La Palabra Entre Nosotros (en-US)

Abril/Mayo 2007 Edición

El Paso de la muerte a la Vida

¿Que tiene de nuevo la nueva vida en Cristo?

"Recién hecho o fabricado. Que se oye o se ve por primera vez. Distinto o diferente de lo que existía o de lo que se conocía anteriormente."

Esta es la manera en que el diccionario define la palabra "nuevo". Y muchas veces, estas definiciones pueden ser muy útiles al comenzar el tiempo de Pascua, porque efectivamente ¡todo es nuevo! En las próximas siete semanas, las lecturas de la misa hablarán de la nueva vida que recibieron los apóstoles en Pentecostés, aprenderemos cómo se formó la nueva congregación de creyentes, la asamblea que vino a ser conocida como la Iglesia, y descubriremos que estos primeros creyentes empezaron a vivir en la práctica el nuevo mandamiento de amarse los unos a los otros.

Naturalmente todo esto lo podemos leer en la Biblia, pero la resurrección de Jesús representa algo mucho más importante que un milagro ocurrido hace 2000 años. Durante todo este tiempo pascual, las lecturas de la misa nos enseñarán que la nueva vida que experimentaron los apóstoles también está destinada a todos los fieles. En efecto, todos podemos ser transformados de la misma manera impresionante en que lo fueron estos primeros discípulos, y nuestro testimonio puede ser tan poderoso como el de ellos en el mundo de hoy.

Pero, ¿cómo recibimos esta vida nueva? Especialmente si fuimos bautizados cuando éramos pequeñitos,¿cómo podemos empezar a experimentar la sorprendente declaración de San Pablo en la que dice el Señor "nos dio vida" (Efesios 2,5)? La respuesta es sencilla: la recibimos por la gracia del Espíritu Santo, que se nos ha dado en el Bautismo. Solamente Él tiene poder para volvernos a crear y llenarnos de las bendiciones del Dios todopoderoso. Por eso, durante esta temporada de Pascua demos una mirada a la acción del Espíritu Santo y al poder con el cual nos da vida y nos hace "nuevos".

¡Un gran milagro! Esta vida nueva en el espíritu está íntimamente relacionada con unas pocas verdades esenciales que encontramos en la Sagrada Escritura. La primera es que el Hijo de Dios se hizo hombre para que pudiera enseñarnos acerca de la vida que desea comunicarnos a todos. Así como Jesús les dijo a los judíos "yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (Juan 10,10). La segunda verdad es que Jesús no solamente se hizo hombre por nosotros; también murió por nosotros, para que fuéramos rescatados de nuestra "antigua" vida de esclavitud al pecado: "al quedar unidos a Cristo Jesús en el bautismo, quedamos unidos a su muerte" (Romanos 6,3).

Finalmente, habiendo vencido al pecado y la muerte, Jesús resucitó de entre los muertos y ascendió al cielo, y ahora derrama sobre nosotros la vida nueva de su Espíritu Santo: "Después de haber sido enaltecido y colocado por Dios a su derecha y de haber recibido del Padre el Espíritu Santo que nos había prometido, él a su vez lo derramó sobre nosotros. Eso es lo que ustedes han visto y oído" (Hechos 2,33).

¡Un milagro espléndido! Somos ahora una nueva creación. ¡Nada menos que hijos e hijas de Dios todopoderoso! Esto significa que podemos conocer personalmente y en forma íntima y directa el amor del Padre. Más aún, por ser hijos suyos, somos también sus herederos. Ya no estamos atados por las limitaciones de nuestra naturaleza humana caída; ahora podemos recibir el poder del Espíritu para vencer también al pecado, reanimar el corazón de otras personas para que se acerquen al cielo y ser instrumentos del poder sanador y de la misericordia de Dios en el mundo.

Los hechos de los apóstoles muestran en cada una de sus páginas en qué consiste esta nueva vida. Los hombres y mujeres que formaron la Iglesia primitiva eran seguramente muy parecidos a nosotros. Algunos eran acomodados y otros pobres; unos eran viejos y otros jóvenes; había algunos mejor educados que otros. En realidad, las personalidades y condiciones sociales deben haber cubierto toda la variedad que existe, desde los tímidos hasta los extrovertidos, desde los sumamente cuidadosos hasta los audaces, e incluso desde los regañones hasta los joviales. Con todo, por muy grande que haya sido la variedad de caracteres y personalidades, todos ellos pudieron llevar una vida extraordinaria. Se brindaban cuidado los unos a los otros, oraban juntos y se ayudaban mutuamente en forma tanto material como espiritual. Ya fuera individualmente o como cuerpo, pudieron hacer cosas maravillosas porque fueron dóciles al Espíritu Santo y se dejaron llenar del poder de Dios.

Pero lo mismo que sucedió en aquella época, también puede suceder hoy día. La vida nueva en Cristo sigue estando directamente vinculada al poder y los dones del Espíritu Santo, por eso, en el grado en que los creyentes de hoy pongamos obstáculos a la obra del Espíritu Santo en nosotros permaneceremos "muertos" en nuestra vida antigua. Pero si permitimos que el Espíritu actúe libremente en nuestro corazón para enseñarnos, reanimarnos y llenarnos de su vida, su amor y su paz, recibiremos una nueva "vida" que nos renovará por completo.

Dones celestiales, frutos espirituales. La temporada de Pascua es perfecta para recibir una nueva porción del Espíritu Santo; es el tiempo adecuado para adoptar esta nueva vida de una manera más completa siendo más dóciles a la acción del Señor. Ahora, si hacemos todo esto, ¿qué podemos esperar?

Primero, descubriremos que en nuestra vida brotan más libremente los dones del Espíritu (v. Isaías 11,1-2), lo que significa que podremos crecer en sabiduría espiritual, conocimiento, entendimiento y consejo, y descubriremos que estaremos en mejores condiciones de tomar decisiones que sean gratas a Dios y que manifiesten su gloria. Significa que podremos disponer de una mayor fortaleza para resistir la tentación y para defender las verdades del Evangelio en este mundo cuyos valores son radicalmente opuestos. Significa que descubriremos en nuestro corazón un nuevo "temor de Dios", pero no un miedo paralizante, sino una gran reverencia y respeto a nuestro Padre que va acompañada del deseo de no querer ofenderlo y más bien esforzarnos por complacerlo y vivir rectamente ante sus ojos.

Aparte de estos dones, también descubriremos que empiezan a brotar de nuestro ser los frutos del Espíritu (Gálatas 5,22-23), que nos ayudarán a desarrollar una conducta más amable, alegre y apacible, cualquiera sea la situación en que nos encontremos. Igualmente, descubriremos una mayor capacidad para tratar a otras personas con paciencia, bondad y tolerancia, como Jesús lo hacía con sus seguidores. Igualmente, aprenderemos a ser más generosos con los pobres, leales con nuestros amigos y a ejercer mayor dominio propio en lo que se refiere a nuestras propias pasiones, emociones y deseos. En pocas palabras, experimentaremos que el poder espiritual empieza a actuar en nuestro ser con una fuerza que no viene de nosotros mismos, sino de un Dios que es bondadoso y todo amor.

Queridos hermanos, Jesús fue el hombre de vida más completa y perfecta que ha existido en este mundo. Cada momento de su vida estuvo marcado por una alegría, una dedicación y una visión que provenían de su unión perfecta y total con el Espíritu Santo. Lo extraordinario de esta noticia para los creyentes es que esta misma vida nueva y poderosa está a disposición de todos los fieles. El Señor quiere que todos estemos "plenamente vivos". Vivamos pues a la luz y con la fuerza del Espíritu y observemos con admiración cómo esta vida nueva se despliega en nuestro propio corazón.

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