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Cuaresma 2021 Edición

Es absolutamente hermoso

El capellán de una prisión da testimonio del poder del amor de Dios

Por: Patrick McGovern

Es absolutamente hermoso: El capellán de una prisión da testimonio del poder del amor de Dios by Patrick McGovern

El Padre Carlos “Chuck” Canterna se ofreció para trabajar como voluntario en las prisiones de Baltimore y fue nombrado capellán del Penal Municipal de Baltimore y de la Penitenciaría de Maryland en 1982. Patrick McGovern, que escribe en forma independiente desde Nueva York, habló con él recientemente sobre su experiencia de servicio a los privados de libertad en ese lugar.

La cárcel no es un lugar que alguien pueda relacionar con la belleza. Es por eso que resulta sorprendente escuchar al Padre Chuck Canterna cuando describe la obra que lleva a cabo en la prisión: “Si alguien me dice que debe ser horrible trabajar en los penales, yo solo respondo ‘Bueno, tú en realidad no lo sabes’. Es un ministerio hermoso, absolutamente hermoso.”

Desde luego, no es que el Padre Chuck no haya presenciado el dolor, así como el peso de la culpa y la vergüenza que sienten los reos debido a las consecuencias de sus propias decisiones. Muchos de ellos son incapaces de perdonarse a sí mismos. Ser identificados solo como “otro número en la prisión” los hace sentirse todavía menos merecedores de bondad o dignidad. Muchos son rechazados por la propia familia y no reciben visitas ni cartas mientras permanecen encarcelados o sufren debido a matrimonios destrozados y amistades dañadas. También pueden sufrir por ser conscientes del dolor que provocaron a sus víctimas, a las familias de las víctimas y a sus propias familias. Y entonces, claman a Dios pidiendo auxilio.

“No es fácil tratar con un presidiario, porque uno entiende que también es víctima” dice el Padre Chuck. “Las personas no dimensionan todo el dolor, el pesar y el remordimiento que cargan los reclusos. No estoy justificando sus acciones de ninguna manera; pero cuando uno habla con ellos cara a cara, y los llega a conocer mejor, uno empieza a verlos como hermanos. Sí, no es posible desentenderse del delito que cometieron, pero a menudo aquello no calza con la persona que uno acaba de conocer, en lo absoluto.”

Según el Padre Chuck, uno entiende rápidamente que el delito que cometieron no los define. Ellos son hijos de Dios y si nos pusiéramos en sus zapatos para tratar de entender por qué hicieron lo que hicieron, empezaríamos a comprender cómo se fue desmoronando su vida. Aquí es donde se descubre la belleza: Ves cuando los reclusos se abren a Jesús y a su amor, su misericordia y su perdón. Ves que las vidas se transforman y que ellos dejan de ser la persona que antes eran. Y eso es lo hermoso.

Un amor transformador. Cada día, al hacer sus rondas en los inmensos edificios que conforman el Centro de Detención de Baltimore, el Padre Chuck anhela que Cristo sea el centro de la vida de cada uno de los reos. También percibe cuánto desean estos hombres a Cristo, y se conmueve cuando los ve que responden a la gracia de Dios. Y aunque es posible que la palabra amor no sea la primera que se nos ocurra cuando nos referimos a la vida en la prisión, el Padre Chuck ve el amor por todos lados.

“Cuando los internos me preguntan por qué me preocupo tanto por ellos, les digo que eso es lo que Jesús haría, él los amaría,” dice el Padre Chuck. A menudo les comparte la famosa frase de las Confesiones de San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti”, a lo que él añade “estos hombres están inquietos, y necesitan alivio de sus pecados, sus faltas y sus errores.”

Hay incontables ejemplos de reclusos cuyas vidas fueron transformadas por el amor de Cristo. Uno de ellos llamado Josué escuchó que un grupo de hombres se reunía los martes en la tarde en el recinto donde él se encontraba, y decidió participar. Se sintió impresionado por la forma en que estos hombres compartían abiertamente sobre su vida, y entendió que Dios le estaba ofreciendo a él su misericordia pese a los delitos que él había cometido, así como estos hombres la habían experimentado. Josué empezó a leer la Biblia y a memorizar versículos como el siguiente, que ahora es uno de sus favoritos: “Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza” (Jeremías 29, 11). Josué sintió que el sentido de culpa y vergüenza iba desapareciendo y que, a cambio de eso, sentía una libertad y una confianza hasta entonces desconocidas.

Un milagro en Misa. Los hombres que el Padre Chuck visita por lo general no saben que Dios desea darles un corazón nuevo, su propio corazón rebosante de amor. Esa es la razón por la cual los voluntarios de la prisión y los reclusos que dirigen estudios bíblicos son tan importantes: “He visto que muchas vidas cambian para bien. Se podría decir que la prisión es horrible y cruel, pero también lo fue el sufrimiento que Jesús soportó en la cruz por nosotros. Por eso es tan bueno recordar la victoria de la resurrección de Cristo de entre los muertos.”

Un prisionero, condenado por asaltar un banco, experimentó lo que el Padre Chuck considera un milagroso cambio de corazón. Cuando Roberto [no su nombre real] y su cómplice huían de la escena del robo, su amigo recibió un disparo de la policía y murió. Roberto fue arrestado y enviado a prisión, donde el Padre Chuck lo conoció.

“Estaba lleno de ira y rencor y estaba sufriendo —recuerda el Padre Chuck— y quería venganza.” Era evidente para todos que, cuando fuera liberado, Roberto buscaría a los oficiales que mataron a su amigo. Pero comenzó a asistir a las reuniones de oración y a la Misa, y al cabo de tres meses, decidió convertirse al catolicismo. “Se veía claramente que cada vez estaba menos enojado”, recuerda el Padre Chuck. “Luego —y nunca olvidaré esto— justo después de su conversión, se acercó a mí en plena Misa, después de mi homilía y me dijo que necesitaba hablar conmigo en ese preciso momento.”

Roberto le dijo al sacerdote que ya no sentía rencor contra los policías que habían ajusticiado a su amigo y ya no quería matarlos. “Ahora tenía un corazón nuevo”, explica el Padre Chuck. “Una vez que recibió la Eucaristía, ya no había vuelta atrás.” El hombre fue trasladado a otra prisión y ahora es un líder en la comunidad católica de ese penal. “Fue un milagro eucarístico. ¡Es un hombre distinto!”

Nosotros podemos ser su voz. En palabras del Padre Chuck: “La prisión es obviamente un lugar muy diferente a la parroquia. Hay muy pocos voluntarios para atender a las necesidades espirituales de cientos de hombres y mujeres. Los reos tienen el corazón muy abierto, pero Jesús necesita que nosotros seamos sus brazos, sus piernas y su voz; que tengamos la valentía de entrar en esas prisiones y hablar con estas personas.”

El Padre Chuck tiene razón. El apostolado carcelario puede ser hermoso. Las prisiones están llenas de hombres y mujeres que son hermanos nuestros y que están sintiendo un profundo dolor. Ya sea que lo sepan o no, Jesús es la respuesta que ellos están buscando, así que ¡recemos por ellos! Si podemos, seamos para ellos las manos y los pies de Cristo y acompañémoslos en la prisión. Aun cuando nunca pongamos un pie dentro de un penal, ¡siempre podemos compartir el amor de Dios con ellos por medio de nuestras oraciones!

Para saber más sobre el Padre Chuck y cómo Dios está actuando en las prisiones, visite nuestro sitio web wau.org/changinglives


Seamos portadores de esperanza tras las rejas

El Padre Chuck brinda esperanza a los reclusos cuando éstos logran tener un encuentro con Cristo Jesús en la Escritura y la Sagrada Eucaristía; pero muchos no disponen de la palabra de Dios y los capellanes son escasos. Compañeros de La Palabra Entre Nosotros responde al llamado de Dios de visitar a los presos distribuyendo nuestra revista a más de 84.000 reclusos. En la Edición Especial para Privados de Libertad de La Palabra Entre Nosotros del próximo año procuraremos incluir las lecturas de la Misa diaria. Sin embargo, para poder hacerlo, precisamos el apoyo de nuestros lectores.

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