Cuando somos bautizados, nacemos de nuevo
Carta del editor
Por: Luis E. Quezada
Queridos hermanos: Aunque la gran mayoría de los católicos no recordamos el día de nuestro Bautismo, pues fuimos bautizados cuando éramos bebés, ese acontecimiento marcó nuestra vida para siempre como cristianos católicos, pertenecientes a Cristo Jesús y miembros de su Cuerpo Místico. ¡Gracias a nuestros padres o aquellos que nos llevaron a bautizar!
No todas las historias son iguales, por supuesto, pues todos somos diferentes, pero mirando en retrospectiva a mi niñez, juventud y vida como adulto, puedo darme cuenta claramente de que la mano de Dios estuvo siempre presente en mi familia y en mí personalmente. Recuerdo que mi mamá nos inculcaba, a sus cuatro hijos, los valores de la verdad, el respeto a los mayores, el estudio, el trabajo honesto y esmerado y el cariño familiar, valores que, naturalmente son netamente cristianos.
Viendo lo que sucede en el mundo actual, me parece que hace mucha falta que los padres de familias católicas refuercen la enseñanza de estas prácticas como objetivos primordiales y necesarios en la vida de los niños y jóvenes de hoy. La cultura del mundo ha cambiado, naturalmente, pero los valores cristianos no. Los valores cristianos, son en esencia, los fundamentos de la verdadera cultura occidental, de la cual nosotros somos bendecidos herederos y beneficiarios. Por eso, los padres cristianos tienen el deber de buscar fórmulas y vías para llegar a las conciencias y razonamientos de sus hijos, y mientras más pequeños sean, mejor. Lo bueno es que no tienen que hacerlo solos, porque contamos con la fuerza y la sabiduría del Espíritu Santo que recibimos en el Bautismo. Así que, ¡manos a la obra!
Artículos adicionales. El calendario litúrgico del Tiempo de Pascua termina con el Domingo de Pentecostés, el “cumpleaños de la Iglesia”. Por tal razón, nos pareció aconsejable incluir un artículo sobre la venida del Espíritu Santo, que es el tercer misterio glorioso del Santo Rosario. Desde aquel esplendoroso día de Pentecostés, el amor y la gracia de Dios se derramaron sobre toda la humanidad.
En último término, presentamos el testimonio de una joven farmacéutica que, tras una vida alejada de Dios, vio como el Señor la fue llevando a iniciar un importantísimo ministerio de ayuda a los drogadictos de su ciudad y su estado. El Señor se vale de los instrumentos que necesita para realizar su obra y lo hace con amor y alegría. ¡Tal vez te quiera utilizar a ti también, querido lector!
Que la Pascua de Resurrección los lleve a celebrar el Domingo de Pentecostés con mucha fe y esperanza.
Luis E. Quezada
Director Editorial
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