Carta del Editor - Septiembre 2012
Queridos hermanos en el Señor:
Me he dado cuenta de que, por lo general, los católicos hispanos no tienen la costumbre de leer y estudiar la Biblia, a pesar de que desde hace ya más de medio siglo el Concilio Vaticano II declaraba: “El santo Concilio recomienda insistentemente a todos los cristianos, en particular a los religiosos, a que aprendan ‘el sublime conocimiento de Jesucristo’ (Filipenses 3,8) con la lectura frecuente de las divinas Escrituras. ‘Porque el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo.” (Dei Verbum, 25).
Siendo así, queremos alentar a nuestros queridos lectores a leer todos los días la Palabra de Dios y meditar en ella para que lleguen a conocer más a Jesucristo y experimentar su presencia transformadora. De esto puedo yo mismo dar testimonio, porque cuando mi esposa y yo iniciamos nuestro caminar con el Señor, una de las acciones que realizó el Espíritu Santo en nosotros fue inspirarnos un deseo intenso y constante de leer, estudiar y reflexionar en lo que nuestro Padre celestial nos decía en las páginas de la Santa Biblia, práctica que hemos continuado hasta ahora.
El Sínodo sobre la Sagrada Escritura. Un método que ha cobrado bastante popularidad es el de la Lectio Divina, uno de los temas mencionados con frecuencia en el Sínodo sobre La Palabra de Dios en la Vida y Misión de la Iglesia, celebrado en Roma en 2008, sobre lo que Ricardo Grzona escribe en esta edición.
Es una manera fácil, práctica y muy eficaz de leer y estudiar la Sagrada Escritura, en la cual la Palabra de Dios cobra vida y se hace carne en aquel que la medita con amor, apertura y con el deseo de aprender y crecer en la fe y el conocimiento de nuestro Señor, porque San Pablo dice que “la fe nace al oír el mensaje, y el mensaje viene de la palabra de Cristo” (Romanos 10,17).
Esta es la razón precisamente por la cual, en cada Misa y antes de entrar en la Liturgia de la Sagrada Eucaristía, la Iglesia nos presenta la Liturgia de la Palabra, en la que Dios nos habla con amor y misericordia, como lo afirma el Concilio: “Debe acompañar la oración a la lectura de la Sagrada Escritura para que se entable diálogo entre Dios y el hombre; porque ‘a Él hablamos cuando oramos, y a Él oímos cuando leemos las palabras divinas’.” (Dei Verbum 25).
Quiera el Señor que nuestros lectores adopten la costumbre de leer diariamente la Palabra de Dios. No tengo duda de que los resultados serán asombrosos. Que el Señor los bendiga con abudantes gracias.
Luis Quesada, Editor | Escriba una correo al Editor
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