¿Es que Dios estuvo siempre conmigo?
Testimonio personal de Kicca Susti.
Desde joven me cuidó, reparo mis fuerzas y talló fino en mi vida como en un diamante en bruto. Empecé esta aventura a los 18 años. Ya desde entonces tuve que definirme por el Señor cuando, sorprendida por un extraño tumor en la glándula lacrimal tuve que buscar ayuda en los Estados Unidos, porque en Perú no habían podido tratar este tipo de tumores.
Ya casada y viviendo fuera de mi país, con dos hijas y 30 años de edad, volvió la enfermedad cuando vivía en San José, Costa Rica. Los pronósticos eran malos, pero yo me repetía una y mil veces: "¡Saldré de esto!" Un médico maravilloso me devolvió las esperanzas y hasta hoy el hecho de haber salvado el ojo es considerado un milagro. ¡Son las maravillas de Dios!
De regreso en Perú después de siete años de vivir en el extranjero, tuve la suerte de conocer a un sacerdote ya anciano, el Padre Pablo Menor, ¡un jesuita maravilloso! que fue mi director espiritual. Enseñaba de la santidad de vida, pero . . . ¿en un mundo como el de hoy?
Una vez al mes iba a la Parroquia de San Pedro a reunirme con él y allí hacía mis dulces meditaciones, lecturas de la palabra, retiros, etc. Todo esto me llenaba de ánimo. Fueron años de mucho recogimiento, que me enriquecieron muchísimo.
Dolor y sufrimiento. Desgraciadamente, ¡nada es duradero! Mi querido director espiritual murió a los 98 años, y a su edad hacía cinco horas diarias de oración y tenía una dulzura extrema con todos. Ahora sé que Dios me lo puso en mi camino, para que me enseñara a confiar plenamente en la Misericordia Divina.
Mi calvario empezó en 1989 cuando a mi madre le diagnosticaron la enfermedad de Alzheimer. Mi madre era una mujer como pocas: íntegra, artista, creativa, buena madre, gran amiga, caritativa con el pobre. . . Fueron años de locura. Se dice que un enfermo de este tipo requiere cuidado no las 24 horas, ¡sino 36 horas! Fue realmente así. ¿Cómo lo superé? Solamente haciendo constante oración y pidiendo luz, guía y fuerzas para seguir.
A su vez, mi padre, desesperado, pensó encontrar alivio en el alcohol, pero desgraciadamente esto terminó en una posterior diabetes y enfermedad de Parkinson.
La vida en esta especie de torbellino desencadenó sentimientos de celos y problemas en mi propia familia; mis hijas se volvieron muy egoístas y también mi marido. Creo que nunca supieron lo que era vivir una situación como esa. Para colmo de males, mi marido se fue a trabajar a Tacna, en el sur del Perú. A pesar de todo, yo lo iba a visitar una vez por mes.
Los Focolares y las pruebas. Pasaron los años y me mudé al municipio de Lince, en Lima, y allí conocí a una focolarina, que me invitó a una "Mariápolis", es decir, la típica reunión del Movimiento de los Focolares. ¡Quedé encantada con las enseñanzas de la mística Chiara Lubich, que fundó este movimiento en Italia hace más de 50 años.
En 2003 tuve una mala noticia: me descubren cáncer de mama, y me atreví a escribirle a Chiara y ella con mucha gentileza y fe me envió un mensaje de esperanza y aliento. Sólo un año después se presenta otro cáncer, esta vez cervical. ¡Otra prueba más! Con la gracia de Dios, salí nuevamente de esto, pero sorpresivamente mi madre fallece a los dos días del diagnóstico.
Sólo la oración, la misa diaria, la comunión frecuente y mi actividad deportiva me ayudaron a soportar el dolor, el estrés, la preocupación y todo lo que esto significaba. La situación económica era, además, otra carga, ya que la preocupación financiera de cómo mantener a mi padre enfermo, me llevó a un gran decaimiento y creo que sin darme cuenta a una situación de gran estrés. Para poder sostenernos, tuvimos que poner en venta la casa.
La gracia no falla. La situación económica se arregló inesperadamente cuando surgió un comprador y vendimos la casa. Se solucionaron los problemas económicos, pero mi padre fallece el 29 de marzo, en plena época de Semana Santa. ¡Qué tal coincidencia!
Debido a las condiciones de salud que yo tenía, me tocaba hacerme chequeos periódicos en el Servicio de Oncosalud, y al ir a uno de ellos descubro otro problema: me detectan otro cáncer, más agresivo que el primero. En total tuve que pasar por cuatro quimioterapias, que acepté en paz. Me operaron y gracias a Dios no había "metástasis", es decir, el cáncer no se había propagado a otras partes del cuerpo.
Con todo, trato de animar a muchos a ser empeñosos, como San Pablo de Tarso, diciéndoles que no se amilanen y que sigan adelante, ¡hasta que Dios quiera! La Madre Teresa de Calcuta decía que cuando puedas correr, ¡corre! Si ya no puedes, ¡sólo camina! Si estás impedida, ¡sigue con el bastón! Y cuando ya no puedas más, ¡con la silla de ruedas!
Con la gracia del Señor, ¡no me he dejado vencer! Constantemente me repetía: ¡Todo lo puedo soportar en Cristo que me conforta! (Filipenses 4,13). Mirando hacia el pasado, creo que el Señor me preparó de antemano para todo esto. La fe y la seguridad de que las promesas de Cristo son reales me ayudaron enormemente, ahora puedo afirmar con plena convicción y por experiencia propia que ¡nada es imposible para Dios! Sólo basta confiar en Él.
Kicca (Enrica) Susti de Devoto vive en San Isidro, Lima, Perú y participa en un grupo de oración en el que leen La Palabra Entre Nosotros y comparten sus meditaciones diarias."
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