Caminemos junto a San Pablo
Queridos hermanos:
Los artículos de esta edición fueron escritos por Joe Difato, fundador de La Palabra Entre Nosotros y están basados en la segunda carta de San Pablo a Timoteo. Como sabemos, Saulo —que era su nombre hebreo— era fariseo y se dedicó a perseguir a los seguidores de Jesús hasta el día en que el propio Señor se le apareció y lo llamó a proclamar el evangelio.
Pablo renunció al respeto de los judíos y se dedicó a viajar llevando la buena noticia a los gentiles y estableciendo iglesias en las diversas provincias del Imperio romano. En esta misión trabajó junto a distintas personas, entre ellas Timoteo a quien Pablo veía como un hermano, incluso como un hijo.
A los filipenses, San Pablo les dijo: “Ustedes ya saben del buen comportamiento de Timoteo y de cómo ha servido conmigo en el anuncio del evangelio, ayudándome como si fuera mi hijo” (2, 22). Es por eso que al final de su vida, Pablo le dirigió dos cartas a Timoteo que son personales y pastorales.
Debido a que esta es una carta de despedida, San Pablo la escribió de una forma más personal, en un lenguaje distinto a sus otras cartas que eran más doctrinales. Esta, que se considera su último escrito, pareciera más un testamento en el cual le deja a Timoteo ciertas instrucciones e insiste en preservar la buena doctrina: “Sigue el modelo de la sana enseñanza que has recibido de mí… cuida de la buena doctrina que se te ha encomendado” (2 Timoteo 1, 13. 14).
San Pablo abre su corazón en esta carta y hace un repaso de su vida incluyendo no solo los sufrimientos que tuvo que enfrentar mientras predicaba el evangelio de Cristo, sino los problemas que tuvo en sus relaciones personales con algunas de las personas que lo rodearon durante su ministerio.
Pero aun cuando San Pablo se sentía solo en la prisión romana y se enfrentaba a cargos falsos que finalmente lo condujeron al martirio, siguió exhortando a Timoteo, y a su vez a todos nosotros, a amar a los demás y a ser perseverantes en la fe. Y este es el mensaje que Pablo quiere transmitirnos: “Toma tu parte en los sufrimientos como un buen soldado de Cristo Jesús… Si hemos muerto con él, también viviremos con él; si sufrimos con valor, tendremos parte en su reino…” (2 Timoteo 2, 3. 11-12). Predicar el evangelio implica sufrimiento, pero San Pablo nos exhorta a mantenernos firmes y soportarlo con valentía.
En la sección de atrás, encontrarán un artículo sobre los mártires de La Florida, quienes supieron poner en práctica estas palabras de San Pablo y enfrentaron con enorme valentía los sufrimientos a los que fueron sometidos.
Pido al Señor Jesús que esta edición nos anime a pelear “la buena batalla”, a mantenernos firmes en la fe, con la esperanza de recibir un día “la corona merecida” que espera a “todos los que con amor esperan su venida gloriosa” (2 Timoteo 4, 7. 8).
María Vargas
Directora Editorial
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