En el año 2006 Blake Mycoskie, un hombre de negocios estadounidense, estaba de viaje en Argentina cuando conoció a una mujer que era parte de una organización de voluntarios que entregaba zapatos a los niños pobres. Mycoskie pasó algún tiempo con el grupo mientras viajaban de pueblo en pueblo. Ese viaje cambió drásticamente su perspectiva. “Yo tenía una vaga idea de que los niños pobres alrededor del mundo a menudo andaban descalzos”, recordó más adelante, “pero en esa ocasión, por primera vez, vi los efectos reales de no usar zapatos: Las ampollas, las heridas, las infecciones.”