Carta del Editor - Junio 2013
Por: Luis Quezada
Queridos hermanos en Cristo:
Hace poco, en una Misión Cuaresmal en mi parroquia, escuché que: “La Santa Misa es el acto más grande, más sublime y más santo, que se celebra todos los días en la tierra. Nada hay más sublime en el mundo que Jesucristo, y nada más sublime en Jesucristo que su santo Sacrificio en la Cruz, actualizado en cada Misa, puesto que la santa Misa es la renovación del único Sacrificio de la Cruz.”
Importancia de la Misa dominical. Lamentablemente no todos los católicos de hoy tienen este entendimiento de la Misa, y muchos vienen nada más por tradición o costumbre, pero sin un deseo vivo y profundo de rendir culto y adoración a Dios. De hecho, la santa Misa ha de ser el acontecimiento más importante de la semana en la vida personal, matrimonial y familiar de todos los católicos.
En efecto, la Misa es la culminación de nuestra expresión de fe y la oportunidad propicia para darle gracias a Dios por todos los favores recibidos y reforzar la vida espiritual para hacer frente a la corriente del mundo, que es en general adversa a la fe cristiana.
Es la subida al monte del Señor, donde Dios nos llena de su luz, como a Moisés, que bajó del monte con el rostro radiante; es la cena comunitaria en la que compartimos la fe, el amor y el servicio con nuestros hermanos, porque todos vamos juntos, unidos por la fe y el amor dirigiéndonos hacia Cristo, peregrinando por el camino de la santidad y la salvación.
El Año de la Fe. Mientras avanzamos por el Año de la Fe, conviene hacerse algún plan personal o familiar para profundizar el conocimiento que tenemos de nuestra propia fe, por ejemplo, rezando el Credo diariamente y meditando en él como oración personal. También incluimos sugerencias prácticas para la celebración del Año de la Fe y la recepción de la Indulgencia plenaria.
¿Qué pasa si en tu parroquia no hay ningún programa especial para celebrar el Año de la Fe? Mi sugerencia sería que se reúnan unos cuantos feligreses y conversen con el párroco y le pidan que prepare algún curso especial, un retiro, una serie de charlas o incluso una peregrinación a alguno de los santuarios que en todas las diócesis se han designado para recibir la Indulgencia plenaria.
No tengo duda de que el sacerdote se pondrá contento al ver el interés que los laicos demuestran en la profundización de su fe y la práctica de su amor a Dios.
Que el Señor los bendiga, haga brillar su rostro sobre ustedes y les conceda la paz.
Luis Quezada, Editor | Escriba una correo al Editor
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