El espíritu de San Nicolás
Es precisamente la chispa que necesitamos
Por: Hallie Riedel
“Porque necesitamos un poco de Navidad, en este mismo instante.”
Así dice un villancico que quizá hayas escuchado en estos días y que con seguridad alude a la prisa y el ajetreo de este tiempo del año. Generalmente suceden muchas cosas en este mes y podrías comenzar a preguntarte si realmente es posible descubrir la alegría de la Navidad antes de que sea demasiado tarde.
Pero no te preocupes; hay un santo para eso. Es la personificación misma del “espíritu de la Navidad”, y por eso es el hombre que se convirtió en Santa Claus: San Nicolás de Mira. Durante su vida, fue famoso por su generosidad y cuidado por los necesitados, y su reputación por su alegría y su bondad se propagó a lo largo y ancho después de su muerte. Su espíritu es justo lo que necesitamos al acercarse la Navidad.
Conocido por su generosidad, y mucho más. En realidad, no sabemos mucho sobre Nicolás. Esto no es sorprendente, debido a que vivió durante un tiempo turbulento, al final del siglo III y principios del siglo IV. No dejó cartas o escritos y su primera biografía conocida fue escrita hasta el siglo IX, ¡casi quinientos años después de su muerte!
Pero sí sabemos que nació en una familia adinerada en el puerto mediterráneo de Patara, actualmente dentro del territorio de Turquía. Sus padres murieron cuando él tenía alrededor de dieciocho años y, solo con su fortuna, Nicolás decidió usar el dinero para ayudar a los pobres. También sabemos que fue nombrado obispo de Mira, no muy lejos de Patara, cuando tenía aproximadamente treinta años de edad, y pasó un tiempo en la prisión durante la persecución contra los cristianos por parte del emperador Diocleciano (303-311 d.C.). Posiblemente asistió al Concilio de Nicea en el 325 y murió alrededor del año 335. Y esa es básicamente la evidencia que tenemos.
Aunque no tenemos documentos históricos sobre Nicolás, sí tenemos muchas antiguas leyendas. No son los cuentos de dormir de los niños del siglo pasado, que lo convirtieron en una figura alegre que viste un traje rojo y que conduce un trineo y entrega regalos en la víspera de Navidad. No, esas leyendas nos acercan al espíritu de San Nicolás. Nos hablan de regalos misteriosos, visiones nocturnas, rescates de último minuto y asombrosas multiplicaciones de granos.
Entonces, ¿era Nicolás un alma alegre y caritativa que daba gratuitamente a aquellos en necesidad? ¿Fue un valiente protector de su pueblo cuya valentía los salvó de la hambruna? ¿Era un defensor de la justicia, que salvó a los injustamente acusados y regresó a niños secuestrados a sus padres?
¡Era todo eso! Pero era mucho más que la suma de todas esas obras maravillosas. En su esencia, Nicolás era un hombre santo que vio y atendió las necesidades que se presentaban frente a él, todo mientras confiaba valientemente en la provisión de Dios. Era un hombre generoso que a veces realizó cosas muy simples y ordinarias que nosotros también podemos hacer.
La leyenda de las dotes. Sin duda la leyenda más famosa sobre San Nicolás, y la que más se acerca a su identidad como Santa Claus, es la leyenda de las tres bolsas de oro. Sucedió cuando él todavía era un hombre joven. La historia cuenta que un hombre pobre tenía tres hijas. La familia atravesaba momentos difíciles, y el hombre no tenía nada para pagar la dote de sus hijas. En aquellos días, las muchachas necesitaban aportar una propiedad o dinero —una dote—al matrimonio para atraer a un esposo apropiado. Así que estas muchachas no tenían nada que aportar a un matrimonio, y su padre, desesperado, decidió que su única opción era venderlas como esclavas.
Nicolás se enteró del dilema del hombre y decidió hacer algo al respecto. En tres noches diferentes, llenó una bolsa con algo del oro que sus padres le habían dejado, se dirigió a la casa de esta familia y lanzó la bolsa por una ventana abierta. Cada bolsa tenía lo suficiente para permitir casar a cada una de las muchachas. Algunos relatos dicen que la bolsa cayó en una media o zapato que se estaba secando cerca de la chimenea, lo que explica por qué los niños dejan sus zapatos afuera la noche antes de su fiesta (6 de diciembre) o cuelgan botas en la chimenea en la víspera de Navidad con la esperanza de recibir un regalo de parte de San Nicolás.
Podríamos decir que esto es un milagro, pero podría ser simplemente que Nicolás estaba prestando atención. Esta familia vivía en su pueblo —según algunos de los relatos en la misma calle que él— y él era consciente de su situación. Así que sacó algo de su herencia, y en lugar de entregárselo a un beneficiario desconocido, hizo algo sencillo por ayudar a un vecino.
Ser generosos y atentos: Eso es algo que todos podemos hacer. Podemos tratar de estar más alertas a las necesidades de los demás y hacer algo práctico para ayudar.
La leyenda de los tres barcos. Como obispo, Nicolás asumió seriamente el mandamiento de Dios de proteger a su rebaño en Mira. Una leyenda cuenta que había una hambruna severa, y los habitantes del pueblo estaban en peligro de morir de inanición. Tres barcos mercantes que contenían granos llegaron a Mira en su camino hacia Constantinopla y Nicolás se enteró de esto. Recibió a los barcos en el puerto y valientemente exigió al capitán que le entregara cien fanegas de grano de cada barco. Pero, ¿cómo podría hacer eso el capitán? Cuando llegara a la capital se descubriría que hacía falta grano. Nicolás no iba a aceptar un no como respuesta. Eventualmente convenció al capitán, prometiéndole que él mismo se encargaría del grano que hiciera falta.
Milagrosamente, cuando los barcos arribaron a Constantinopla, no faltaba ningún grano. ¡Y esas trescientas fanegas de grano alimentaron a los habitantes de Mira durante dos años! Nicolás quería proveer para su pueblo, y aprovechó una oportunidad que se le presentó. Él confió en que Dios bendeciría sus esfuerzos.
Ser valientes y confiar en la provisión de Dios mientras cuidamos de las personas que él nos confió: Eso es algo que también podemos hacer.
Leyendas sobre la justicia. Muchas leyendas hablan de la dedicación de Nicolás a la justicia. Una relata la historia de tres generales que habían sido injustamente acusados de conspirar contra el emperador Constantino. El emperador creyó en las acusaciones y decidió ejecutarlos. Pero Nicolás se le apareció en un sueño, lo reprendió por escuchar una herejía y le ordenó liberarlos de inmediato. Constantino estaba tan impresionado por el sueño que cuando despertó, liberó a los hombres inmediatamente. (Coincidentemente, estos mismos generales acababan de estar en Mira, donde habían presenciado cómo Nicolás intervenía para detener la ejecución de otros tres hombres inocentes).
Otra leyenda dice que una pareja concibió un hijo muy esperado después de visitar la tumba de San Nicolás. Cuando el niño tenía siete años, fue secuestrado y llevado a servir como el copero del rey de Babilonia. Un año más tarde, el día de la fiesta de San Nicolás, el niño se encontraba en la presencia del rey cuando el santo se le apareció y lo trasladó de regreso a su hogar. Cuando llegó, ¡el niño aún sostenía en su mano la copa del rey! Nicolás no permitiría que una situación injusta no se solucionara.
Buscar la justicia y actuar para hacer bien las cosas: ¿No nos llamó Jesús a hacer precisamente esto?
En este tiempo del año, muchas personas se sienten abrumadas. Muchas están solas, especialmente aquellas que recientemente han perdido a un ser querido. No podemos multiplicar la comida o viajar en el tiempo para resolver una injusticia. Seguramente no tenemos bolsas de oro. Pero siempre tenemos algo que ofrecer. Puede ser simplemente cocinar una comida para una vecina solitaria o llevarle flores para que alegre su casa. Podría ser pasar tiempo con un familiar que se siente abrumado o que tiene muchas cosas que hacer y que solo necesita alguien con quién relajarse. Incluso podría ser escribir cartas a las personas que están en prisión o sacar tiempo para visitar a un amigo que está luchando contra una enfermedad.
El don de la presencia. San Nicolás nos enseña que la Navidad, y ciertamente la vida en general, no se trata de encontrar el regalo perfecto. No se trata de dar la fiesta más lujosa o tener la casa más hermosamente decorada. Es sobre donarte —tu atención, tu tiempo y tu presencia— a las personas que te rodean. Encontrarás que al imitar a San Nicolás de esta manera, la generosidad y la compasión que compartes naturalmente inspirará a otras personas a hacer lo mismo. Es contagioso, ¡como la chispa que enciende el corazón de las personas!
Esa chispa es justamente lo que necesitamos. Así que permite que el espíritu de San Nicolás cambie la forma de ver la Navidad este año. Observa cómo donarte a ti mismo produce un efecto dominó en las personas que te rodean. Podrías sorprenderte por la paz y la alegría que llenarán tu corazón al hacerlo.
Hallie Riedel es editora en La Palabra Entre Nosotros.
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