Cómo decir que sí
Un examen de conciencia para el Adviento
Una joven de una modesta aldea de un país ocupado por tropas extranjeras fue la primera que dijo “sí” y lo hizo de una manera que cambió el mundo: Sí, Señor, “que Dios haga conmigo como me has dicho” (Lucas 1,38).
María fue la primera entre los seres humanos que recibió la “buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos” (Lucas 2,10), y porque la creyó, dio la respuesta que hoy nos sirve de modelo: la completa donación de sí misma a Dios y a su plan de rescate para el género humano.
¿Cómo fue que María pudo reco-nocer con prontitud la venida del Reino de Dios a la tierra? Una de las frases que más tarde dijo Jesús nos ayuda a encontrar la respuesta: “De lo que abunda en el corazón habla la boca” (Lucas 6,45).
María no tuvo que meditar largamente para llegar a la conclusión de que tenía que decir que sí en su conversación con el ángel Gabriel; ella ya lo sabía. Mucho antes de que el Espíritu Santo la cubriera con su sombra, María estaba siempre atenta a Dios; su corazón se regocijaba en el amor del Señor y vivía para Él con todo su ser. Su asentimiento verbal emanó como vertiente natural de una vida siempre obediente, que le decía que sí a Dios en cada pensamiento, palabra y obra.
Ninguno de nosotros ha llegado a decir que sí como lo hizo María, pero el Adviento es una temporada en la que podemos dar un paso más en esa dirección. En este Adviento, Jesús nos invita a preparar el corazón para su venida; pero no sólo para su nacimiento en Belén, sino también para su Segunda Venida, cuando regrese en gloria.
Querido hermano, el Señor quiere que tú también conozcas el gozo de ser uno con Él y desempeñes tu parte en la construcción de su Reino en la tierra. El Señor está dispuesto a quitar cualquier barrera, grande o pequeña, para que tú le des un sí más completo y genuino y recibas una mayor porción de su gracia. Por eso te invita a acercarte a Él en el Sacramento de la Reconciliación.
Pídele al Espíritu Santo que te ayude a reconocer las áreas de tu vida que necesitan el toque salvador y cariñoso de Dios. Dedica un tiempo a re.exionar en el amor de Dios y aprovecha las preguntas que sugerimos a continuación para empezar a hacerlo. Pídele también a la Virgen María que interceda por ti; ella es tu madre y desea verte avanzar por el camino angosto, al cabo del cual viene la gloriosa bienvenida de Jesús: “‘Vengan… reciban el reino que está preparado para uste-des desde que Dios hizo el mundo” (Mateo 25,34).
El sí al amor de Dios. ¿Amo y sirvo a Dios con todo mi corazón, con toda mi mente y con todas mis fuerzas? ¿Cómo puedo amarlo mejor? ¿Espero y deseo comunicarme con el Señor en mi oración diaria? ¿He aprendido a entrar en su presencia, tener comunión con Él y escuchar su voz en su Palabra? ¿Lo he buscado fielmente en la Santa Misa y he reci-
bido los sacramentos?
¿Digo siempre la verdad y respeto a Dios en lo que hago y digo? ¿Necesito purificar o corregir mi forma de hablar, como malas palabras, mur-muraciones, el hábito de la queja o expresiones ofensivas? ¿Puedo decir que tanto mi boca como mis actos le dicen que “sí” al Señor? ¿Le doy a Dios el primer lugar en mi vida, o he dejado que algo o alguien usurpe ese lugar? ¿Es Dios el dueño de mi tiempo, mi dinero y mis otros recursos? ¿He usado estos dones para edificar su reino? ¿Ha sido la preocupación por el dinero y los bienes materiales un obstáculo en mis decisiones y me han distraído de Dios? ¿Puedo decir con toda honesti-dad que le confío a Dios toda mi vida sin reservas?
El sí al amor al prójimo. ¿Me llevo bien y en forma amable y apacible con mis familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos y personas de mi parroquia? ¿He ofendido a alguien o causado desunión con mis palabras, actitudes o acciones? ¿Guardo ira, resentimiento u odio hacia alguien? ¿Hay alguien a quien yo necesite perdonar o a quien tenga que pedirle perdón?
¿Demuestro el respeto debido a mis padres, maestros, patrones y otras autoridades legítimas? ¿Acepto su guía o corrección, o reacciono con arrogancia alegando tener razón? ¿He utilizado a alguien para obtener ventajas personales? ¿Estoy haciendo algo para que en el mundo se valore y se respete la dignidad de todo ser humano?
¿Me parece que Dios me pide hacer algún servicio en bien de personas necesitadas? ¿Contribuyo con mis acciones a la venida del Reino de la justicia y la paz en Cristo? ¿Estoy cometiendo faltas de omisión en cualquiera de estos aspectos?
Oh María, madre mía, ayúdame a entregarle toda mi vida y mi ser a Dios, con una confianza completa tanto en su amor como en su poder transformador. Ayúdame a imitarte en la donación de ti misma, para que yo también pueda decir: “Yo soy esclavo (esclava) del Señor…”
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