De atea a misionera universitaria
El amor de los creyentes me llevó a Cristo
Por: Srishti Gupta
Cuando llegué a la universidad Georgia Tech para el primer año, yo era una atea declarada. Había crecido como hindú en una buena familia, pero tenía luchas internas: Simplemente no podía ver qué relación había entre ciencia y religión; me horrorizaban los actos de terrorismo cometidos por sectas religiosas extremistas, de modo que llegué a la conclusión de que la religión era un ámbito de división y dolor. Por eso, cuando estaba en secundaria, me hice el propósito de convencer a los demás de que Dios no existía.
Pero Dios tenía otros planes para mí. En la universidad, una amiga me dijo que iba a rezar por mí. Yo le dije: “Claro, hazlo —pero añadí en seguida— de todos modos no va a servir de nada, porque Dios no existe.” Ella muy tranquilamente me aseguró que Dios sí existe y que es todopoderoso y bondadoso. Así comenzó una larga serie de conversaciones y amigables debates con ella sobre el cristianismo.
Pero algo interesante ocurrió en estas pláticas. Cuanto más intentaba yo rebatir el cristianismo, me di cuenta de que más me costaba mantener mis propias convicciones. Muchas de las cosas que me decía mi amiga tenían mucho sentido. Por ejemplo, me habían enseñado que había que confiar en uno mismo y tratar de alcanzar a Dios por esfuerzo propio; pero ella me presentaba a un Dios que había tomado la iniciativa de aceptarme tal como yo era, con mis debilidades y deficiencias. Al mismo tiempo, comencé a conocer a jóvenes cristianos que eran tan buenas personas y que parecían tan increíblemente felices que ¡yo quería tener lo que ellos tenían!
Cómo llegué a ser cristiana. A sugerencia de mi amiga, empecé a leer el Evangelio según San Mateo quince minutos cada noche. Cuando llegué al último capítulo, sobre la resurrección, ¡me quedé pasmada! No pude dejar de concluir que Dios en realidad existe, que Jesús es real y supe que yo quería tener una relación personal con él.
Unas semanas más tarde, buscando un servicio en una iglesia episcopal, accidentalmente terminé en una Misa en el Centro Católico de Georgia Tech. La homilía instaba a los presentes a entregarle la vida a Dios por el profundo amor que él nos tiene a cada uno. En ese momento, yo no tenía la menor idea de qué era la consagración de las especies eucarísticas, pero cuando el sacerdote levantó la Hostia, me di cuenta de que mi más profundo anhelo era conocer a Dios. Dos semanas después comencé tomar las clases del Rito de Iniciación Cristiana de Adultos (RICA) y en la Pascua de 2015 recibí el Bautismo, la Santa Comunión y la Confirmación.
Después de mi bautizo, lo que yo más quería era que otras personas conocieran el amor de Dios como yo lo estaba conociendo. Sin embargo, dado que el concepto de evangelización no existe en las comunidades hindúes, no sabía cómo compartir mi fe, así que empecé a orar para encontrar una manera de compartir la gran alegría, la paz y la esperanza que yo estaba experimentando.
Compartir la fe a través del amor. Poco después, conocí a Estefanía, una muchacha que vino a Georgia Tech con el grupo Fellowship of Catholic University Students [Fraternidad de Estudiantes Universitarios Católicos] (FOCUS), que se dedica a difundir la fe católica en las universidades. En los meses siguientes, Estefanía me ayudó a profundizar mi relación con Cristo orando conmigo y compartiendo su fe y sus conocimientos. También me ayudó a comprender que los cristianos tenemos la misión de evangelizar y llevar a Cristo a nuestros amigos y familiares.
Nuestra amistad creció y Estefanía me ayudó a ver cómo podía yo servir a otras personas y compartir mi alegría, para que ellos también encontraran a Cristo. Esto fue lo que Jesús hizo con sus apóstoles y lo que ellos a su vez habían hecho con los demás. Así me di cuenta de que había encontrado una vía para compartir el Evangelio.
La vida universitaria ofrece a los estudiantes una excelente oportunidad para aprender a afrontar las adversidades de la vida y decidir qué tipo de personas quieren ser en el futuro, decisiones que afectarán toda su vida y el mundo en el que se desenvolverán. Yo ya había experimentado un cambio de primera mano en el campus universitario y después de haber aprendido bastante, tuve la seguridad de que Jesús quería que yo fuera misionera universitaria, para lo cual me pareció lógico unirme a FOCUS, el mismo grupo que me había ayudado tanto.
Acepté el ofrecimiento para formarme como misionera y fui al entrenamiento de verano, donde los postulantes aprenden sobre la oración, la vida comunitaria y las aptitudes misionales. Me sorprendió ver a tantos jóvenes católicos entusiasmados con Jesús y la misión que él les daba. ¿Por qué? Simplemente, porque un discípulo cristiano había estado dispuesto a acompañar a cada uno y ellos habían experimentado el amor de Cristo a través de esa persona. Esa fue la experiencia que cambió todo para mí.
De regreso a la universidad. En el otoño de 2018, volví al campus de Georgia Tech, pero no con la idea de convencer a otros de que Dios no existe, sino deseosa de que supieran ¡que Dios es real y que los ama muchísimo! Fue genial estar de regreso, esta vez como creyente dispuesta a compartir el mensaje del Evangelio, llena de alegría y esperanza y no como un alma perdida y desorientada.
Comencé dirigiendo un estudio bíblico para estudiantes de primer año que venían de diferentes lugares y tradiciones. Algunos iban a Misa cada domingo; otros no habían ido a Misa en varios años. Nos reuníamos para ver películas, estudiar e ir a Misa; yo les invitaba a los eventos del centro católico y me reunía con ellos cuando estaban en el comedor. Lo que yo hacía no era nada especial; simplemente les demostraba afecto y dejaba que Cristo los amara a través de mi persona, como Estefanía lo había hecho conmigo. Fue un proceso lento, pero luego vi que la fe de ellos cobraba vida. Algunos se confesaban después de muchos años; incluso una amiga vino conmigo en un viaje misionero a Perú.
En el semestre siguiente, seis de estos alumnos decidieron dirigir sus propios grupos de reflexión bíblica y acompañar a otros estudiantes hacia el discipulado. Al próximo año, algunos de estos estudiantes empezaron a liderar reuniones para alumnos de primer año y acompañarlos. Ahora, en 2020, están en segundo o tercer año y dirigen sus propios estudios bíblicos. Hay unos trescientos estudiantes en los cuarenta grupos de estudios bíblicos que hay en el campus de Georgia Tech, en su mayoría dirigidos por estudiantes.
Mi nueva misión en FOCUS es dirigir el equipo evangelizador en el Georgia College, situado cerca de la ciudad de Augusta. Las personas son diferentes, pero la misión sigue siendo la misma: “Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes” (Mateo 28, 19-20). Estoy segura de que, si continuamos siendo fieles a la misión que el Señor nos ha dado e invirtiendo tiempo y esfuerzo en los jóvenes personalmente y mostrándoles cómo hacer lo que Jesús hacía, lograremos llevar a esta generación a conocer el amor de Cristo.
Srishti Gupta es directora del equipo FOCUS en el Georgia College localizado en Milledgeville, Georgia. Para más información visite focusoncampus.org.
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