La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Junio/Julio 2007 Edición

El privilegio de compartir la Pasión de Cristo

Mirada con ojos de fe, una grave crisis de salud puede llegar a ser una bendición

Por: Testimonio por José Antonio Soto

Tengo entendido que cuando Jesús iba camino de Jerusalén, a celebrar la Pascua, se detuvo en Betania para despedirse de sus amigos Lázaro, Marta y María; que al salir, Lázaro se acercó a Jesús para decirle que, sabiendo a lo que Él iba y lo que le esperaba en Jerusalén, que él quería acompañarlo. Jesús le agradeció que se quisiera unir a su pasión, pero le dijo que el plan del Padre era que Lázaro permaneciera en Betania. Éste no lo entendió y le dolió el no poderlo acompañar, pero aceptó su voluntad.

No sé si este relato sea exacto, pero ahora que hemos vivido esta situación con mi esposa Floralba, yo meditaba que probablemente Lázaro sí habría querido seguir al Señor y tuvo que quedarse. Jesús, a su gran amigo Lázaro, le pide que se quede. En cambio, mirando a toda la humanidad, detiene sus ojos en Floralba y le pide que ella (y nosotros junto con ella) lo acompañemos.

Desde hace 20 años, ella sufre de acalasia esofágica, una enfermedad por la cual el esófago pierde su movilidad normal y no se producen las contracciones que hacen pasar el alimento desde la boca hasta el estómago. O sea, lo que ella come le llega al estómago únicamente por el peso y la fuerza de gravedad. Como resultado, lo primero que come llega al final del esófago, esperando que el alimento se acumule tanto que el peso "fuerce" al esfínter (el músculo de salida del esófago) a que se abra y deje "pasar" la comida hasta el estómago. Pero la gran mayoría de las veces ese músculo vuelve y se cierra mucho antes de que toda la comida haya pasado. Esto provocó que el esófago de Floralba se fuera ensanchando más y más durante estos últimos años.

Eso fue lo que pasó hace unas semanas. El esófago se negó a abrirse nuevamente y la comida se le fue acumulando y subiendo hasta desbordarse por la vía respiratoria. Floralba, en la angustia de no poder respirar, entró en pánico; se produjo el espasmo respiratorio y cayó desmayada. Ni siquiera el personal paramédico, que llegó 15 minutos después, logró introducirle un tubo en la tráquea para que pudiera respirar. Lo absolutamente cierto era que la falta de oxígeno le causaría daños muy severos en el cerebro. Dios hizo el milagro inmenso y ella regresó a casa una semana después absolutamente lúcida.

La crisis. Durante todos estos años viviendo en los Estados Unidos, habíamos apelado a tratamientos sucesivos de Botox, sustancia que al serle inyectada con cuatro agujas simultáneas en el esófago, hacían que el músculo se relajara y la dejara comer por los siguientes 12 meses después de cada inyección. Ese procedimiento es muy efectivo inicialmente, pero después de varias aplicaciones, el efecto fue disminuyendo, hasta que la última vez ya fue inservible.

El siguiente paso era proceder a dilataciones. Y eso quisimos hacer el pasado viernes 16 de marzo. Se programó un procedimiento de dilatación para las 3 de la tarde. Dos horas después ya estaba ella con nosotros y esperábamos que se despertara para regresar a casa.

Había entonces que someterla a un scan para el cual ella debía tomar un poco de bario (un líquido de contraste para la radiografía) a fin de detectar si se había perforado el esófago. Cuando le hacían el primer test, Flor se desmayó y no se pudo terminar. Una hora después volvieron a repetir el examen y a la media hora confirmaron lo peor: el esófago, debilitado por tantas aplicaciones de Botox, se había rasgado y los líquidos gástricos junto con el bario se habían regado por toda la cavidad gástrica y torácica, y eso ya llevaba más de un par de horas.

Había que operar de emergencia. Esa operación, en las condiciones en que se encontraba Flor, era no sólo bastante difícil sino poco común. Finalmente, a la media noche se logró localizar a un cirujano. La operación empezó después de la 1 de la mañana y se prolongó por tres horas.

Tras la cirugía, que por gracia de Dios fue exitosa, Flor desarrolló una infección bastante masiva que le llegó hasta la corriente sanguínea, probablemente lo que se conoce como septicemia. Tuvo neumonía y el corazón se le empezó a afectar, especialmente por la anestesia y los sedantes que le aplicaron para mantenerla inmóvil y sin tanto dolor. Las pulsaciones le aumentaron a más de 140 por minuto y a veces la tensión arterial le llegaba a niveles muy críticos. Hubo otra junta médica para evaluar la situación: el pronóstico fue reservado y Flor continuó en condición muy crítica.

Una de esas noches estuve reunido en oración con Marcelita y Ana María (nuestras dos hijas) y de común acuerdo le dijimos al Padre eterno que Flor es su hija y que, si Él quería, nosotros se la devolvíamos, para que no sufriera más; pero que, por supuesto, si Él quería que se quedara con nosotros, que la recibiríamos con todo nuestro amor.

El aniversario de bodas. Al día siguiente, cuando regresé al hospital, le llevé un precioso ramo de flores. Ella no lo pudo ver, pero yo le susurré al oído: "Feliz aniversario, mi amor." Era el 19 de marzo y ese día, a las 6 de la tarde, se cumplían 43 años desde que nuestro Padre cruzó el camino de Flor y el mío. De esos casi 16.000 días que hemos gozado juntos, los últimos 25 años los hemos disfrutado minuto a minuto más de cerca, las 24 horas del día, pues trabajamos en el mismo lugar y nos transportamos en el mismo carro.

Un privilegio. Me queda muy difícil entender que podamos ser escogidos para semejante privilegio. El Señor tenía una multitud de otras personas y sin embargo, en su maravilloso plan de amor, decide escoger a alguien de nuestra familia, a mi esposa y madre de nuestras hijas. Es algo absolutamente asombroso: ser llamados en alguna forma unos —Flor mucho más— a experimentar nada menos que la Pasión del Hijo de Dios y unirnos a ella.

¡No hay la menor duda! Es el mejor regalo de Jesús. ¿En qué otra forma se puede celebrar su Resurrección si antes no hemos vivido su pasión y su muerte?

Sí, es cierto que más de alguno me dirá: "Claro ¡gran tonto! Usted, José Antonio, puede decir eso porque no es usted el que se está retorciendo de dolores allá en esa cama del hospital, dentro de esa gravedad, debilitándose cada día más y sin saber qué va a ser de ella." Eso es cierto, pero lo mismo podría decirse de Dios Padre, que envió a su Hijo a morir por nosotros, pero sin hacerlo Él mismo.

Yo y mis hijas daríamos cualquier cosa por librar a nuestra amada Floralba de todo lo que le ha tocado padecer; incluso compartir sus dolores, para poderla ver riéndose de nuevo y alegrándonos la vida una vez más.

Nuestro Padre tiene un plan perfecto de amor para cada uno de sus hijos y cualquiera que sea su voluntad, siempre salimos ganando. Infinitamente agradecemos todas las oraciones y demostraciones de amor que nuestros familiares y amigos han tenido con cada uno de nosotros. ¡Continúen haciéndolo por favor!

El consuelo. Pero Jesús, por el gran amor que nos tiene, escogió a Flor para sufrir y a nosotros para sufrir también con ella y consolarla. Y podemos consolarla, porque primero el Señor nos consuela a nosotros. ¿Que cómo lo hace?

¡A través de cada uno de ustedes! ¿Se puede usted imaginar que en un pequeño pueblito de la República de Togo, allá en el África Central, hay un sacerdote que emocionado eleva el cáliz consagrado ofreciéndolo por ella en su Misa diaria? ¿Que otro tanto sucede con otro hijo de Dios, un sacerdote jesuita, en Madrid? Las Hermanas Dominicas, el sacerdote español, aquel diácono tan especial, el sacerdote húngaro, el director de coro que con su testimonio vino a cumplir funciones de ángel, aquel grupo de Renacer, los del grupo del Rosario, los muchos que con gran amor han querido compartir este testimonio con tantos otros. Todo el amor de ellos y sus oraciones son un gran consuelo para nosotros y así podemos nosotros consolarla a ella.

La situación actual. Ahora, Dios mío, gracias a tu perfecto plan personal (PPP) de amor por nosotros y a tu Divina Misericordia, Floralba, luego de estos casi dos meses de calvario junto a Ti, ha regresado con nosotros a casa; ayudada con su caminador ya llega hasta la puerta del jardín. ¡Nuestra Flor está volviendo a retoñar! Y todos estamos empezando a vivir nuestra nueva realidad: Tú has resucitado y vives en medio de nosotros; con la Virgen Santísima quisiéramos decirte: "Glorifica alma nuestra a Dios, y nuestro espíritu se llena de gozo, al contemplar la bondad de Dios, nuestro Salvador." Nunca nos hemos merecido que Tú pusieras tus ojos en nosotros en esta Cuaresma. Gracias por querernos tanto, Padre Santo.

Al recibir los mensajes de tantos amigos que sin conocerlos me escriben y al finalizar mi trabajo diario, me voy con el corazón lleno de su amor y con las manos llenas de sus mensajes electrónicos y llamadas telefónicas para llegar a decirle a Floralba: "Hola, mi vida. El Señor continúa queriéndote. ¡Aquí está la prueba! Mira cuántos te han escrito. Oye lo mucho que me han dicho por teléfono de cuánto te aman. Si supieras de tantos que están esperando que les avisemos para venirte a acariciar, a consentir, a mimar. Sí, mi amor, así como lo han hecho sin descansar tus hijas y tus hermanos. Que dicha mi amor. ¡Mira cuánto te quiere Jesús!" ?

José Antonio y Foralba Soto, oriundos de Colombia, son respectivamente Directores de Circulación y de Promoción, de La Palabra Entre Nosotros y viven en Montgomery Village, Maryland muy cerca de las casas de sus hijas Angela Marcela y Ana María, sus esposos y nietos.

Comentarios