Carta del Editor - Adviento y Navidad 2012
Queridos hermanos en el Señor:
Ahora que terminaron las celebraciones del Día de Acción de Gracias, las tiendas y especialmente los centros comerciales se llenan de los colores y adornos navideños y se despierta una alegría expectante que contagia a todos, grandes y pequeños, y se programan reuniones familiares.
Para los cristianos, el personaje central no es el Viejo Pascuero, sino nuestro Rey de Reyes y Señor de Señores, la causa auténtica de la alegría navideña: Jesucristo, Nuestro Señor, cuyo nacimiento en Belén celebramos el 25 de diciembre.
Pero la Navidad es mucho más que la celebración de ese acontecimiento histórico. También es la celebración de una verdad fundamental acerca de Dios: que envió a su único Hijo a salvarnos de nuestros pecados. Es una celebración del increíble amor de Dios y de su deseo que cada uno de sus hijos esté a su lado.
En el Adviento, en realidad, esperamos dos cosas: La celebración de la Primera Venida del Señor, que vino, con una humildad increíble, a some-terse a las limitaciones de un cuerpo humano, pequeñito e indefenso, con el fin de salvar a la humanidad. La segunda, aquello que la Iglesia también nos invita a pensar en esta época con mucha ilusión: la Segunda Venida, cuando Cristo venga como nuestro Rey en toda su majestad y gloria.
La escena del Nacimiento. Casi en todas las familias católicas se ins-tala la escena del Nacimiento en Belén. Es parte de nuestra tradición y un recordatorio elocuente de que la Sagrada Familia inspira y protege a las familias cristianas.
Aprovechemos esta escena para reflexionar más profundamente en todo lo que esto representa: la Virgen María que fue elegida por Dios para ser madre del Salvador, San José, modelo de esposo y padre adoptivo de Jesús, y naturalmente (desde la noche del 24), el Niño Jesús, aquel frágil e indefenso Bebé, en quién estuvo contenida toda la majestad del Soberano Todopoderoso y Altísimo Creador del Universo.
Época de re.exión. Para algunos negocios, esta es la época en que más venden. Nosotros, los cristianos, debemos cuidarnos de no dejar que el torbellino de las compras y el ajetreo de los preparativos de fiestas y reuniones, nos impidan dedicar tiempo de calidad, de quietud, a la oración, para reflexionar si estamos realmente preparados para recibir a Cristo, que viene a salvarnos a cada uno, y sobre su próxima venida, cuando venga a restaurar todas las cosas y corregir y renovar todo. Hagamos, pues, lo necesario para estar bien preparados.
Aprovecho de desearles a todos, en nombre de los que trabajamos en La Palabra Entre Nosotros, un Adviento fructífero y una Navidad muy feliz y bendecida.
Luis Quesada, Editor | Escriba una correo al Editor
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