Dios es fiel y misericordioso
Como desenmascarar las mentiras acerca de quién es Dios
Por: el diácono Keith Strohm
Piensa en todas las ideas de Dios que circulan por el mundo. Algunos lo ven como un meticuloso contador, que lleva cuenta de todos nuestros pecados contra las buenas obras que hacemos o queremos hacer; o bien el juez súper estricto y siempre dispuesto a encontrarnos culpables al menor fallo, o incluso como el tío benevolente que sonriendo nos deja hacer lo que queramos.
Estas ideas falsas y engañosas empiezan en forma inocente, pero luego el diablo las utiliza para sus mortales fines. Tomando una o más de estas imágenes y exagerándolas, puede convencernos de que a Dios realmente no le interesa lo que es mejor para nosotros, porque sabe que si logra desfigurar la imagen de Dios que tenemos, puede hacer flaquear nuestra confianza en el Señor y alejarnos cada vez más de él.
Este artículo analiza tres de las mentiras más comunes que difunde el diablo: que Dios no es bueno, que no puede socorrernos y que no es más poderoso que el diablo, y al igual que en el artículo anterior, nos ayuda a entender que la verdad lleva consigo el poder de Dios para liberarnos.
Primera mentira: Dios no es un buen Padre. Una de las tácticas clásicas del enemigo y de hecho la primera vez que lo vemos emplearla en las Escrituras es para convencernos de que Dios no es un buen Padre. Si empezamos a pensar que Dios está contra nosotros o que es indiferentes a lo que nos pase, somos más propensos a experimentar intranquilidad o aflicción: temor a Dios, recelo contra otras personas e incluso temor a la vida misma.
Más aún, si empezamos a creer que Dios no es bueno, comenzamos a juzgar su Palabra y confiar solo en nuestros propios ojos. Por ejemplo, si veo a un Padre que expone a su único Hijo al sufrimiento supremo, me parece que es como un ogro, y ciertamente yo no le daría mi corazón a un ogro.
Esta mentira acerca de la bondad de Dios abre la puerta a más mentiras y conflictos: culpar a Dios por el sufrimiento en el mundo, inseguridad acerca del sinsentido de la vida, o temor de que Dios nos haga algo malo.
Posiblemente algunos hemos crecido en hogares desmembrados o inestables o con padres abusivos, en cuyos casos la experiencia que tenemos con nuestros padres terrenales puede afectar nuestra comprensión y experiencia de Dios Padre. No es nuestra experiencia real la que es falsa, pues efectivamente nuestros padres y madres terrenales tal vez no fueron buenos, pero esta mentira acerca de Dios Padre suele surgir a partir de la experiencia personal con nuestros padres terrenales.
La verdad es que Dios solo quiere lo bueno para ti. En el libro del Génesis leemos que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza; pero la serpiente (imagen del Maligno) engañó a nuestros primeros padres diciéndoles que no morirían si comían el fruto prohibido. Engañados, Adán y Eva decidieron rechazar la presencia de Dios, y de hecho quisieron independizarse. Irónicamente, al tratar de librarse de Dios, pasaron a ser esclavos del pecado en el tenebroso reinado del diablo.
Pero la historia no termina ahí. Por el gran amor que nos tiene, Dios no nos abandonó en el sufrimiento, sino que hizo algo portentoso: Pronunció una sola palabra, Jesús, la Palabra de Dios, en medio de la tragedia, los quebrantos y la tribulación de la condición humana.
Dios es en efecto un Padre muy bueno. Gracias a su Hijo Jesucristo, el poder de la muerte quedó desvirtuado y toda nuestra experiencia de sufrimiento se ha transformado.
¿Cómo cambiaría tu entendimiento de la vida, tus amistades y tu oración si adoptaras la creencia fundamental de que Dios es un Padre bueno que quiere tu felicidad? ¡Esta es la invitación que el Señor te extiende a ti!
Segunda mentira: “Dios es incapaz de socorrerme.” La desesperanza es un terrible vacío que succiona el aire vital, dificulta la respiración, menoscaba la fuerza de voluntad, carcome la determinación e infecta el pensamiento. Si alguna vez te has sentido atrapado en una situación sin salida o abrumado por las circunstancias de la vida, tú sabes cómo es eso. Si el enemigo puede hacerte creer que Dios no puede cambiar una determinada situación o la vida en general, poco a poco empiezas a dudar de Dios y de su gracia.
Si nos encontramos en circunstancias difíciles, el enemigo nos susurrará que no hay nada que podamos hacer, que nadie vendrá a socorrernos, especialmente Dios. Los detalles de nuestra situación comienzan a aparecer más abrumadores de lo que realmente son y podemos empezar a perder la perspectiva. Si no hay nada que lo impida, la voz acusadora del maligno puede ahogar la voz de Dios; la oración se hace difícil y, en este “silencio” de Dios, crece el sentimiento de separación y abandono.
A veces, la desesperación que viene tras esta mentira no agrava una situación externa, sino que exagera el poder de nuestras propias acciones pecaminosas, y nos hace creer que lo que hemos hecho sobrepasa el poder de Dios para perdonar o que el Todopoderoso no puede cambiar un patrón determinado de pecado o adicción.
La verdad es que no existe ninguna dificultad que Dios no pueda subsanar. La buena noticia es que la esperanza es nuestro verdadero horizonte, incluso cuando no podamos verlo. Esta esperanza está basada, no solo en la bondad de Dios, sino en su poder de sacar vida de la muerte. Esto lo vemos de la forma más dramática en la resurrección de Cristo. Dios tomó el acto más atroz de la historia humana (la crucifixión de Jesús) y lo transformó en el instrumento de nuestra salvación.
Dondequiera que iba Jesús, los corazones cambiaban y las vidas se transformaban, y aún sigue sucediendo. No hay ningún pecado, ni hábito de pensamiento ni adicción que escape al poder redentor de Dios. Por eso, el Señor simplemente nos invita a abrir el corazón, entregarle nuestros quebrantos y cooperar con el poder que en él ya nos pertenece. Asimismo, no hay ningún problema, tragedia o trauma, y ni siquiera la muerte, que Dios no pueda transformar.
Esto no significa que la transformación y la sanación lleguen fácilmente, o que desaparezcan todos los problemas. Lo que significa es que hasta en el foso más tenebroso hay Alguien que camina con nosotros. La travesía puede seguir teniendo dificultades, pero la esperanza y la realidad de la salvación le arrojan una nueva luz.
La historia de la Iglesia es un testimonio de esta realidad. Lo débil de este mundo viene a ser fuerte en él. Los peores pecadores encuentran vida nueva y amor en Cristo Jesús, y una vez transformados se convierten en ejemplos vivos para nosotros.
Algo que hay que comprender es que no hay nada que tú hayas experimentado, ningún lugar donde hayas estado ni nada que hayas hecho que sea superior al poder redentor de tu Padre Dios.
Tercera mentira: El diablo es tan poderoso como Dios. Que el diablo tiene poder, de eso no hay duda. Dios creó a los ángeles como espíritus puros, con inteligencia y otros dones y atributos. Satanás y sus ángeles rebeldes conservaron estos dones después de que se rebelaron contra Dios. No reconocer que el enemigo tiene poder, es cerrar los ojos ante la realidad de lo que el maligno hace en el mundo.
Por otra parte, también podemos caer en el razonamiento igualmente falso de atribuirle al diablo mucho más poder del que realmente tiene. En esta época, en que la sociedad se ha distanciado cada vez más de la realidad del poder absoluto de Dios, es fácil exagerar la fuerza del enemigo, como se ve en algunos libros, películas y juegos que hoy se ofrecen. Cuando aparece el mal, por lo general se presenta a los agentes de Dios como incapaces de hacerle frente o repelerlo.
Esta mentira también se manifiesta cuando le atribuimos a alguien o algo una autoridad igual o mayor que la de Dios en nuestra propia vida. En los tiempos bíblicos, a esto le llamaban adorar ídolos, aunque los ídolos no siempre son entes o cosas negativas. Hay cosas positivas, como la familia, el trabajo, e incluso un apostolado, que pueden convertirse en ídolos si les atribuimos un valor o importancia superior al propio Dios. Cuando una persona idolatra algo, empieza a dar forma en su pensamiento a acciones y estilos de vida en torno a ese algo y termina por sentirse un poco obsesionado con eso y temeroso de perderlo, al punto de que el objeto de idolatría parece ejercer más poder que Dios en él o ella.
La verdad es que no hay nada que supere el amor de Dios. Es cierto que el diablo tiene poder, pero es una fuerza limitada que no puede compararse con el poder infinito de Dios. La mentira de que Satanás es todopoderoso encuentra cabida en el pensamiento de muchos debido en parte a los falsos conceptos que tienen acerca de la naturaleza de Dios. Por ejemplo, que Dios no es el ser más poderoso del universo, o que es una especie de “superser” entre otros seres. Pero Dios es totalmente distinto, tanto así que la realidad creada no puede contenerlo. A veces la gente piensa que si el grado de poder de Dios es de diez, el de Satanás debe ser de nueve, y que en un conflicto entre ambos, no hay certeza del resultado.
La verdad es que el diablo está muy lejos de ser tan poderoso como Dios, ¡además ya perdió la batalla y está condenado! La victoria le pertenece a Jesús y a su Reino. Si permanecemos cerca de Cristo, participamos fielmente en la vida sacramental de la Iglesia y deseamos recibir la verdad de Dios en nuestro ser, no tenemos nada que temer. “Resistan al diablo —nos aconseja la Escritura— y éste huirá de ustedes” (Santiago 4, 7). Dios sí es todopoderoso y ha dado a sus hijos una parte de su poder. En lugar de temer al enemigo, debemos permanecer firmes y seguros de nuestra identidad como hijos e hijas amados del Padre.
Hermano, recuerda siempre la promesa de Cristo: “Yo vi que Satanás caía del cielo como un rayo. Yo les he dado poder a ustedes para caminar sobre serpientes y alacranes, y para vencer toda la fuerza del enemigo, sin sufrir ningún daño” (Lucas 10, 18-19).
Estos artículos fueron traducidos y adaptados de The 10 Biggest Lies of the Enemy, por el diácono Keith Strohm. El libro, solo disponible en inglés, puede ordenarse en wau.org o llamando al 1-800-775-9673.
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