así con fe expectante, dejándome guiar por el Espíritu Santo, quiero cumplir mi propósito en la vida de avanzar el Reino de Dios, de hacer Iglesia, de ser parte de la familia espiritual y de formar a los que vienen como parte de esta familia.

Mis padres respondieron y gracias a ellos yo conocí al Señor, y he visto milagros en mi vida. Ahora yo debo responder también. ¿Y a usted en qué lo está llamando el Señor a ir más profundo? ¿Cómo lo está llamando a tomar su lugar en la Iglesia de Cristo?

María Paula Arce vive en San José, Costa Rica y es miembro de la comunidad carismática Árbol de Vida.

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