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Mayo 2024 Edición

Bienaventurados

Queridos hermanos:

Bienaventurados: Queridos hermanos:

Para este mes, me complace presentar al Padre Jacques Philippe como escritor invitado. El Padre Jacques es miembro de una comunidad religiosa en Francia llamada La Comunidad de las Bienaventuranzas. De manera que no es ninguna sorpresa que sus artículos estén basados en las Bienaventuranzas, del capítulo 5 del Evangelio según San Mateo, especialmente en la primera: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Las Bienaventuranzas son el inicio del conocido Sermón de la Montaña. Con ellas, Jesús quiso presentar los valores de Dios que son contrarios a los que predica el mundo. Estas describen cuál es la condición ideal del corazón de un ciudadano del Reino de los Cielos. El Catecismo de la Iglesia Católica, las describe de la siguiente manera: “Las bienaventuranzas nos enseñan el fin último al que Dios nos llama: el Reino, la visión de Dios, la participación en la naturaleza divina, la vida eterna, la filiación, el descanso en Dios” (1726).

La primera bienaventuranza crea en nosotros la conciencia de la pobreza espiritual que se experimenta cuando estamos lejos de Cristo, y como nos explica el Padre Jacques, todas las demás se derivan de la primera.

En ellas podemos encontrar la más grande de las promesas: Si hacemos lo que Jesús nos pidió en el Sermón de la Montaña, el Reino de los Cielos será nuestro. Conducirnos con pobreza de espíritu, con hambre y sed de justicia, con humildad, con un corazón limpio, si trabajamos por la paz y aceptamos el sufrimiento que conlleva ser perseguidos por la justica, tenemos garantizada la vida eterna.

El ejemplo perfecto de las Bienaventuranzas es el propio Señor Jesucristo quien con su vida y su sacrificio por nuestra salvación nos enseñó a cumplir el propósito de Dios para cada uno de nosotros. Jesús nos enseña a ser desprendidos de nuestros bienes materiales para alcanzar los bienes del cielo.

Pero también, como nos dice el Catecismo, la Virgen María y los santos son un ejemplo de cómo debemos ponerlas en práctica: “Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad… iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cristiana; son promesas… que sostienen la esperanza en las tribulaciones; anuncian a los discípulos las bendiciones y las recompensas ya incoadas; quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de todos los santos” (1717).

En los dos artículos de la sección de atrás podrán leer sobre la vida de dos hombres, de lugares y épocas muy diferentes, pero que supieron poner en práctica las Bienaventuranzas.

Ruego al Señor que derrame sobre todos ustedes la gracia de anhelar el Reino de los cielos por sobre todas las cosas y que nuestra Madre, la Virgen María, nos acompañe mientras procuramos hacer la voluntad del Padre.

María Vargas
Directora Editorial
editor@la-palabra.com

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