Carta del Editor - Abril 2013
Cuando uno pregunta a los católicos qué significa para ellos el tiempo de Pascua, por lo general no están seguros de qué responder. Muchos piensan que, ya celebrada la Pascua de Resurrección, no queda más que volver a la Misa dominical y nada más.
¿Qué es la Pascua? La palabra “pascua” marcaba originalmente la época en que Dios sacó al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto. Pero eso fue solo el comienzo. Para los cristianos, la Pascua es el hecho más importante de la historia de la humanidad: porque el Cordero de Dios, Jesucristo, nos libró de la esclavitud del pecado derramando su sangre preciosa en la cruz y luego resucitando en gloria. Así nos hizo pasar de la muerte a la vida y de la esclavitud del pecado a la libertad de la vida de la gracia.
La Pascua no es solo la conclusión de una época —con lo importante que son la Cuaresma y la Semana Santa— sino el comienzo de la vida nueva, de la libertad y de la reconciliación con Dios. ¿No es esto motivo más que suficiente para llenarnos de alegría, agradecimiento y devoción a nuestro Dios, que nos ama de una manera tan extraordinaria e incondicional? Si tomamos conciencia de esto, nuestras Misas deberían ser llenas de adoración y alabanza a nuestro Dios, de agradecimiento a Jesucristo nuestro Señor por su sacrificio redentor, y de un verdadero amor al prójimo, especialmente aquel con el que convivimos.
¿Qué podemos hacer? Todos podemos dedicarnos a estudiar y aprender las verdades básicas del cristianismo, hacer oración del corazón, arrepentirnos de nuestras faltas y errores y entregarnos de corazón a nuestro Señor. Sí, hermano, tú también puedes empezar ahora mismo una vida completamente nueva, iluminada por la gracia de nuestro Salvador.
La temporada de Pascua termina en Pentecostés, la venida del Espíritu Santo. Por eso, en esta edición damos una mirada a las muchas maneras en que el Señor sigue actuando en su Iglesia, transformando la vida de hombres, mujeres y jóvenes; de matrimonios y familias enteras en todas partes, mediante el poder y la gracia del Espíritu Santo.
Lo que hace falta es que tú y yo invoquemos más al Espíritu, le pidamos que venga y actúe en mi vida y en la tuya, que sane las enfermedades y cambie la conciencia colectiva de la sociedad. Porque, la verdad sea dicha: la única solución verdadera y duradera para los problemas del mundo es la Persona de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.
¡Les deseo una muy bendecida y fructífera temporada de Pascua!
Luis Quezada, Editor | Escriba una correo al Editor
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