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Noviembre 2016 Edición

De Broadway al altar de la Iglesia

Un actor de Broadway ordenado sacerdote

De Broadway al altar de la Iglesia: Un actor de Broadway ordenado sacerdote

Era común verle como actor de reparto en el cine y series de televisión hace unas décadas e incluso incursionando en la música popular.

Hijo de emigrantes venidos de Ucrania, nacido en Canadá, Eduardo Evanko llenaba sus ojos de niño con las verdes praderas de Manitoba, en las que estaba inserta su ciudad, Winnipeg. Le gustaba, recuerda, mirar el horizonte e imaginarse siempre un infinito hacia el cual anhelaba avanzar.

Fue bautizado en la fe de la Iglesia Católica Ucraniana de rito bizantino (fiel al Papa en Roma) que profesaban sus padres, cantó en el coro y luego se convirtió en monaguillo en la Iglesia de la Santísima Virgen María de Winnipeg.

La madre de Eduardo murió cuando él tenía doce años y su padre volvió a casarse con otra mujer, también devota. En ese tiempo Eduardo ya demostraba el gusto y la habilidad para las artes teatrales y participaba en festivales de canto. A nadie sorprendió entonces que más tarde se licenciara en artes en la Universidad de Manitoba y comenzara su carrera de actor interpretando personajes en series de televisión y programas radiales de Canadá, a través de la cadena CBS.

En busca del teatro. Después de su graduación se marchó a Inglaterra para perfeccionarse. Tomó clases de canto, que le posibilitaron más tarde el trabajo en dos compañías de ópera. Pero, como ya era habitual en él, buscó nuevos horizontes.

Se trasladó a Broadway y con 31 años de edad fue protagonista en la renombrada obra “Los Cuentos de Canterbury”, ganando así reputación en el competitivo ambiente artístico de Estados Unidos. No tenía impedimentos, dice, para formar familia. Pero reconoce que “algo” en su interior lo mantenía expectante, pendiente de lo porvenir, aunque sin saber aún “dónde lo llevaría”. Era como si aquello por lo cual había venido a la vida “aún me estuviera esperando.”

Tras esa búsqueda desconocida, regresó a Winnipeg y siguió deslumbrando a los públicos en producciones locales. Incluso editó su primer álbum musical con su nombre en 1970 emitido por Decca Records y, según cuenta al semanario Winnipeg Free Press, la editora musical decía que haría de él un Tom Jones y un referente musical de todo un país. Luego grabó discos para obras musicales de Broadway con casas disqueras tan prestigiosas como Capitol, RCA y Destiny Records… Su carrera parecía asentarse con proyectos de cine y televisión en Canadá y Estados Unidos. Así fue transcurriendo una década tras otra, pero Eduardo “aún seguía oteando el horizonte.”

Por cuatro décadas participó en más de doscientos musicales, películas y series de televisión, pero, por su sensibilidad espiritual, no había quietud para él sino solo en la Santa Misa.

En el horizonte, la Eucaristía. El amor cotidiano de Eduardo en esos años —aunque oculto a su propia conciencia— era la Eucaristía. Todo lo acomodaba para participar en ella. Pero no tomó conciencia de este amor sino recién ya cumplidos los cincuenta años, en particular durante un proyecto que le obligó a permanecer por unos meses en Vancouver rodando un filme. “Vivía cerca de la catedral católica del Santo Rosario y me enamoré de ese lugar, su música, el coro, las melodías del órgano, todo… Asistía a la Sagrada Eucaristía y de tanto verme por el lugar, creo, me pidieron un día que leyera las lecturas cada domingo en la Misa de las 11 de la mañana. Un par de años más tarde, ya participaba en las reuniones de feligreses.”

Pero el estupor se plasmó en el rostro de Eduardo cuando, pocos días después de la Pascua —“no recuerdo bien el año”— el párroco le preguntó, sin preámbulos: “¿Has pensado alguna vez en ser sacerdote?” Dice Eduardo que su primer pensamiento fue suponer que la pregunta “era una especie de broma y le dije: ‘Siempre pensé en eso del sacerdocio cuando era monaguillo.’ Pero el párroco me aclaró: “No. Te estoy hablando de este momento. Solo dime que sí y podrías estar en Roma el próximo otoño preparándote para el sacerdocio, si quieres.”

“Por aquellos años, yo no había vuelto a pensar en ser sacerdote. Yo era un actor bastante ocupado”, recuerda. Sin embargo, estas palabras del sacerdote lo impactaron “como una tonelada de ladrillos… quizá yo no era tan activo para profesar mi fe. A veces confesaba a mis amigos que tenía una especie de sequedad, un vacío de algo y no sabía lo que era. Empecé a razonar y a encontrar respuestas.”

De un momento a otro, no solo la carrera, sino toda la vida de este exitoso artista podía cambiar por completo. Y este pensamiento le hacía estremecerse en su ser íntimo. Todo dependía de un sí. En unos segundos, aquel niño a quien le gustaba otear el horizonte de Manitoba queriendo volar hacia un infinito, el que había sido monaguillo y el hombre amante de la Eucaristía se fueron fundiendo en uno solo, y quedando en silencio ante el sacerdote: “Me puse a llorar y luego le dije que me diera tiempo para pensar. Nunca había visto algo como esto y me preguntaba ¿Es esto lo correcto para mí?”

Unidad en la doctrina. Dotado de un sabio razonamiento, buscó su respuesta yendo cada día a la Santa Misa, con su interrogante en las manos, y así vino la paz y con ella aceptó la invitación. Dejó todo, como era de rigor, y viajó a Roma, ingresando al Pontificio Colegio Beda, centro que acoge y forma vocaciones tardías. Allí conoció a otro sacerdote ucraniano, con quien se animó a conocer mejor también el legado cultural y el rito bizantino de la Iglesia Católica Ucraniana.

Tras cuatro años de intenso estudio completó su formación en Estados Unidos y Canadá. Finalmente, fue ordenado sacerdote el 6 de agosto de 2005 en la Iglesia Católica Ucraniana (de rito bizantino) habiendo cumplido ya los 66 años.

En cuanto a las diferencias del rito romano con el rito bizantino que celebra la Iglesia Católica de Ucrania (fiel al Papa en Roma), Eduardo comenta que son diferencias solo en ciertas formas dadas por la historia, pero “teológicamente somos idénticos. Nuestra Divina Liturgia es la que enseñaba San Juan Crisóstomo, que fue obispo de Constantinopla, y que tiene sus propios puntos de énfasis… la Palabra de Dios es el mejor guión de todos”, comenta finalmente. Habiendo cumplido los 75 años de edad, el Padre Evanko está ahora en proceso de retiro de su ministerio pastoral.

Publicado originalmente por www.portaluz.org. 14 de agosto de 2015. Usado con permiso.

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