El maravilloso don de Pentecostés
Carta del editor
Por: Luis E. Quezada
Queridos lectores:
Pentecostés fue un acontecimiento histórico que marcó la venida del Espíritu Santo sobre la primera comunidad cristiana; y sabemos que, gracias a la fuerza del Paráclito, el cristianismo se fue propagando rápidamente por todo el mundo.
Sabemos, además, que cuando los que profesan la fe en Cristo Jesús son bautizados reciben varios dones importantísimos: se les borra el pecado original, pasan a ser hijos de Dios y miembros de la Iglesia y reciben el don del Espíritu Santo. Esto es, naturalmente, materia de cualquier curso de catequesis básica.
Pero hay un efecto de la unción del Espíritu Santo que no siempre se enseña o comparte, como lo hacemos ahora en los artículos de este mes escritos por el ahora Cardenal Raniero Cantalamessa: ¡el estallido o liberación del poder del Espíritu Santo en la vida personal del creyente!
¿Por qué digo “estallido”? Porque así fue como lo experimenté yo, hace ya muchos años, cuando después de haber sido un católico nominal que apenas iba a Misa, tuve, al cabo de una conferencia de evangelización, un profundo despertar a la realidad transformadora de la presencia viva del Espíritu Santo, cuyos efectos no han cesado de manifestarse en mi vida ni en mi amor a Cristo Jesús, mi Señor. A esto se debe en parte que, hasta ahora y desde hace ya 35 años, esté yo trabajando en la traducción y redacción de esta revista.
Algunos llaman a esta experiencia, el “bautismo en el Espíritu Santo”, que no es un acto sacramental, sino más bien la reactivación de la potente semilla que fue sembrada en el corazón del creyente mediante el Sacramento del Bautismo. Pero vamos a dejar que sea el Cardenal Cantalamessa el que explique de qué se trata esta experiencia, que ojalá todos los católicos la tengan.
Otros artículos. En la parte posterior de la revista presentamos un artículo que expone claramente la realidad de la resurrección del Señor, que hace poco celebrábamos el Domingo de Pascua, una explicación que fortalece la fe y satisface la curiosidad intelectual de muchos sobre el tema de la resurrección de Cristo.
Cerramos la edición con dos testimonios, uno basado en la vida de dos santas mártires de la Iglesia primitiva: Santa Perpetua y Santa Felicidad, que dieron ejemplo de heroísmo y fidelidad al Señor en medio de una grave persecución, y el otro que proclama el amor y la bondad de Dios expresados en una curación física extraordinaria. Esperamos que este contenido sea útil para nuestros queridos lectores.
Les saluda su hermano en Cristo,
Luis E. Quezada
Director Editorial
editor@la-palabra.com
Comentarios