Dichosos los que tienen espíritu de pobres
Conocer el camino de Jesús
Por: El Padre Jacques Philippe
Me gustaría ofrecerles una reflexión sobre las Bienaventuranzas del Evangelio. En el discurso que dirigió Jesús a la multitud al inicio del Sermón de la Montaña, habla como el nuevo Moisés que proclama la nueva ley del Reino de Dios.
Leamos juntos el siguiente texto:
Al ver la multitud, Jesús subió al monte y se sentó. Sus discípulos se le acercaron, y él tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
“Dichosos los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el reino de los cielos.
“Dichosos los que sufren, porque serán consolados.
“Dichosos los humildes, porque heredarán la tierra prometida.
“Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque serán satisfechos.
“Dichosos los compasivos, porque Dios tendrá compasión de ellos.
“Dichosos los de corazón limpio, porque verán a Dios.
“Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos.
“Dichosos los perseguidos por hacer lo que es justo, porque de ellos es el reino de los cielos.
“Dichosos ustedes, cuando la gente los insulte y los maltrate, y cuando por causa mía los ataquen con toda clase de mentiras. Alégrense, estén contentos, porque van a recibir un gran premio en el cielo; pues así también persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes.” (Mateo 5, 1-12)
Este pasaje es muy hermoso porque contiene una gran promesa de bendición, de felicidad. Pero no es fácil de comprender, porque describe una felicidad que no corresponde realmente a la imagen de lo que generalmente creemos que es una vida feliz.
Esta enseñanza de felicidad y bendición verdaderas se encuentra en el corazón del Evangelio, y creo que es esencial para que comprendamos y vivamos este mensaje hoy en día. Nuestro mundo está enfermo porque a menudo está gobernado por la búsqueda de poder, el dominio, la riqueza y el placer inmediato. En contraste, estas palabras de Jesús ofrecen una forma de sanación, felicidad, paz y libertad.
La pobreza: El camino de Jesús. En primer lugar, las Bienaventuranzas son un retrato de Jesús mismo, especialmente en su pasión. Cuando Jesús estaba en la cruz, era pobre, completamente pobre y sufriente. Era bondadoso y humilde, sediento de justicia y misericordioso y compasivo, puro en su amor por Dios y su pueblo. Era un pacificador que nos reconcilió con Dios, y que fue perseguido a causa de la justicia. Y cuando resucitó de entre los muertos, abrió el cielo y nos dio acceso total a su Padre.
Pero las Bienaventuranzas también nos ofrecen el retrato de un cristiano maduro, que se permite ser configurado a imagen de Cristo por el Espíritu Santo y que ya no vive según la sabiduría del mundo sino según la del evangelio. Que ha adquirido una verdadera madurez humana y espiritual.
Creo que la primera bienaventuranza es la más importante, porque contiene en sí misma todas las demás. Esa es la razón por la que quiero meditar solamente en esta primero: “Dichosos los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5, 3).
¿Qué es el Reino de los cielos? El reino es la riqueza infinita de vida junto a Dios. Es la abundancia de su amor, su misericordia, su luz, su sabiduría y su gloria. Pero la única forma de acceder a esta riqueza es a través del camino de la pobreza de espíritu (o de corazón).
¿Cómo podemos comprender esto? ¿Cómo es posible que la pobreza se convierta en riqueza? Esto es lo que trataremos de entender.
Los pobres en el Antiguo Testamento. Para comprender las palabras de Jesús, necesitamos repasar el Antiguo Testamento. Jesús utiliza un vocabulario que él no inventó, sino uno que recibió de la tradición de Israel, de la experiencia espiritual del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento.
Desde luego, la Escritura contiene muchas visiones diferentes respecto al tema de la pobreza. Hay una visión negativa de la pobreza porque a menudo es el resultado de la injusticia, contra la cual debemos luchar. Podemos verlo en las distintas palabras vehementes que los profetas utilizaron al referirse al tema. Por ejemplo, Dios condena al pueblo de Israel por oprimir a los pobres y necesitados en lugar de cuidar de ellos (Amós 5, 11-12; 8, 4-6).
Pero es interesante observar que hay varios pasajes, especialmente después de la destrucción de Jerusalén y del exilio, en los cuales se desarrolla cierta noción positiva de la pobreza. Esta clase de pobreza no es solamente una situación real, sino que se convierte en una actitud interna y una disposición que agrada a Dios, que podemos elegir independientemente de nuestra situación objetiva.
Vemos esto especialmente en los Salmos, que reflejan la experiencia espiritual de Israel. En ellos encontramos un amplio vocabulario sobre la pobreza y las personas que la experimentan: Los pobres, los humildes, los pequeños, los débiles, los necesitados, los solitarios, los afligidos y los quebrantados de corazón.
Clama a Dios. ¿Quién es el pobre sobre el cual hablan los Salmos? Podemos dar la siguiente definición: Él o ella es una persona que, por muchas y diferentes razones, está atravesando un momento difícil y, debido a ello, solamente puede confiar en Dios. Esta persona está sola y frágil, ha perdido sus seguridades humanas y no sabe cómo salir de esta situación; ya no tiene el control. Al final, solo queda una cosa por hacer: Clamar a Dios, confiar en Dios. Esto puede sucederle a los pobres en el sentido usual de la palabra, pero también puede sucederle a las personas que son materialmente prósperas.
Vemos esta pobreza en el rey David después de cometer los pecados de adulterio y asesinato (2 Samuel 12, 13). La vemos en la reina Ester, cuando arriesgó su vida para interceder ante el rey Artajerjes por su pueblo perseguido (Ester C, 12-30). Estas personas eran ricas pero se encontraron en necesidad. De hecho, se encontraban en situaciones tan críticas que se vieron obligadas a suplicarle al Señor que los ayudara, que tuviera misericordia de ellos. Podemos decir que el pobre es alguien que solamente puede contar con Dios. Desde el punto de vista humano, ser pobre de esta manera no es una situación muy deseable, ¡pero puede convertirse en una enorme gracia!
El Señor ama a los pobres. El hermoso mensaje de la Escritura es que Dios tiene misericordia de los pobres; escucha su clamor y viene en su ayuda y los consuela. Podemos citar muchos pasajes diferentes de los Salmos que expresan esta realidad; a continuación se encuentran unos pocos ejemplos:
- Pues no siempre serán olvidados los pobres,
ni para siempre se perderá su esperanza. (Salmo 9, 18)
- Este pobre gritó, y el Señor lo oyó,
y lo libró de todas sus angustias. (Salmo 34 (33), 6)
- El Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón
hecho pedazos y han perdido la esperanza. (Salmo 34 (33), 18)
- Y a mí, que estoy pobre y afligido,
no me olvides, Señor. (Salmo 40 (39), 17)
- El Señor levanta del suelo al pobre,
y saca del lugar más bajo al necesitado. (Salmo 113 (112), 7)
Podríamos dar muchos otros ejemplos. Este es el mensaje fundamental: Dios es fiel y misericordioso; escucha la oración del pobre y viene a salvarlo. De esta forma, la pobreza nos guía a una hermosa experiencia de la salvación de Dios.
Esperar en el Señor. Sin embargo, también es cierto que entre el momento en que un pobre clama y Dios viene en su auxilio, generalmente hay una larga espera. Hay un tiempo para preguntarse “¿por qué?”, un tiempo de espera, un tiempo de paciencia y oración. Esta es otra forma de pobreza, expresada también en los Salmos:
Señor, ¿hasta cuándo me olvidarás?
¿Me olvidarás para siempre?
¿Hasta cuándo mi alma y mi corazón
habrán de sufrir y estar tristes todo el día?
¿Hasta cuándo habré de estar
sometido al enemigo? (Salmo 13 (12), 1-2)
Dios es bueno y fiel, y su auxilio es seguro, pero no puede ser planeado. Existe este tiempo misterioso y doloroso de espera, paciencia, oración y esperanza —a veces a pesar del aparente silencio de Dios—.
Dios quiere que comprendamos que esta espera no es un tiempo negativo porque purifica nuestras expectativas y profundiza nuestro deseo y nuestra oración. Con seguridad Dios nos responderá, no de acuerdo con nuestras expectativas humanas, sino según su sabiduría. Esto es difícil de comprender, pero al final, su sabiduría es más profunda y misericordiosa que nuestros planes humanos, que debemos aprender a hacer a un lado.
Perder y encontrar. Nuestro Señor nos revela que una vida feliz y bendecida no se mide por lo que una persona posee o por su influencia o éxito. Por el contrario, las bendiciones del Reino de Dios pertenecen a los pobres. Ya sea que seamos monetariamente ricos o pobres, experimentamos pobreza cuando nos encontramos en una situación en la cual solamente podemos confiar en Dios. Ese es el momento en que descubrimos las verdaderas riquezas en la bondad y la salvación de nuestro Dios. Es el momento en que descubrimos la bendición del Reino de los cielos.
El Padre Jacques Philippe es maestro de retiros, director espiritual y miembro de la Comunidad de las Bienaventuranzas en Francia.
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