Jaime debió pasar siete semanas en el hospital el año pasado, debido a una grave infección. Durante ese tiempo estuvo muy agradecido con los capellanes y los voluntarios que le llevaban la Comunión varias veces por semana. A pesar de que estaba demasiado enfermo para asistir a Misa, alguien cuidó de él lo suficiente como para llevarle a Jesús. La presencia de Jesús en la Eucaristía le dio las fuerzas necesarias para soportar el largo camino de la recuperación.