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Septiembre 2104 Edición

Carta del Editor - Septiembre 2014

Carta del Editor - Septiembre 2014

Queridos hermanos en Cristo:

Habiendo presenciado hace unos meses la hermosa y conmovedora Misa de Canonización de los nuevos Santos, los Papas Juan XIII y Juan Pablo II, me parece que, tal como me sucedió a mí, probablemente la mayoría de los católicos del mundo han sentido renacer en su interior el deseo de avanzar más en su vida espiritual.

Porque efectivamente, la canonización de los santos tiene no solamente el propósito de reconocer oficialmente por parte de la Iglesia el mérito de aquellos que vivieron su fe en grado heroico, incluso en situaciones adversas y hasta a riesgo de su propia vida, sino también de instarnos al resto de los fieles a hacernos el propósito de seguir su ejemplo tanto cuanto sea posible.

La vida espiritual. Por eso, en esta edición de la revista, proponemos varios artículos sobre la necesidad de cultivar más la fe, la vida espiritual y sus diversas dimensiones.

En la vida secular, por lo general, uno procura obtener la mejor educación que pueda para luego dedicarse a trabajar en un cierto oficio o profesión, o al menos en algún empleo que le resulte rentable. Es decir, invertimos bastante tiempo y nos esforzamos mucho a fin de prepararnos para avanzar en la vida en este mundo: vida laboral, vida personal o matrimonial, vida familiar y vida comunitaria.

Y la mayoría de las personas se sienten satisfechas, o podríamos decir felices, si logran cumplir sus objetivos en estos aspectos de la vida humana.

Todo esto es bueno y aconsejable para esta vida. Pero lo cierto es que los seres humanos somos personas constituidas por cuerpo y alma. El primero es la dimensión que nos permite vivir en este mundo físico y comunicarnos con los demás. Pero el alma —aparte de ser el ámbito en el que se manifiestan, entre otras cosas, las emociones y los sentimientos— es la dimensión que nos permite cultivar la vida espiritual, vale decir, comunicarnos con Dios, que es espíritu y a Quien, al final de todo, tendremos que rendir cuentas.

Pero debido a la terrible condición de pecado en que quedó sumida la humanidad por el pecado de nuestros primeros padres, la vida espiritual no brota de forma natural; es necesario dedicarle tiempo y esfuerzo. Este es el propósito de los artículos que presentamos en esta edición, para que todos estemos bien preparados para florecer en el ámbito del espíritu, donde lo que realmente importa es el amor, la paz, la alegría, el perdón y la comunión fraterna.

Que el Señor los bendiga con gran abundancia espiritual,

Luis Quezada, Director Editorial | Escriba una correo al Editor

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